Asesinadas o sometidas al tráfico humano
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos. |
Se
dice que India es “el país más peligroso del mundo para ser una chica”,
una controvertida conclusión de las Naciones Unidas basada en varias
estadísticas sociales desazonantes arraigadas en los prejuicios de
género y de casta, cuyos orígenes se pueden rastrear en la mayoría de
los casos en el colonialismo del siglo XVIII y en la destructiva
metodología del “divide y vencerás” empleada por los británicos.
En
todo el país y a lo largo de toda la escala de clase y de casta la
alegría de la paternidad o maternidad está condicionada por el sexo del
bebé. Si nace un niño, toda la familia se alegra; si nace una niña, la
familia siente ansiedad y desilusión. La única razón de ello es
económica: cuando las chicas se casan (aproximadamente un 70% de los
matrimonios siguen siendo acordados en India), la familia de la novia
debe pagar una cantidad de dinero a la familia del novio, tanto si
puede pagarla como si no. Se trata del tristemente célebre sistema de
dote, un corrupto método ilegal de explotación financiera y de
violencia que, como muchas otras cosas en este extraordinario país,
está santificado por las aguas de la tradición y de la cultura (un
término manipulado que a menudo se emplea para mantener un
condicionamiento social perjudicial y resistir al cambio), y que fue
prohibido por el gobierno indio en 1961. Y, sin embargo, como tantas
declaraciones legislativas liberales de intención, el sistema de dote
continúa incólume.
Sigue sin aplicarse la “Ley de prohibición de la
dote” que estipula claramente que cualquier persona que dé o reciba una
dote se enfrenta a cinco años de cárcel y a una fuerte multa. En 1986
se añadió una enmienda que estipulaba que todo caso de muerte o de
violencia contra una esposa en los siete primeros años de matrimonio se
trataría como violencia de dote. La indiferencia, la apatía y la
corrupción abundan en todas las áreas de los muchos y variados
departamentos y oficinas del gobierno. La gente no confía en la policía
ni en el sistema judicial y a consecuencia de ello, no se denuncia la
inmensa mayoría de los crímenes de dote, lo mismo que todos los
crímenes contra las mujeres.
Orígenes coloniales corruptos
Cuando
los británicos fueron entronizados en India promulgaron diferentes
normas para controlar y dividir a la población. Dos de estas
herramientas legislativas de represión se asientan en las venenosas
raíces del sistema de dote y más ampliamente de la violencia de género.
En 1793 el Gobernador General Británico Lord Cornwallis introdujo “el
Acuerdo Permanente de Bengala”, una ley conocida como el Código
Cornwallis. En los Estados afectados
proporcionó un medio para recaudar impuestos y en muchos casos permitió
por primera vez la propiedad privada y la mercantilización de la tierra
(“Teóricamente, la tierra pertenecía al rey y no se podía desalojar a
nadie de ella”, afirma Veena Talwar Oldenburg en Dowry Murder: The Imperial Origins of a Cultural Crime).
Los británicos esperaban que el Acuerdo fomentaría una buena
administración entre los terratenientes y fortalecería la precaria
economía agraria.
Sin embargo, se incrementó la división social, se
maltrató y explotó a los campesinos que estaban a merced de los
terratenientes, la propiedad de la tierra se volvió hereditaria (y, por
lo tanto, exclusiva), el pago de tasas se hizo obligatorio sin tener en
cuenta la abundancia o el hambre. Antes de esta ley injusta se permitía
que el consejo comunal (Panchayat) se quedara con un 10% de los
ingresos de los impuestos para utilizarlo a beneficio de sus
habitantes. El pueblo “funcionaba basándose en un sistema de
reciprocidad que actuaba como un elemento de cohesión social. Después
de este cambio [impuesto por los británicos], un hermano ya no quería
compartir nada con otro hermano”[, señala Veena Talwar]. ¡Divide y
vencerás!
Al mismo tiempo, la falta de visión de futuro, la
codicia y el desconocimiento de la sociedad india por parte de los
británicos permitieron que se aprobara una ley que prohibía a las
mujeres poseer tierra y propiedades. Al otorgar a los hombres tanto
derechos exclusivos sobre la tierra y las propiedades como la
responsabilidad del cobro de impuestos e ingresos se creó un fuerte
desequilibrio entre ambos géneros, se marginó a las mujeres y se
instauró al varón indio como sujeto jurídico y social dominante, lo que
creó el país patriarcal que conocemos hoy.
Esto supuso un
mazazo para las mujeres. En los tiempos anteriores a la colonización
habían participado en los acuerdos sobre la posesión de la tierra y es
de suponer que elegían a sus maridos, recibían y conservaban la dote,
la cual se describía “en la década de 1870 como una colección de
regalos voluntarios, entre los que había joyas, artículos para la casa
y dinero ofrecidos a la novia por la familia y amigos en la boda de la
chica”[, afirma Veena Talwar]. Esto proporcionaba independencia
económica a las mujeres, al tiempo que creaba un fuerte grado de
equilibrio social. Con los cambios en los derechos de propiedad, los
hombres y sus familias consideraron a las chicas y las mujeres (futuras
esposas) como ingresos potenciales, se creó la codicia y la división
social, y los chicos se convirtieron en una baza financiera y las
chicas en una carga económica. “El recién revalorizado valor de los
hijos hizo que las familias exigieran dinero, joyas o caros bienes de
consumo duraderos, y esta situación ha ido empeorando continuamente”,
afirma claramente Veena Talwar.
Como se les negó todo acceso a
los recursos económicos, muchas mujeres se quedaron sin hogar, todas
ellas se volvieron completamente dependientes de sus maridos y en el
caso de padecer malos tratos de sus maridos o de tener algún conflicto
con ellos no tenían posibilidad de recurrir a la ley. A consecuencia de
ello se desencadenó una corriente de abusos sociales basados en el
género y la casta que hasta el día de hoy causa estragos por todo el
país y provoca un sufrimiento extremo a millones de chicas y mujeres.
Aunque
en 1956 se reformaron las leyes que regulaban la herencia, hasta 2005
no se estableció por ley la paridad entre hombres y mujeres. Con todo,
debido a la escasa educación solo un 22% de las mujeres conocen su
derecho legal a heredar tierras y propiedades, según cifras de ONU
Mujer* .
Efectos devastadores
Una
compleja serie de consecuencias interrelacionadas tiene su origen en
las injusticias sociales perpetradas contra las mujeres jóvenes en el
siglo XVIII: aborto de los fetos femeninos, infanticidio, tráfico de
mujeres, matrimonios forzados y todo tipo de abusos sexuales, incluida
la violación, dentro tanto en el hogar como en la comunidad, así como
el abandono por parte de los padres y la servidumbre doméstica.
Debido
al hecho de que se considera que las chicas son una carga económica y
los chicos una fuente de ingresos, en India se ha abortado a millones
de fetos femeninos y asesinado a millones de niñas, lo que supone
infanticidio de niñas o generocidio. The Lancet calcula que
cada año se abortan en India 500.000 fetos femeninos. A consecuencia de
ello, “se calcula que en India ‘han desaparecido’ entre 25 y 50
millones de mujeres, si se compara con la proporción de mujeres de la
población de otros países”, según BBC. Unicef da la escalofriante cifra
de 10 millones de chicas asesinadas por sus padres en los últimos
treinta años.
El infanticidio (el asesinato intencionado de un
niño o niña en el primer año de su vida) es ilegal en todo el mundo.
Los británicos lo prohibieron en India en 1870, pero es una práctica
extendida (la ONU calcula que se produce en un 80% de los Estados
indios) y con la introducción de las ecografías en la década de 1980
este crimen bárbaro no ha hecho más que aumentar. Es ilegal que las
clínicas o los médicos digan a los padres el sexo del feto, pero muchos
lo hacen. Si es una niña, su suerte es incierta y si es un niño los
padres sienten alegría y alivio. Cuando el gobierno colonial prohibió
el infanticidio señaló que las dos causas principales de este acto
inhumano “eran el orgullo y el bolsillo. ‘El bolsillo’ se refería a la
dote, ‘el orgullo’ al orgullo de las castas y tribus superiores que
preferían asesinar a las niñas a entregarlas al grupo [casta o tribu]
siquiera en matrimonio” [, afirma Veena Talwar].
Las niñas que
sobreviven al embarazo y cuyos padres las conservan suelen padecer
malos tratos y falta de cuidados. Muchas de ellas están desnutridas
(según datos de Unicef, India tiene las cifras más altas de
desnutrición infantil del mundo) y se les niega la atención médica. A
las niñas se les da de mamar menos tiempo y menos cantidad “porque
temen que si se las alimenta bien llegarán antes a la pubertad y a un
matrimonio costoso. Mientras que a los niños se les lleva rápidamente
al hospital, en el caso de las niñas enfermas se espera porque sus
familias no tienen el mismo interés en que sobrevivan”, afirma Ranjana
Kumari del Consejo para Investigación Social. Si hay escasez de comida,
son las chicas quienes se quedan con hambre y padece desnutrición que a
menudo suele acabar en anemia y raquitismo los cuales, a su vez, son
causa tanto de la muerte de madre e hijo como de la falta de peso en
los recién nacidos.
Los padres de las chicas son reticentes a enviarlas
a la escuela ya que temen que si la escuela está lejos de casa y los
maestros son hombres padezcan ataques sexuales con lo que se suelen
quedar en casa y se las obliga a ocuparse de las tareas domésticas.
Esto ha llevado a que India tenga unos de los niveles más bajos de
alfabetismo femenino del mundo, un 67%, frente a un 82% en el caso de
los hombres. La falta de educación afecta directamente a la capacidad
para criar bien a los hijos y provoca que estos reciban escasa
atención. Una consecuencia del analfabetismo es la desnutrición y un
alto índice de mortalidad infantil ya que las madres no entienden ni
practican aquellas conductas que promueven una buena salud, como la
inmunización y una buena higiene personal.
Asesinadas o sometidas al tráfico humano
UNICEF
afirma que el asesinato de las bebés ha llegado a unas proporciones
genocidas. Es una práctica común “desde hace mucho tiempo en India
central, donde las madres solían alimentar a las niñas con sal para
matarlas”[, señala Veena Talwar]. Se utilizan otros muchos métodos
horribles de asesinato, muchos de los cuales se remontan al siglo
XVIII: llenar la boca de la bebé con granos bastos de arroz lo que
provoca que se ahogue y muera, envenenamiento, utilizar productos
químicos orgánicos o inorgánicos, ahogamiento, asfixia, matar de hambre
y romper la columna vertebral, lo mismo que enterrar vivas a las bebés.
Es de creer que el acto criminal de infanticidio es traumático para los
padres, que se enfrentan a un distorsionado sistema de dote basado en
la explotación y la codicia, y no ven más salida que asesinar a sus
hijas y por millones, lo que provoca en todo el país un grave
desequilibrio de géneros con consecuencias atroces. Según The Huffington Post,
en 1991 “había 947 chicas por 1000 chicos”, en 2012 “la cifra descendió
a 914 y según ciertas fuentes la cifra desciende hasta 700 chicas por
cada 1000 chicos en todo el país. Los estado de Punjab y Haryana en el
norte están particularmente afectados”. Según la BBC, “tienen
el índice más alto de niñas desaparecidas al nacer. Las ciudades ricas
y modernas como Delhi, Chandigarh y Ahmadabad tienen los peores
índices” y en unos 3.600 pueblos de Gujarat, “hay menos de 800 niñas
por cada 1000 niños menores de seis años”, según The Telegraph. En un pueblo hay cuatro chicos por cada chica.
Este
desequilibrio regional provoca cada año el secuestro y tráfico de
decenas de miles de chicas y mujeres jóvenes desde un Estado en el que
relativamente hay más chicas (Bengala Oeste, por ejemplo, donde en 2011
desaparecieron más de 11.000 chicas) a otra parte del país donde haya
déficit debido al infanticidio femenino endémico. Y las cifras
aumentan. Se secuestra a mujeres jóvenes, a menudo adolescentes, se las
aleja cientos de kilómetros de casa y se las obliga a casarse (y a
menudo a ser ‘compartidas’ por hermanos) o se trafica con ellas para
entregarlas a la prostitución, como Rukshana, que contó a la BBC
cómo había sido secuestrada por tres hombres cuando iba a la escuela.
“Me enseñaron un cuchillo y me dijeron que me cortarían en pedazos si
me resistía”, afirmó. Después de un espantoso viaje de tres días
llegaron a una casa en el Estado indio de Haryana al norte donde
Rukhsana fue vendida a una familia de cuatro miembros, la madre y tres
hijos. No se le permitió salir durante un año. Afirma que el mayor de
los tres hijos, que se llamaba a sí mismo su “marido”, la humillaba, la
pegaba y violaba rutinariamente.
Millones de chicas como
Rukshana son las víctimas inocentes de unas prácticas sociales
corruptas que se remontan al siglo XVIII, prácticas que una sociedad
fuertemente patriarcal ha manipulado para controlar y suprimir a las
chicas y a las mujeres, especialmente a las que pertenecen a las castas
inferiores. Todos los sistemas y convenciones
sociales en la India fluyen entorno a un núcleo divisivo fundamental
que es la casta y las mujeres dalit y advivasi (indígenas) lo padecen
especialmente.
El sistema de dote se arraiga en el centro
podrido de muchos de los problemas interrelacionados a los que se
suelen enfrentar las chicas, las mujeres y las familias. Aunque es
difícil acabar con las llamadas prácticas culturales antiguas
(independientemente de lo destructivas que sean), es evidente que el
trato criminal que padecen las chicas y las mujeres en India es una
crisis nacional y exige que se emprendan urgentemente acciones. Se debe
acabar con la exigencia de la dote (también es la principal causa de la
escalada de suicidios entre los pequeños agricultores). La dote no es
sino una extorsión financiera, es un acto criminal que debería ser
considerado como tal y habría que llevar ante los tribunales a las
familias que insisten en que se pague la dote. El gobierno indio
aprueba alegremente todo tipo de leyes, pero hasta que no haya voluntad
política de hacerlas cumplir siguen siendo simples gestos carentes de
significado.
* ONU Mujer
es la entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento
de la Mujer creada en julio de 2010 por la Asamblea General de las
Naciones Unidas. (N de la t.).
Graham Peebles e s periodista freelance y director Create Trust. Su correo es: [email protected]
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