Por: Guillermo Fabela Quiñones /
Cuando las pruebas de un delito son por demás obvias, lo más conveniente es aceptar la culpabilidad para que la defensa sea lo menos compleja posible. Viene a colación tal aforismo porque nada ni nadie puede hacer cambiar la contundencia de un hecho a todas luces evidente: el gobierno estadounidense es el que ordena el rumbo de las políticas públicas fundamentales en México, como es el caso de la reforma energética. Pierden su tiempo, y quedan como cínicos irremediables, los voceros del “gobierno” de Enrique Peño Nieto que afirman sin tapujos que éste ideó y puso en marcha las reformas estructurales.
Tal forma de proceder es una adicional burla al pueblo mexicano, quien tiene plena conciencia de que quienes encabezan las instituciones del Estado están plenamente al servicio de intereses extranjeros. El colmo es afirmar que una elemental defensa de los intereses patrios es “populismo”, como ahora está de moda decirlo cuando la burocracia dorada se queda sin argumentos para defender sus posturas apátridas y antidemocráticas. Así lo hizo Manlio Fabio Beltrones en su afán de congraciarse con la Casa Blanca en Washington y con la élite oligárquica “mexicana”: tachó de “tentaciones populistas” las acciones que llevan a cabo organizaciones progresistas en defensa de las riquezas que aún nos quedan.
Afirmó Beltrones: “Después de tanto tiempo de perder la oportunidad de transformarnos, tuvo que regresar el PRI en una contienda triunfadora en 2012 para que las reformas se llevaran a cabo; hoy habrá que defenderlas”. Su planteamiento es falso de principio a fin: la oportunidad de transformarnos la tuvimos cuando José López Portillo, a la mitad de su sexenio, permite que una tecnocracia dirigida desde Washington empiece a desmantelar la ideología y el aparato del Estado surgido de la Revolución Mexicana. No opuso resistencia, porque no quiso o no pudo, y la historia de México dio un vuelco de ciento ochenta grados. El PRI se colocó incluso a la derecha del PAN, con las consecuencias terribles que estamos viviendo.
La “contienda triunfadora” de que hace mención, todos sabemos que fue un fraude monumental que acaba de probar la comisión especial de la Cámara de Diputados que investigó la triangulación de recursos a la campaña de Peña Nieto, la cual reportó gastos que ascendieron a 4 mil 599 millones de pesos, cuando el tope no debía rebasar 336 millones. Fue un escándalo que las autoridades electorales avalaron sin ningún rubor, a pesar de que dicha comisión encontró pruebas de sobra de que “sí hubo ejercicio de recursos de procedencia dudosa”. Sin embargo, los priístas siguen hablando de una “contienda triunfadora”, con un descaro incalificable que la cúpula oligárquica, y el gobierno estadounidense, fingen no ver.
Según Beltrones, los pasos que sigue el “gobierno” de Peña Nieto “van en la ruta correcta, de inscribir a México en la modernidad”. El problema es que no es la correcta para los intereses nacionales, ni tampoco para alcanzar una modernidad que sirva para colocar a los mexicanos en el umbral del progreso civilizatorio que tanta falta nos hace, y del cual nos han estado alejando los tecnócratas neoliberales. ¿Qué “modernidad” puede haber en la dramática desigualdad que nos caracteriza actualmente, en la violencia extrema que nos horroriza y nos desprestigia en el exterior, en el abismo que nos separa de los avances científicos y tecnológicos alcanzados por el Grupo de los Siete?
Quienes hablan y piensan como Beltrones sólo demuestran una total falta de compromiso con el país, un desmedido afán de quedar bien con los poderes fácticos antidemocráticos, nacionales y extranjeros, y un desprecio absoluto al pueblo al que consideran una masa carente de raciocinio y de la que pueden seguirse burlando impunemente. Como la información del Departamento de Estado desclasificada se hizo pública, se muestran enfadados y no tienen empacho en afirmar que “miente” la autoridad de la nación vecina.
En el colmo del cinismo, el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, dijo: “Es absolutamente falso que Hillary Clinton o cualquier entidad del gobierno estadounidense, haya sido consultada para la reforma energética mexicana”. Tiene razón: es impensable una consulta cuando sólo se reciben órdenes terminantes. De ahí que mientras más traten de ocultar la verdad, más se hundirán en el fango de la traición a la patria. Al fin que vivimos en el reino de la impunidad.
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