Cuando
una es realmente periodista, lo de investigación es un pleonasmo, lo
que hace es contrastar lo que se tiene. Averiguar con el objeto de
ofrecer una importante información.
Hace años, en 2005,
formé parte de la investigación, la primera, seria y contundente, sobre
el fenómeno del feminicidio en México, que yo coordiné y dirigió la
antropóloga Marcela Lagarde. La investigación verificó series de
información de homicidios dolosos por sexo. Entonces era claro que en
la procuradurías no tenían datos por sexo, hubo que espulgar y
conseguirlos: otra base de datos era la Secretaría de Salud, donde se
verifican los decesos, y una más: las cifras abundantes y
pormenorizadas de INEGI, sobre violencia.
Descubrimos que el fenómeno mundialmente conocido de Juárez era el caso emblemático y encontramos lo que no puede imaginarse.
En
2004 -por ejemplo- el número de asesinadas por cada cien mil habitantes
en Durango tenía el primer lugar. Era un mito público que sólo
sucediera en Juárez. Encontramos perlas históricas para el caso del
Distrito Federal.
Comprobamos cómo la curva de
crecimiento de los homicidios dolosos contra mujeres iba de la mano de
la ruta de la guerra contra el narco, exponencial en el sexenio
siguiente.
Sería muy interesante ver a qué se
comprometió, en su momento, la Conferencia de Procuradores; cuántas
cosas organizó el Estado para atender, prevenir, sancionar y erradicar
la violencia de género en Ciudad Juárez y cómo nacieron algunas
instituciones como la Fiscalía que debía atender los asesinatos de
mujeres. Hoy FEVINTRA.
Nos dimos cuenta de las
diferencias entre una entidad y otras; se razonó sobre qué sucedía en
estados de alta densidad; en zonas de alta población indígena; cómo
funcionaba la misoginia y el machismo en zonas de producción de caña de
azúcar, como Cuautla en Morelos.
La primera investigación
fue riquísima para constatar cómo lo que ahora llamamos feminicidios,
confundiendo lo que son los homicidios con dolo, y cómo esta práctica
está ligada a la visión de minusvalía para las mujeres. Un fenómeno
histórico que no responde ni a gobiernos precisos, ni a gobiernos con
partido, ni a voluntades simples. Cómo el asunto es profundo y variado.
Dos
entidades tenían los primeros lugares, por razones de población,
cercanía con centros urbanos de alta densidad, en localidades precisas:
Estado de México y Distrito Federal, y en otras variantes Chiapas y
Veracruz.
Por eso era lamentable señalar como grandísimo
problema sólo a Juárez, que claro que lo era, nos ayudó a jalar la
hebra y fue fundamental para empezar a discutir, analizar y crear las
primeras acciones para parar la violencia contra las mujeres; cómo
funciona la justicia o más bien cómo esta no funciona. Que sucede en la
mentalidad de los y las servidoras públicas de esa área fundamental en
México.
Por eso extraña el golpeteo sistemático sólo
sobre Juárez, primero y luego sobre el Estado de México, cuando el tema
es nacional. Leí con sorpresa una “investigación” basada en uno de los
tantos dictámenes de negativa a declarar la alerta de género, sin
analizar el contenido del acta, de más de 70 cuartillas que yo conservo
en mis archivos, punto por punto. Lo vi asombrada porque acusa, miente
y señala cosas que en esa sesión no sucedieron y corta tangencialmente
lo ahí discutido.
El centro de la discusión no fueron las
cifras, sino un mecanismo que nació viciado porque involucraba a los
sectores directamente responsables. Por eso, 20 entidades y no 15,
incluida la gobernada por el PRD en Guerrero; la abstención del
gobierno panista de Baja California y la favorable de los
representantes del gobierno federal, casi unánime, panista y otros
organismos sin partido como CONAPRED, así como el Distrito Federal,
Jalisco y Guanajuato. En total once.
No dirigía la
reunión la representante del Estado de México, la que menos habló y
sólo para decir que el procedimiento estaba mal. No manejó cifras, sino
propuso cambiar el procedimiento, que estaba viciado precisamente
porque las representantes del Sistema Nacional para Prevenir, Atender y
Erradicar la Violencia sentían que en cada demanda de Alerta de Género
se juzgaba al gobierno y no se atendía el problema, ni se veía lo que
la Ley de Acceso aporta para un conjunto de políticas públicas.
La
demanda de Alerta de Género -efectivamente, por todas las partes-, a lo
largo de los últimos años se ha politizado. La funcionaria del Estado
de México Lorena Cruz Sánchez, encabeza ahora el Instituto Nacional de
las Mujeres, y ella promovió el cambio de reglamento. Ella en esa acta,
que sí está en mi poder, primero reconoce el problema; dos, dice que no
se maquillan las cifras, tercero que es necesario cambiar el reglamento
y, cuarto, que no hace referencia nunca a desestimar la demanda.
Evidentemente
que ver sólo un texto de 2011 para el periodismo de investigación es
sólo una parte, sin ver qué ha sucedido ahora y tras el cambio de
reglamento, prácticamente dos declaratorias, según se vea, de 9, tres
promovidas en 2010 y 2012; una reiterada del Estado de México y 4 de
2014, más una en Sonora de 2015. El nuevo reglamento ha sacado a las
representantes del gobierno del Sistema, como votantes.
Es
decir, investigar es un problema mayúsculo que debe ir más allá que
repetir argumentos, todos válidos, de la gravedad del problema, que es
nacional, que debe ser atendido y que urge. Como urge que los gobiernos
de los estados apliquen bien los presupuestos federales para violencia,
que no se investiga periodísticamente; que analice nuevos compromisos
de los gobernadores, vía CONAGO, que haga un balance de la Conferencia
de Procuradores, que tampoco se hace en ninguno de los reportajes
ubicados sólo en el Estado de México.
No es defender ni
denostar. No me gusta. El fenómeno de la violencia contra las mujeres
pasa por el lenguaje sexista de los medios; las investigaciones
amarillistas de los medios contra personajes y no haciendo análisis de
contexto; que acusa a personajes como si fueran los que van a resolver,
mientras la sociedad en su conjunto sigue validando la discriminación y
la violencia contra las mujeres.
Vi en ese reportaje
malo, sesgado y mal intencionado del periódico digital Sinembargo,
falta de profesionalismo, de plantear el problema sin misoginia, porque
no se trata de una guerra entre las conductas de los funcionarios,
omisos ciertamente en un sinnúmero de problemas locales y nacionales;
no veo cómo no se analizan casos de jueces y tribunales donde quedan
varadas las demandas.
Igual para el caso de periodistas y
defensoras y defensores de Derechos Humanos, donde es verdad que la
responsabilidad primigenia es de los gobernadores o presidentes de la
República, pero no se analiza la conducta misógina y discriminatoria de
las y los operadores de las políticas.
Pienso que golpear
a una persona, sin investigar, sin aportar nuevas realidades, sin tocar
el fondo de los problemas, aun usando ejemplos precisos. Conozco un
caso en el Distrito Federal donde casi mata el marido a la víctima, que
defendió y logró avanzar la Comisión de Derechos Humanos del Distrito
Federal, y otras instancias, para que el criminal fuera a la cárcel, no
mereció una línea en ningún medio, porque la víctima no era conocida,
porque no denunció a ningún funcionario preciso y de alto nivel; porque
no responsabilizó al gobierno del DF de haber sido secuestrada y
torturada por su marido. No era nota.
Y si era contar
todo el calamitoso proceso en tribunales, la misoginia de los jueces;
la barbaridad de los policías; la falta de aseo en las investigaciones
de los ministerios públicos, la necesidad de no ser expuesta
amarillista mente por los medios, solamente su caso, exitoso tras
esfuerzos descomunales, por ser feminista, sabedora de los acuerdos
internacionales y contar con credibilidad entre autoridades feministas,
pudo. Ella dice que de ser una de tantas, jamás lo hubiera logrado.
Una
buena investigación en tribunales dejaría en paz a muchas y muchos
funcionarios. Hoy el nuevo reglamento ya abrió otra historia. Y no veo
como no se hace un análisis de los datos de INEGI que dieron nota hace
unos días, porque señala que bajó el número de muertes violentas. Se
dio el dato general, se puso en duda, pero nadie ha leído cómo varió
este tipo de asesinatos contra mujeres y en dónde. Un trabajo de
periodismo responsable nos haría ver algunas otras cosas.
Me
lamento de esto porque el periodismo es mi profesión y casi nada hemos
avanzado en la seriedad y no hemos logrado vender noticias que no sean
escandalosas. Veo grandiosas periodistas que sólo le entran si hay un
alto funcionario involucrado y otras que de plano ni les interesa que
en este país la violencia contra las mujeres tenga tantas y tan graves
consecuencias.
http://www.alainet.org/es/articulo/171645
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