En nuestro país hay actualmente 38.8 millones de jóvenes, una población que en otras circunstancias sería un bono demográfico muy valioso para el futuro de la nación. Sin embargo, la realidad es muy diferente. Ese bono se perdió indefectiblemente en las últimas tres décadas, porque sólo un mínimo porcentaje de dicha población tiene un futuro asegurado. La gran mayoría se perderá en el camino hacia la edad adulta, tanto por falta de oportunidades para encontrar un trabajo digno, como porque serán reclutados por el ejército en crecimiento de la delincuencia organizada.
Según Enrique Peña Nieto, la reforma educativa se hizo pensando en los jóvenes. Lástima que la realidad lo desmienta, porque al paso de los años son más los que desertan en algún tramo de su vida estudiantil que los que logran terminar una carrera. Esto sin contar los que teniendo deseos de seguir estudiando, no pueden hacerlo porque no encuentran espacio en los centros públicos de educación superior, principalmente la UNAM, el IPN y la UAM. De ahí que sea una cifra ridícula que sólo 2.5 millones de jóvenes sean becarios, la gran mayoría de los cuales, si logran terminar sus estudios y son perseverantes, se irán al extranjero.
Como afirma José Luis Calva, “no sólo dilapidamos nuestro bono demográfico mediante la exportación de trabajadores; también lo dilapidamos mediante la marginación interna”. Lo mejor de nuestra juventud, la mano de obra más resistente a las duras jornadas, se encuentra básicamente en Estados Unidos, donde está generando riqueza y una plusvalía que si se generara en México impulsaría un crecimiento sostenido, del que se beneficiarían incluso amplios sectores de la iniciativa privada. En cambio, lo que sucede en nuestro país es un criminal desaprovechamiento de la juventud sin oportunidades, forzada a engrosar el campo de la informalidad, que desemboca tarde o temprano en la marginación.
De ahí que suene a burla decir que la reforma educativa se hizo pensando en los jóvenes. ¿Acaso se están abriendo universidades públicas en cantidad suficiente para que ningún joven se quede sin terminar sus estudios? ¿Se ha pensado en la calidad de la enseñanza conforme a marcos universales? Lo que han hecho los “gobiernos” neoliberales es cancelar vías de acceso a una educación superior a cada vez más jóvenes. No es mera casualidad que la inmensa mayoría de quienes mueren en las calles en enfrentamientos con las fuerzas armadas y la policía sean jóvenes no mayores de treinta años; tampoco lo es que quienes caen presos por la comisión de algún delito estén en esa condición.
La población no mayor de treinta años en México no conoce otra forma de vida que la de la crisis surgida del modelo neoliberal. De ahí su comportamiento antisocial, en la mayoría de los casos, porque no saben que hay otras maneras de vivir, como las que conocimos quienes tuvimos la fortuna de criarnos sin televisión, sin medios electrónicos, sin antros donde se empieza a consumir drogas desde temprana edad. No conocieron, estos jóvenes de ahora, el modelo de la Revolución Mexicana, que con todas y sus deformaciones, tuvo la cualidad de construir una sociedad con valores y, aunque parezca increíble, con reglas no escritas que ponían diques a la corrupción, al cinismo y al rechazo a la mexicanidad.
Por eso es correcto lo que afirma Calva: “Causas iguales producen efectos iguales: si continúa aplicándose en México la estrategia económica neoliberal, no obstante sus enormes costos económicos y sociales, los resultados sólo pueden ser más de lo mismo: más años perdidos para el desarrollo, más dilapidación de nuestro bono demográfico, mayor desigualdad en la distribución factorial del ingreso, más pobreza y más sufrimiento humano”.
Desgraciadamente, mientras no se cambie el régimen tal es el futuro que nos espera, y los hijos de la generación de la crisis neoliberal serán incluso más deshumanizados, más “modernos”, es decir absolutamente desconocedores de nuestras raíces culturales, nada “populistas” porque renegarán de valores humanos elementales, como la solidaridad y el aprecio al vecino, el respeto al desvalido. Sin embargo, la élite oligárquica estará feliz en sus palacios, porque podrá contar con un gran ejército de jóvenes sin amor a la vida, dispuestos a todo con tal de sobrevivir, de quienes podrán disponer como les venga en gana a los oligarcas.
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