QUINTO PODER
Por: Argentina Casanova*
Cuando un concepto de la sociología, la antropología o la sicología se vuelve de uso común y necesario para entender un fenómeno social, también es indispensable incorporarlo para su comprensión, en el sistema judicial.
Los argumentos más reticentes por parte de quienes operan la justicia para incorporar el tipo penal de feminicidio y/o de mirar los contextos de la violencia contra las mujeres, se basa -la gran mayoría de las veces- en la dificultad para aceptar que las leyes tienen algo que ver con el “patriarcado” o “control y sometimiento”, “género”, “desigualdad y violencia estructural”, entre otros.
Pero el tema es mucho más complejo aún. Ahí están los medios de comunicación que construyen y difunden sus coberturas desde narrativas violentas que criminalizan y hacen apología a la violencia, y que también se convierten en una forma de extensión de la violencia contra las mujeres; o los discursos naturalizados a través de la publicidad y la mercadotecnia, que en un país feminicida como México, intentaron defender bajo los argumentos de la libertad de expresión, que un cantante presentara un video en el que un sujeto encajuelaba a su esposa para después prenderle fuego.
¿Cuántos casos de feminicidio se han cometido con esas características? Muchos más de los que quisiéramos, y aun así hubo quienes dijeron que “las locas feministas exageraban”.
Pero volviendo a la pregunta ¿qué tienen en común estos dos hombres, cuyos actos feminicidas conmocionaron a las sociedades donde se registraron? En el caso de Alemania, el joven engañó a su novia, quien tenía 8 meses de embarazo, y le dijo que irían a comprar ropa; en el segundo, no se conocen más detalles pero se supo que el hermano de la víctima “reaccionó de manera violenta” porque la joven de 25 años estaba embarazada.
En ambas situaciones, las mujeres eran jóvenes de menos de 30 años de edad y estaban en su octavo mes de embarazo. La joven alemana fue llevada a un bosque donde fue acuchillada y posteriormente le prendieron fuego. La mexicana, discutió con su hermano quien decidió rociarla con gasolina y prenderle fuego.
En ambos casos la característica es el vínculo de confianza que favoreció la cercanía entre el agresor y la víctima,
Del caso de Zacatecas, una de las notas señala: “El agresor es un hombre de su misma sangre, aún se desconocen los motivos que llevaron a la reacción que atentó contra la vida de la mujer de 27 años”, como si hubiera algún motivo que llevara a un hecho así.
Hace cosa de 22 años, en Campeche, un par de marinos concluyeron una jornada de trabajo y fueron a tomar alcohol y a consumir alguna droga, subieron a un microbús en el que por la hora -9 de la noche- sólo había una joven estudiante que se dirigía a su casa. Los tipos llevaban un bidón de gasolina y le prendieron fuego a la joven dentro del autobús.
Ella se llamaba Ivonne, falleció 7 días después por las quemaduras, su caso originó todo mi trabajo de documentación de homicidios contra mujeres cometidos en contextos particulares en los que prevalecía un desprecio por la vida de las mujeres y ejecutados con la peor de las sañas y brutalidades.
El tiempo, la distancia, las sociedades, parecen remitir a la quema de mujeres en la edad media, el castigo que se infringía alas “malvadas” que se atrevían a ser libres.
El desprecio manifiesto por la vida de las mujeres es lo que tienen en común estos incendiarios hijos del patriarcado. Conductas que nos hacen preguntarnos si es posible que haya “agravantes en un delito que ya es de por sí grave”.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
Por: Argentina Casanova*
-¿Qué tienen en común un hombre de 20 años de edad en Alemania y un
joven de 22 años en un municipio de Zacatecas? Ambos cometieron
feminicidio contra mujeres cercanas. En el primer caso su pareja, y en
el segundo, una hermana. Debido a la crueldad y la saña, acapararon la
atención de los medios de comunicación con coberturas que hicieron
énfasis en la forma en que fueron cometidos ambos casos de feminicidio.
Cuando un concepto de la sociología, la antropología o la sicología se vuelve de uso común y necesario para entender un fenómeno social, también es indispensable incorporarlo para su comprensión, en el sistema judicial.
Los argumentos más reticentes por parte de quienes operan la justicia para incorporar el tipo penal de feminicidio y/o de mirar los contextos de la violencia contra las mujeres, se basa -la gran mayoría de las veces- en la dificultad para aceptar que las leyes tienen algo que ver con el “patriarcado” o “control y sometimiento”, “género”, “desigualdad y violencia estructural”, entre otros.
Pero el tema es mucho más complejo aún. Ahí están los medios de comunicación que construyen y difunden sus coberturas desde narrativas violentas que criminalizan y hacen apología a la violencia, y que también se convierten en una forma de extensión de la violencia contra las mujeres; o los discursos naturalizados a través de la publicidad y la mercadotecnia, que en un país feminicida como México, intentaron defender bajo los argumentos de la libertad de expresión, que un cantante presentara un video en el que un sujeto encajuelaba a su esposa para después prenderle fuego.
¿Cuántos casos de feminicidio se han cometido con esas características? Muchos más de los que quisiéramos, y aun así hubo quienes dijeron que “las locas feministas exageraban”.
Pero volviendo a la pregunta ¿qué tienen en común estos dos hombres, cuyos actos feminicidas conmocionaron a las sociedades donde se registraron? En el caso de Alemania, el joven engañó a su novia, quien tenía 8 meses de embarazo, y le dijo que irían a comprar ropa; en el segundo, no se conocen más detalles pero se supo que el hermano de la víctima “reaccionó de manera violenta” porque la joven de 25 años estaba embarazada.
En ambas situaciones, las mujeres eran jóvenes de menos de 30 años de edad y estaban en su octavo mes de embarazo. La joven alemana fue llevada a un bosque donde fue acuchillada y posteriormente le prendieron fuego. La mexicana, discutió con su hermano quien decidió rociarla con gasolina y prenderle fuego.
En ambos casos la característica es el vínculo de confianza que favoreció la cercanía entre el agresor y la víctima,
Del caso de Zacatecas, una de las notas señala: “El agresor es un hombre de su misma sangre, aún se desconocen los motivos que llevaron a la reacción que atentó contra la vida de la mujer de 27 años”, como si hubiera algún motivo que llevara a un hecho así.
Hace cosa de 22 años, en Campeche, un par de marinos concluyeron una jornada de trabajo y fueron a tomar alcohol y a consumir alguna droga, subieron a un microbús en el que por la hora -9 de la noche- sólo había una joven estudiante que se dirigía a su casa. Los tipos llevaban un bidón de gasolina y le prendieron fuego a la joven dentro del autobús.
Ella se llamaba Ivonne, falleció 7 días después por las quemaduras, su caso originó todo mi trabajo de documentación de homicidios contra mujeres cometidos en contextos particulares en los que prevalecía un desprecio por la vida de las mujeres y ejecutados con la peor de las sañas y brutalidades.
El tiempo, la distancia, las sociedades, parecen remitir a la quema de mujeres en la edad media, el castigo que se infringía alas “malvadas” que se atrevían a ser libres.
El desprecio manifiesto por la vida de las mujeres es lo que tienen en común estos incendiarios hijos del patriarcado. Conductas que nos hacen preguntarnos si es posible que haya “agravantes en un delito que ya es de por sí grave”.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Campeche.
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