11/11/2016

Trump, México y el viraje necesario


La victoria electoral de Donald Trump anuncia impactos graves y preocupantes en el mundo en general, pero en el caso de México resultan particularmente severos, habida cuenta de la retórica racista, específicamente antimexicana, que fue uno de los arietes de campaña del magnate neoyorquino. Independientemente de lo que Trump pueda y quiera hacer una vez instalado en la Casa Blanca, la sola noticia de su triunfo provocó un derrumbe bursátil y cambiario extremadamente negativo para nuestro país. No es para menos: sus veladas amenazas de abandonar el Tratado de Libre Comercio (TLC), su pretensión de gravar las exportaciones mexicanas con 35 por ciento, su plan de confiscar las remesas de los connacionales para financiar la construcción de la valla fronteriza y su ominosa advertencia de emprender deportaciones de millones de migrantes provocarían un cataclismo en la economía y la sociedad mexicanas.

Analistas de ambos países consideran, sin embargo, que lo que el presidente electo ofreció como programa de gobierno es irrealizable en su mayor parte, incluidas sus agresivas ocurrencias contra México. Sobre el muro fronterizo se ha mencionado que su construcción enfrentaría dificultades geográficas, legales, políticas y económicas que llevarían al gobierno de Trump a un atolladero de años; el decomiso de los envíos de dinero para financiar semejante obra sería ilegal, además de muy difícil de aplicar por razones administrativas; una salida estadunidense del TLC conllevaría una pérdida casi inmediata de puestos de trabajo que provocaría un salto brutal en el desempleo en ambas naciones; el impuesto a las importaciones desde México sería, a fin de cuentas, un gravamen interno inaceptable para innumerables empresas que han trasladado a nuestro territorio parte de sus cadenas de producción; la deportación en masa de indocumentados tendría un costo astronómico para el erario y consecuencias sumamente negativas para la economía.
No sería oportuno minimizar la seriedad de la situación; los señalamientos referidos indican, simplemente, que en el horizonte de corto plazo no hay catástrofe segura para nuestro país y que la voluntad de Trump será sólo uno de los factores que determinen el rumbo del próximo gobierno estadunidense.
Por lo que a México respecta, esta difícil coyuntura debiera conducir al inmediato abandono de la política económica en curso desde hace casi tres décadas, que apostó todo a la integración con el vecino del norte, le entregó la fuerza de trabajo de nuestra población como insumo de bajo costo y descuidó el fortalecimiento de la producción, la investigación y el mercado internos. Esa estrategia errónea y trágica fue acompañada por un torpe achicamiento de las funciones, propiedades y potestades del Estado y ello se tradujo en una constante cesión de soberanía, en una creciente dependencia y, como se ha visto ahora, en una peligrosa vulnerabilidad nacional.
México debe abandonar la absurda idea de depositar sus expectativas de crecimiento en la economía del país vecino, ir tomando distancia con respecto al TLC y fijarse como objetivos prioritarios el impulso a un mercado interno robusto y capaz de dar sustento a la producción propia, la soberanía alimentaria, la dignificación del campo, la reducción de la desigualdad social, la redistribución de la riqueza, el rescate de los recursos naturales entregados al extranjero por la reforma energética y la consecución de índices de desarrollo humano en lugar de tasas de competitividad.
Una tarea impostergable es salir en defensa efectiva y resuelta de la población mexicana que vive y trabaja al otro lado de la frontera, hoy más amenazada que nunca en sus derechos humanos, su integridad, sus propiedades y sus familias; cada gesto de debilidad u omisión de las autoridades mexicanas incrementará el riesgo de que sean víctimas de atropellos adicionales a los que ya enfrentan de manera regular. Las instituciones deben estar preparadas para acudir a las instancias internacionales, si es preciso, para denunciar cualquier maltrato que sufra un ciudadano mexicano en Estados Unidos.
Finalmente, otra lección que los miembros del grupo gobernante y la clase política debieran extraer del reciente episodio electoral estadunidense es que deben evitar toda intromisión en asuntos políticos de otros países, sobre todo cuando se trata de Estados Unidos, no sólo porque es una práctica indebida, sino porque a la larga se traduce en graves daños al país.

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