La posibilidad de
la candidatura anticapitalista de una mujer indígena es un paso
importante: en efecto, los derechos indígenas (territoriales,
culturales, laborales, étnicos) deben ser defendidos o reconquistados y
lo que hoy está en juego debido a las políticas extractivistas
destructoras del ambiente y el aumento de la explotación de los
trabajadores es la supervivencia misma de los pueblos y naciones
indígenas, compuestos en su mayoría por campesinos y obreros no
calificados y en pésimas condiciones económicas.
Los derechos
indígenas atañen nada menos que a uno de cada diez mexicanos. Además,
los indígenas, como todos los trabajadores de este país, están siendo
despojados de los recursos naturales- aire, agua, tierra, recursos
forestales y del subsuelo-, ganan (cuando consiguen trabajo) salarios
infames que hay que triplicar para poder vivir decentemente, sufren la
anulación de las leyes laborales conquistadas, presencian la entrega del
país a Estados Unidos y su sumisión a la política exterior de
Washington, soportan la violencia del Estado y de la delincuencia
apañada desde el gobierno, los feminicidios y la brutal discriminación a
las mujeres, las desapariciones y asesinatos, el robo organizado de los
bienes públicos y un sistema impositivo que grava a los más pobres y
sus alimentos y permite el fraude de los poderosos.
Una política
anticapitalista exige por lo tanto luchar contra la delincuencia y la
militarización del país, por aumentos masivos de salarios, por trabajo
decente y decentemente pagado, por la autoorganización y la autodefensa
para enfrentar a la delincuencia armada, que está protegida por policías
y jueces ineptos o corruptos. Exige poner fin a la siembra de
ignorancia y al envenenamiento por Televisa y TV Azteca y plantear
substitución de esas cloacas por una red de información democrática y
comunitaria regida por una ley antimonopólica sobre la información.
Una política anticapitalista requiere apoyar a los maestros en su lucha
contra la reaccionaria “reforma educativa”, que sólo es antisindical.
Exige un combate por dar fondos a la educación bilingüe, a la
investigación científica y a las Universidades, a las cuales deben poder
acceder los indígenas.
Todas estas luchas no plantean, es
cierto, objetivos socialistas porque no cuestionan la propiedad de los
medios de producción ni exigen la expropiación y socialización de las
principales palancas de la economía. Son, sin embargo, -aunque parezcan
sólo reformas- esenciales para la plena vigencia de la democracia que el
capitalismo no puede aceptar y en la lucha social de masas refuerzan
los sectores que protagonizarán el combate consciente por superar el
sistema capitalista en México y en una Federación de Estados Socialistas
de América Latina.
La discusión sobre la candidatura indígena,
para ser anticapitalista, no puede abarcar sólo a los indígenas ni
limitarse sólo a los problemas indígenas y rurales, por importantes que
éstos sean. Es necesaria una discusión en todo México sobre los grandes
problemas nacionales con la participación de la izquierda
anticapitalista y de los movimientos sociales.
La candidatura
indígena, si se concreta, participará en unas elecciones viciadas ya
desde hace años por la ocupación militar del país, la violencia ilegal
del Estado, la muerte de miles de mexicanos. Esto afecta igualmente a
quienes, como los simpatizantes de MORENA, creen a pesar de todo y de
todos los fraudes anteriores que este mismo semiEstado corrupto y
asesino de la oligarquía podría entregarle el gobierno a López Obrador o
a otro candidato honesto.
Esto establece una gran diferencia
entre la candidatura del EZLN-Congreso Nacional Indígena y la de López
Obrador. Eso es un obstáculo real para la unidad pero no impide la
unidad de acción entre fuerzas diferentes con diferentes objetivos. Es
posible siempre, si hay voluntad política, “golpear juntos pero marchar
separados”, unir en un Frente Único tras la defensa de los derechos
democráticos y de la legalidad a quienes creen posible reformar un
sistema irreformable con los anticapitalistas que creen en la
posibilidad de construir en la lucha y desde abajo las bases de un
sistema más justo, se llame éste como se llamare.
Si en Estados
Unidos ganase la presidencia el fascista Donald Trump la crisis en
México aumentará. Tampoco con Hillary Clinton vendrán tiempos mejores y
las tensiones bélicas aumentarán constantemente.
Las cosas, pues, no mejorarán mágicamente con una ceremonia electoral y metiendo un papelito en una urna.
Es urgente e indispensable organizar el poder popular desde abajo en
cada pueblo y cada colonia, en asambleas y discusiones y crear comités
locales de autodefensa, policías comunitarias y organismos de
autogobierno en todo el país que preparen el post-elecciones al mismo
tiempo que impidan el fraude electoral.
En 2017, aunque ya es
tarde, todavía hay tiempo para organizar un Frente único entre la
posible candidatura indígena y MORENA y para que ambas crezcan y
convenzan a muchos a salir de la abstención, que ha favorecido siempre
al poder capitalista. Como dicen los italianos que “el que tenga más
saliva coma más harina” en una competencia leal donde el enemigo común
es el PRIPANPRD y sus achichincles.
Si, una vez llegados a las
vísperas de la votación, se ve una clara diferencia en el apoyo popular
a una u otra candidatura, la que tuviera menos posibilidades de vencer
en las urnas debería respetar un pacto que estableciera el apoyo a la
candidatura mejor colocada.
De todos modos, las elecciones nos
han sido impuestas y son secundarias y la lucha real no será electoral
sino post-electoral, contra la imposición fraudulenta de un candidato de
la oligarquía o por hacer respetar la voluntad popular. Los resultados
electorales serán un subproducto de una lucha no electoral por construir
un poder rebelde alternativo para los tiempos que vendrán.
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