John M. Ackerman
En una reunión casi secreta la
semana pasada, en las instalaciones del ITAM, Enrique Peña Nieto y
Felipe Calderón sellaron su pacto de impunidad y complicidad
transexenal. Con Miguel Ángel Mancera, Aurelio Nuño, Carlos Slim,
Alberto Bailleres, Enrique Ochoa, Francisco Gil Díaz, Pedro Aspe y José
Antonio Meade como testigos de deshonor, el Presidente más repudiado de
la historia reciente entregó el premio
Carrera al Universoa quien hundió el país en un baño de sangre durante su sexenio. Entre aplausos y
¡vivas!de los presentes, los dos políticos prometieron cuidarse las espaldas mutuamente y asegurar una tersa alternancia entre los mismos de siempre en las elecciones presidenciales de 2018.
Este encuentro tuvo muchas similitudes con la ceremonia luctuosa que
organizó Calderón el día después de la muerte del ex presidente Miguel
de la Madrid en plena campaña presidencial de 2012. En un acto inédito,
el presidente panista abrió las puertas de Palacio Nacional aquel 2 de
abril para rendir un homenaje de Estado al ex presidente priísta. Acudió
el mismo Carlos Salinas de la mano de Peña Nieto, Luis Videgaray,
Osorio Chong, Emilio Gamboa y Pedro Joaquín Coldwell, entre otros
representantes de la nomenclatura del viejo partido de Estado. Los
líderes priístas y panistas, supuestamente aguerridos contrincantes en
el proceso electoral en curso, se mezclaban tranquilamente con la
certeza de que todos compartían el mismo proyecto de continuidad
oligárquica.
El periodista José Gil Olmos resumió bien el carácter de aquel
encuentro al compararlo con las ceremonias que organizan los integrantes
de la mafia italiana cuando fallece uno de sus líderes. “Muerte y
renacimiento del poder, pacto y continuación del mismo modelo político y
económico, perdón y olvido de los errores cometidos…El gobierno panista
se rindió ante el grupo del PRI que se apresta a tomar las riendas de
la Presidencia.”
Hoy se repite el mismo escenario. Tal como ha documentado Álvaro Delgado en su libro El amasiato: el pacto secreto Peña-Calderón y otras traiciones panistas, Peña Nieto ya se apresta a devolver el favor a Calderón por haberlo apoyado con su
victoriaen 2012. Así como Calderón abandonó a la candidata de su partido, Josefina Vázquez Mota, para permitir la llegada a Los Pinos del representante del grupo Atlacomulco, hoy Peña Nieto aparentemente ha decidido también abandonar a los candidatos de su partido para respaldar a la esposa de Calderón, Margarita Zavala, como la candidata de la continuidad oligárquica.
Zavala no solamente sería la candidata de Peña Nieto, sino también de
Washington. Apenas tres días después de la ceremonia en el ITAM, la
sobrina de Margarita, la senadora Mariana Gómez del Campo, organizó uno
de los espectáculos más vergonzosos que ha vivido el Senado de la
República en su historia. Al llegar a su curul el viernes pasado, sacó
de su mochila y repartió entre sus colegas camisetas decoradas con la
bandera de Estados Unidos y el nombre de Hillary Clinton. Se acercaron
emocionados sus amigos del
Pacto por México, la priísta Hilda Flores y los perredistas Zoé Robledo y Dolores Padierna, y juntos se retrataron en poses variadas y con acompañantes diversos, incluyendo Emilio Gamboa y Javier Lozano.
Todo ello desde la sede del órgano del Estado responsable de
vigilar las relaciones internacionales y defender la soberanía del
Estado mexicano. Padierna incluso subió a la tribuna con su camiseta
bien puesta para presumir a todo México la vergüenza en que se ha
convertido el otrora partido de izquierda llamado PRD.
Este ilegal y anticonstitucional acto de campaña que organizó Mariana
para Hillary en la sede senatorial evidentemente no conseguirá un solo
voto para la esposa de Bill. Su propósito fue otro. Se buscó demostrar a
Clinton que la esposa de Felipe es y será siempre una fiel sirviente al
imperio y así conseguir el apoyo político y económico de Washington
para Zavala en 2018.
Esta utilización de un poder del Estado para un acto de proselitismo
en favor de un candidato extranjero no es menos reprobable que la
recepción de Estado que organizó Peña Nieto para Donald Trump a finales
de agosto. Los dos eventos evidencian el mismo servilismo malinchista y
falta de dignidad republicana que caracteriza a toda la clase política
del país.
Afortunadamente, en México tenemos un sistema político más dinámico y
una cultura política más sofisticada que en Estados Unidos. En 2018
nuestro Trump (Peña Nieto-Salinas) y nuestro Clinton (Calderón-Zavala)
no serán las únicas opciones, sino habrá un abanico más amplio,
incluyendo a alguien con impecables credenciales de dignidad republicana
como López Obrador.
Lo verdaderamente importante no es si el fascista o la asesina llega a
la Casa Blanca este martes, sino si en México seremos capaces de romper
simultáneamente con el pacto de impunidad mafiosa, sellado con sangre
en el ITAM, como con el servilismo imperial, evidenciado en el Senado,
para colocar una persona honesta y respetable en Los Pinos en 2018.
Twitter: @JohnMAckerman
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