Machismo & Normalización
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Sobre la estrategia de no naturalizar y normalizar el machismo y su cultura para poder erradicarlo de nuestra sociedad, a raíz de la medida del Tribuna Supremo español de aplicar la pena de alejamiento a cualquier acto de violencia de género, haya o no haya lesión física. |
Los
machistas no se dan cuenta (o no quieren darse cuenta), de que la
sociedad quiere estar lejos de ellos, que no quiere la proximidad de
quienes por su condición de hombres se creen superiores y con la
legitimidad de decidir sobre lo que les conviene a las mujeres, y de
establecer lo que es bueno y lo que es malo, y a partir de ahí lo que
está bien y lo que está mal.
El último ejemplo de ese rechazo lo hemos visto en la decisión del Tribual Supremo para aplicar la pena de alejamiento a todos los casos de violencia de género.
La omnipresencia del machismo en la cultura y de la cultura en cada
hombre que la reproduce en su masculinidad, es lo que ahoga la
convivencia y lo que ha cubierto con sus referencias todo el espacio de
las relaciones en el ámbito público y privado a través de la normalidad.
Y claro,
la defensa de lo normal desde su condición y posición les ha dado a los
hombres una superioridad moral que no poseen, y la posibilidad de
utilizar los instrumentos de corrección necesarios para mantener lo que
consideran que es el “orden social”, desde el Derecho a la violencia
normalizada.
Ya lo dijeron Walters y Clarke en sus clásicos estudios sobre la
violencia en la sociedad cuando concluyeron que “la cultura determina la
violencia”.
Y
lo hace a nivel dinámico, según los elementos e interacciones que forman
parte de esa sociedad, y a nivel estructural a la hora de aplicar
criterios y razones que justifiquen el uso de la violencia en nombre de
los valores que la definen, como por ejemplo ha ocurrido con argumentos
como el de “la letra con sangre entra”, “te pego porque te quiero”, “mi
marido me pega lo normal”… Todas son expresiones que revelan una forma
de entender la violencia como “mal menor”, una especie de “mal
necesario” para corregir algo negativo para la sociedad y la convivencia
cuya solución produce un beneficio superior a ese daño puntual.
El
cuestionamiento que se hace de esa violencia estructural no parte tanto
de una reflexión interna desde las referencias de la propia cultura,
como de personas y posiciones críticas con ella, las cuales, después de
un tiempo de acciones, campañas, debate social… logran influir sobre un
grupo suficiente de la sociedad para modificar los elementos que hacen
posibles esas referencias, desde la normalidad de la conducta en
cuestión, que pasa a ser criticada, hasta el Derecho, que se modifica
para sancionar comportamientos que antes no eran reprobados.
Por
eso, conductas que antes formaban parte de la“capacidad correctora“ de
un padre de familia o del maestro ahora son delitos, y agresiones que
hoy son consideradas como violencia de género antes eran aceptadas como
parte de ese ejercicio de control que debía desarrollar el “buen
marido”, bien para corregir a su mujer o para castigarla. Y aunque todo
ello ha cambiado en su expresión más visible, las raíces de la cultura
aún beben en las mismas ideas y valores, por eso aún se normaliza o
justifica la violencia de género y el resto de las violencias
estructurales, y se duda más de las mujeres que denuncian que de los
agresores.
Es
este cuestionamiento externo, es decir, ajeno a las referencias de la
cultura, el que hace avanzar a la sociedad hacia la Igualdad a pesar de
todos los obstáculos, resistencias e intentos frustrados de impedirlo, y
el que logra que cada día se esté más cerca de alcanzarla. Y quien
impulsa iniciativas, forma en conocimiento, agita conciencias y mueve
acciones para lograr ese avance es el feminismo, esa es la razón por la
que el machismo demoniza todas sus propuestas y pensamiento en una
actitud que revela el temor de quien se sabe descubierto, y ya sólo
espera que lo detengan.
La realidad es objetiva, y hoy, si se mira con perspectiva la evolución
histórica, claramente se aprecia que estamos más lejos del núcleo del
machismo, y que lo estamos porque gracias al feminismo hay conciencia
sobre la injusticia que representa y de todo el abuso y violencia que lo
acompaña, dentro y fuera de la normalidad.
Por más que se resistan y reaccionen los machistas intentando
confundirlo todo, mezclar resultados y destinos sin tener en cuenta el
origen de las conductas, sus motivaciones y objetivos perseguidos a
través de ellas, ni tampoco las circunstancias que las acompañan ni las
consecuencias que se derivan, el viaje hacia la Igualdad ya no tiene
vuelta atrás ni destino alternativo.
Es lo que hemos visto en el nuevo paso dado por al Tribunal Supremo en
su Jurisprudencia, para que se aplique la pena de alejamiento en todos
los casos de violencia de género, una medida necesaria para que la
normalidad que atrapa a las mujeres que sufren la violencia de género no
las haga caer en la trampa de las “segundas oportunidades”, ni quedarse
en las razones dadas por los mitos del amor romántico a la hora de
interpretar lo ocurrido, y que todo parezca un episodio pasajero en un
hombre que ya ha prometido, una vez más, que nunca le volverá a pegar.
Son estos mitos los que hacen que sólo se denuncie alrededor de un 25%
de los casos, y que incluso el 70% de las mujeres asesinadas nunca hayan
denunciado.
Pero
no todo el mundo ve esta decisión como un avance, y de nuevo salen
voces que, curiosamente, recurren a la víctima para cuestionar la medida
porque “no cuenta con el consentimiento de ella”, o directamente hablan
de que va en contra de los hombres. Y no deja de ser curiosa esta
posición, porque parte del mismo sector de la sociedad que no cree a las
víctimas cuando denuncian, y que presenta cualquier iniciativa sobre
violencia de género como dirigida “contra los hombres”, en lugar de
contra los “hombres maltratadores”.
Es
tan absurdo como decir que la pena de prisión por robo va contra todas
las personas, y no contra las personas que roban. Pero no es un error,
sólo la expresión de ese machismo conservador en las ideas y en los
valores para confundir y defender los privilegios y status de los
hombres.
La
sociedad quiere al machismo lejos y a los machistas en la distancia, y
quiere cerca al feminismo y a la Igualdad para continuar el camino hacia
la convivencia en Paz.
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