Alejandro Nadal
Hacer historia es hacer
crítica. Si un fenómeno social no tiene orígenes, si no tiene génesis,
entonces es candidato a pensarse como algo
que siempre ha estado ahí, desde los orígenes del tiempo, y lo que no tiene principio tampoco tendrá acabamiento. La conclusión es inmediata: ese fenómeno social sería algo natural y, por tanto, algo que no se cuestiona. Ese fenómeno social no acepta una crítica en el sentido analítico: no tiene inicio, y eso impide pensar sus determinaciones históricas.
Esto es algo que Marx entendió con claridad. Una de sus grandes
contribuciones al pensamiento social fue su crítica de la economía
política clásica. Hoy la teoría económica dominante insiste en hacer
creer a todos que las fuerzas que llevaron al neoliberalismo siempre han
estado presentes, desde los albores de la civilización. Llevando al
extremo su narrativa absurda, casi desde que el homo sapiens
emergió de la sabana africana ya llevaba en su bagaje la propensión
natural para el trueque y su tendencia a establecer mercados. Siendo
inherente al ser humano la predisposición a vivir en sociedades de
mercado, es una tarea absurda criticar esa tendencia y, peor aún, erigir
obstáculos a su desenvolvimiento. Por eso la teoría económica que
elogia el neoliberalismo es alérgica a la política económica y a
cualquier institución social que implique regulaciones económicas.
La historia que tradicionalmente se escucha sobre los orígenes del neoliberalismo es que al final de la
era doradadel capitalismo (1945-1975), el sistema entró en crisis. Inflación y estancamiento en Estados Unidos condujeron a un replanteamiento de las relaciones entre mercados y gobierno. En esta narrativa se dice que el régimen keynesiano, que estuvo en pie durante esos años, tuvo que ser remplazado por otro en el que el mercado sin reglamentaciones pudiera guiar las decisiones económicas a niveles micro y macroeconómico. El marco de referencia keynesiano había mantenido la idea de que la intervención de la política macroeconómica podía y debía corregir la inestabilidad del capitalismo y mantener niveles adecuados de la demanda agregada para afianzar las economías capitalistas. Pero la historia es que el estancamiento y la inflación mostraron los límites del régimen keynesiano y obligaron a rectificar el camino. Esa versión de la historia del neoliberalismo es simplista y errónea.
Para comenzar, el término
estancamientopara denotar lo que sucedía con la economía de Estados Unidos debe ser reconsiderado. Aquella década fue atravesada por dos recesiones cortas, pero en los demás años el promedio de crecimiento fue de 5 por ciento anual, lo que contrasta con la tasa de expansión de la economía de Estados Unidos en el periodo 1982-2017, que fue en promedio de 2.8 por ciento anual. Y la inflación en los años 1970, que algunos analistas describen como hiperinflación, fue en promedio de 7.25 por ciento para toda la década, nivel superior al de los decenios anteriores y posteriores, pero nada que se pueda calificar de hiperinflación.
La historia que a veces se cuenta también incluye un ingrediente de
conspiración cuando se hace referencia a las reuniones de la Sociedad de
Mont Pèlerin y sus encuentros animados por Hayek y otros que impulsaban
el proyecto de remplazar a los gobiernos por la acción privada mediante
el libre mercado. Esta parte de la historia tradicionalmente
es presentada por analistas que desconocen la evolución de la teoría
económica. En especial, ignoran que Hayek había dejado atrás sus
proyectos de teoría económica desde que Sraffa había hecho pedazos su
análisis sobre tasas propias de interés en los años 1930. Desde
entonces, Hayek se dedicó a escribir una obra panfletaria sin contenido
económico.
La implantación del neoliberalismo implicó un cambio radical en la
política macroeconómica. Pero eso también se acompañó de una profunda
transformación de la teoría económica. Primero la crítica del
monetarismo a las posiciones de los keynesianos y después la ofensiva
final de la escuela de expectativas racionales terminaron por colocar a
la defensiva a los economistas que habían apoyado las recetas
keynesianas. Los economistas que ahora abrazaban las teorías sobre el
libre mercado fueron recompensados con todo tipo de canonjías y
prebendas. Sus publicaciones recibieron premios y distinciones que
permitían a los receptores vestirse con ropaje de prestigio científico.
La política económica del libre mercado tuvo como hermanito gemelo la
percepción de que los economistas neoliberales tenían la verdad
científica de su lado.
Esa certidumbre científica fue construida sobre la idea de que las
sociedades humanas poseen una tendencia natural a regir sus destinos
mediante el libre mercado. La historia y la evolución de la teoría
económica revelan que esa creencia es absolutamente falsa.
Después de la crisis financiera mundial de 2008, rescribir la
historia del neoliberalismo y su legado se ha convertido en una
necesidad urgente.
Twitter: @anadaloficial
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