Por: Argentina Casanova*
Si
hay algo que de verdad lastima en México como país es la enorme y
naturalizada desigualdad social en la que vivimos: clase baja y media
que defiende intereses de la clase alta-muy alta en la que se acumulan
los verdaderos excesos de la deshonrosa herencia de acumulación de
capital a costas de la pobreza de la sociedad mexicana. Pocos lo tenemos
presente.
Haciendo un poco de historia, cabe recordar, traernos a la mente, el
cuestionamiento que hemos decidido olvidar ¿de dónde vienen o cómo se
hicieron los grandes capitales familiares de las personas económicamente
más poderosas en el país?
Si en la respuesta, a lo largo de los años de acumulación, no hay ni
hubo ni un solo beneficio obtenido de la corrupción, los privilegios de
la competencia desleal, la obtención de información privilegiada por
cercanía con grupos de poder para la toma de decisiones, contratos
privilegiados por amistades políticas y trato laxo de parte de las
autoridades, entonces sí, hablamos de un capital limpio, una familia con
dinero limpio.
Si no, entonces ese dinero no es limpio y está manchado con la sangre
de miles de personas que han muerto de hambre, de enfermedad, de
abandono y desatención, de falta de política pública para atender
problemas de inseguridad, es dinero a costa de la vida de las y los
mexicanas que fueron afectados por esos “privilegios” políticos.
Sé que cuesta mucho entenderlo así, cuesta entender que miles de
personas en este país no son pobres porque quieran, que los ninis son
ninis porque quieran, que hay, entre miles de jóvenes sin empleo, el
abandono generacional de la inepta población adulta que no supo tutelar,
acompañar y formar nuevas generaciones en un oficio o trabajo, pero
también que se les cerraran las puertas porque “no tienen experiencia”.
El abandono social y la falta de políticas públicas planificadas para
incorporar paulatinamente a una población joven creciente, generar las
condiciones sociales para su deseo de aportación y ser parte de los
procesos en el país no es casual. La abulia, la decidía y hasta la falta
de herramientas cognitivas y de desarrollo humano son y han sido la
condición necesaria que el sistema política demandaba para tener una
sociedad fácilmente manipulable.
Años de basura televisiva dieron resultado. ¿Cómo explicar sino desde
el análisis teórico especialista el suicidio de jóvenes en un país que
parece ofrecerles el narco o la calle como futuro?
En muchos lugares los grandes capitales familiares que son visibles
por su relación con el poder o la herencia política son y han sido parte
de esos saqueadores que organizaron el sistema social de tal forma que
en este país no vive mejor quien trabaja más o se esfuerza más haciendo
un buen trabajo sino quien más amistades tiene en el poder político para
obtener contratos privilegiados y la entrega de diezmos o cuotas que
fueron subiendo hasta ser el 35 por ciento de los proyectos ejecutados
en algunas partes.
Esa corrupción también asfixió a nuestro país y, al igual que los
graves errores históricos que causaron un profundo dolor en la sociedad
como la masacre del 68 y la guerra sucia, dejaron un saldo negativo que
agudizó la desigualdad social.
Pobres, ha habido todo el tiempo en nuestro país, es cierto; pero
grandes capitales que se acumularan sobre la sangre de la perpetuación
de esas poblaciones se formaron en los últimos 40 años, algunos tienen
un poco más.
Cuando escribo que “a todos nos robaron algo en los 70`s” es porque
históricamente así fue, México tuvo sus años más críticos social y
económicamente en esa década, pero también fue el período en el que el
país tuvo un crecimiento económico desigual y marginal.
Las oportunidades reales de que una persona pobre saliera del llamado
“círculo transgeneracional de la pobreza” son mínimas, casi casi un
golpe de suerte, una condición muy especial de mezcla de oportunidad,
habilidad o inteligencia.
Tan es así que para miles la participación en el crimen organizado
fue el camino más corto, la idea de que valía más la pena vivir bien
unos cuantos años que vivir una existencia larga de miseria y abandono.
Niños y niñas hijos e hijas de la calle, víctimas del abandono de
padres alcohólicos o adictos (la permisividad de la distribución entre
poblaciones pobres o discriminadas no es un tema nuevo, en Estados
Unidos mucho se cuestionó sobre el ánimo de la distribución de heroína y
crack entre poblaciones negras como una forma de control y sometimiento
social).
Angela Davis ha dicho que “las cárceles son la esclavitud moderna”,
precisamente porque las cárceles están llenas de poblaciones negras. El
llamado “pasillo de la muerte” tiene en su gran mayoría a población
negra.
En México, las últimas cifras de la población en las cárceles
hablaban de 7 mil personas que cometieron los llamados “delitos
famélicos”, es decir que robaron alimentos y por su condición de pobreza
extrema, no tenían para comer ni para pagar una fianza, delito que por
su puesto los grandes capitales llevaron a equiparar con un gran robo
para que no fuera perdonable y “a la gente le quedara muy claro que no
iban a tolerar el mínimo robo”.
De esas poblaciones, una gran mayoría son mujeres, porque en México
-no lo olvidemos- la pobreza tiene rostro de mujer. La pobreza genera
sobrecarga de trabajo en las mujeres, la pobreza genera condiciones de
riesgo y vulnerabilidad social específicamente más grave para las
mujeres, la reducción de oportunidades es más evidente para las mujeres,
la pobreza transgeneracional es más constante en núcleos familiares
liderados por mujeres, etc.
Y aún así creemos que la desigualdad social radica en que la gente es
pobre porque quiere. Incapaces de la empatía, consumistas incapaces de
compartir, acumuladores compulsivos de cosas que al final se
desperdician. No se ha desarrollado en nuestra sociedad conciencia sobre
los efectos que tiene esa desigualdad no solo en el “otro pobre” sino
en “la clase media” en quien recae verdaderamente el peso de la
desigualdad en tanto los grandes capitales permanecen indiferentes y
casi intocables de esa realidad.
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Oaxaca, Oax.-
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