MÉXICO, D.F., 10 de mayo (Proceso).- Al repasar y analizar la concepción cultural que su padre, José Vasconcelos, aplicó para la educación del México posrevolucionario en el siglo XX, el exembajador Héctor Vasconcelos lamenta que la derecha en el poder no esté interesada en la formación humanística, sino en la capacitación exclusiva para la producción económica. Hay una razón: “La derecha tiene desprecio y temor a las ideas”.
Convencido de que la derecha tecnocrática está quebrada y ha llevado al fracaso económico al país y al mundo, Héctor Vasconcelos considera que México debe darse la oportunidad de tener nuevamente un gobierno de izquierda, luego de que han transcurrido 70 años desde la presidencia de Lázaro Cárdenas.
El exdiplomático, miembro de la comisión de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para la celebración del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución, y actual secretario de Relaciones Internacionales del llamado gobierno legítimo, vislumbra incluso que habría un mejor proyecto educativo y cultural opuesto a la manifiesta carencia de ideas de los gobiernos panistas.
Y es que para el hijo del filósofo y político José Vasconcelos, exrector de la Universidad y fundador de la Secretaría de Educación Pública, la exclusión de la filosofía y de las humanidades en la enseñanza media superior (Proceso 1695 y 1738) y el retiro del representante permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (Proceso 1733), no son hechos aislados, sino signos del desprecio y el temor por las ideas, característicos de la derecha.
Por ello, se suma a las críticas que diversos filósofos y especialistas en educación han expresado en este semanario, en el sentido de que a los últimos gobiernos no les ha preocupado la educación integral, la formación de individuos pensantes y críticos, sino la capacitación de mano de obra para servir productivamente al sistema económico en el poder.
Mientras en la concepción de educación, que ha imperado en los últimos siglos en Occidente, lo fundamental es formar la mentalidad de los estudiantes para que puedan ejercer un pensamiento crítico, aquí la tecnocracia en el poder –acorde con las políticas del consenso de Wa-shington– quita el énfasis en la formación humanística.
La supresión de la filosofía viene a ser un paso más de la reforma al sistema educativo, en la cual ya se había eliminado etapas de la historia en la enseñanza secundaria, y parte de un proceso de décadas en el cual se ha venido desvinculando los proyectos educativos y culturales (Proceso 1748). En este sentido, apunta Vasconcelos:
“La cuestión de la historia es realmente crucial, porque si no es a partir del conocimiento de la historia del país propio, ¿cómo pueden formarse ciudadanos que valoren y evalúen el presente de cada generación? Me parece que solamente a partir de una perspectiva histórica y filosófica puede uno tomar decisiones maduras el día de hoy.
“Pero la derecha ha temido históricamente las ideas, porque la derecha no tiene ideas, tiene prejuicios. Ha sido así durante siglos en todas partes del mundo. Y ciertamente la derecha mexicana también ha tenido prejuicios en vez de ideas, entonces es evidente que no tiene ningún interés en que los jóvenes y los adolescentes se formen en la filosofía y en la historia, pues eso es lo que desarrolla las ideas; quieren gente que simple y sencillamente asuma los prejuicios de la derecha y luego sirvan a la función productiva.”
Advierte, sin embargo, una paradoja en el hecho de que para los tecnócratas lo fundamental sea lo económico, pues no tiene buenos resultados en ese campo:
“Fueron ellos los que nos llevaron a una crisis económica como la del año pasado. Es decir, desde mi punto de vista, esta derecha tecnocrática está quebrada en los hechos, porque causaron una crisis internacional que es –por lo menos– la más grave desde 1929.
“Si tuvieran estos criterios puramente economicistas o financieros para llevarnos al éxito, ¡pero no! Nos han llevado al fracaso y han detenido el crecimiento de México que, como todos sabemos, durante los años cuarenta, cincuenta y sesenta tuvo un auge económico importante que permitió –por ejemplo– el surgimiento de una clase media. Desde que la tecnocracia está en el poder, básicamente desde 1982 y de manera muy acusada ahora con los gobiernos del PAN, ni siquiera ha producido prosperidad económica.”
Histórico proyecto
En su departamento de Polanco, rodeado hasta el último rincón de libros sobre diversos temas, el también exdirector del Festival Internacional Cervantino y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), evoca, a petición de Proceso, algunos rasgos del proyecto de José Vasconcelos.
Es un tema amplísimo, pero sintetiza que tuvo básicamente dos vertientes: La formación del individuo, como ser humano, a través de la filosofía, las humanidades y las artes. Y en el contexto mexicano, la formación de ciudadanos herederos de una tradición cultural milenaria.
No estaba en su esquema favorecer la producción económica. Por el contrario, su ideal era la formación del ciudadano griego, del ciudadano ateniense de la época de Pericles. Y lo había concebido aun antes de la creación de la SEP en 1921:
“Él lo traía desde mucho antes, era una forma de ver la vida que desarrolló, yo creo que desde la época de su juventud extrema, casi adolescencia, en que funda el Ateneo de la Juventud con sus amigos Alfonso Reyes, Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña y otros. Justamente, todos ellos no son otra cosa que grandes humanistas. De modo que cuando mi padre llega a la Rectoría de la Universidad y luego a la Secretaría de Educación, ya traía esa concepción de la vida, del país y del ciudadano.”
Y esas son las concepciones y vertientes (la formación del individuo y la del ciudadano) que ve amenazadas como resultado de las reformas educativas impulsadas por los gobiernos panistas, primero el de Vicente Fox y ahora el de Felipe Calderón.
A su memoria acude el hecho, muy personal –aclara– de que incluso como padre Vasconcelos aplicó sus preceptos humanistas. Comparte que lo educó desde los seis o siete años dentro de la “gran literatura y la gran filosofía”. En ese tenor, el primer libro que le leyó en voy alta fue La odisea y un día antes de morir le estaba leyendo uno de los Diálogos de Platón.
Hay quienes han señalado que no se puede hablar propiamente de que Vasconcelos tuviera una política cultural, pues no está plasmada en documentos. Otros opinan que no hizo falta. A decir del historiador Víctor Díaz Arciniega, sentó las bases conceptuales de la cultura nacional del siglo XX y cumplió materialmente con sus proyectos, que siguen vigentes tanto en la UNAM como en la SEP (Proceso 1705).
Héctor Vasconcelos concuerda con que no hizo falta un programa como tal:
“Uno la infiere de los hechos, de lo que hizo en política cultural. En efecto, que yo sepa, él no se puso a redactar un documento, un plan, porque no había tiempo, estaban saliendo de la Revolución, había que hacer las cosas. Pero si uno revisa lo que hizo, queda claro cuál era su idea de la educación en la estructura de la Secretaría de Educación, en la forma en que dividió las disciplinas, las escuelas, la formación de los estudiantes, en los libros que editó. En todo eso va implícita una concepción de la vida, no sólo de la educación. Ése es su proyecto.”
Tal peso tuvo en la construcción de la nación postrevolucionaria y en la reunificación del país, que prevaleció por años, e incluso hoy hay elementos, ideas y concepciones que subsisten. Una de ellas, dice su hijo, es la promoción de las artes, que derivó en 1989 en la creación del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca).
–¿Cuándo comenzó a abandonarse el modelo vasconcelistas? –se le pregunta.
Responde que el propio José Vasconcelos diría que desde la segunda mitad de la década de los años veinte comenzaron a cambiarse las ideas que él había impulsado.
Pero a decir de Héctor Vasconcelos, ha habido momentos de recuperación. Señala como dos importantes los años cuarenta y sesenta del siglo pasado con Jaime Torres Bodet, quien fue secretario particular de su padre y al cual considera no sólo como a una de las personas más cercanas intelectual y personalmente, sino el “heredero directo” de sus ideas sobre educación.
Y sin rodeos, apunta tajante que lo que ha dado al traste con todo aquel proyecto es el papel político asumido por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), con su “infinita corrupción y mediocridad”:
“Es un sindicato cuyo liderazgo traicionó la vocación educativa del concepto de magisterio de mi padre para convertirse en un instrumento político ofrecido al mejor postor. Pero ese es otro tema, es el gran tema de por qué está tan mal la educación: por el contubernio entre las élites políticas y las élites sindicales...”
–Aunque parece que a este gobierno no le interesa, ¿habría que volver al proyecto original?
–Exactamente, porque es la derecha tecnocrática. Ahora, no me refiero a que necesariamente habría que volver al proyecto original de mi padre, no. Me refiero al proyecto de la educación humanista en cualquier parte del mundo.
Como ejemplo nombra la Universidad de Harvard –la conoce bien pues ahí realizó sus estudios en ciencias políticas–, en donde las humanidades son básicas independientemente de lo que se quiera ser (arquitecto, economista o lo que fuere). Se aplica el llamado Liberal Arts Education, que contempla cursos de historia de las ideas, teatro griego o pintura renacentista, por mencionar algunas materias, al margen de la profesión elegida.
“Se enseña a la gente sobre todo a pensar, no a ejercer un oficio. Es la gran diferencia.”
Desprecio a la tradición
Algunas voces críticas han señalado que la crisis social, la violencia y el narcotráfico son resultado de la falta de formación humanística. Vasconcelos estima que en parte sí y lo vincula con el ejercicio democrático electoral. Cuestiona cómo pueden los jóvenes tomar decisiones inteligentes sin conocimiento de la historia de las ideas.
El resultado es que al votar lo hacen por los candidatos mediáticamente atractivos y no en función de su concepción del país, de sí mismos y de lo que ocurre, cuando obviamente requieren de un bagaje humanístico, conocimientos de sociología, de ciencias políticas y una concepción de la vida.
En contraparte, reflexiona, se están creando autómatas, gente “proclive a aceptar los prejuicios de la derecha”, los dogmas religiosos, por ejemplo. Ha ocurrido así en todas las derechas del mundo, España antes de la guerra civil, las dictaduras militares latinoamericanas de hace unos años y en Estados Unidos el gobierno de George Bush.
Retoma entonces el asunto de la UNESCO, en la que a partir de enero de este año México no tiene un representante permanente exclusivo, sino que desde abril pasado, luego de ser aprobado por mayoría en el Senado, el también embajador ante Francia, Carlos de Icaza, desempeña esa función.
La Secretaría de Relaciones Exteriores esgrimió en su momento razones monetarias, de ahorro presupuestario (Proceso 1730). Vasconcelos lamenta que en el PAN se reduzca todo a términos de pesos y centavos, y juzga esa idea “tecnocrática” como una falta de respeto e “incluso de amor por la tradición cultural de México, por lo que México ha representado en la UNESCO”.
Recuerda que Torres Bodet fue el segundo director general de la UNESCO, luego del internacionalista británico Julian Huxley (hermano del escritor Aldous). Y no sólo eso, sino que tuvo un papel esencial en el diseño y desarrollo del organismo internacional. Pero como esto “no se traduce en pesos y centavos como en los balances de las compañías, no existe”. Se eliminó el gasto de la representación “y que lo haga quien sea”.
Vasconcelos pone énfasis en que la tradición cultural milenaria es la columna dorsal de México y no se debe echar por la borda. Para ello se requiere desempeñar un papel de primer orden en instituciones como la UNESCO, y hace falta, por tanto, un embajador específico.
Él no cree en las razones económicas esgrimidas por la cancillería. Tampoco circunscribe el retiro del representante meramente a los campos de educación y cultura, donde los informes –tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la propia UNESCO– han evidenciado los rezagos de México.
Cita al constitucionalista Diego Valadés, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, quien en público y en privado ha dicho que se trató de rehuir el debate sobre los temas del aborto, el matrimonio entre parejas del mismo sexo y la eutanasia, ante los cuales la derecha ha expresado abiertamente su rechazo.
El exprocurador general de la República declaró el pasado 12 de marzo (La Jornada), que el retiro del embajador se debió a una sola razón: La UNESCO es la promotora de una legislación internacional en materia de bioética, bioseguridad, biotecnología, donde se están discutiendo los temas antes señalados y en los cuales el Estado mexicano ya no quiso tener compromiso y retiró a su representante.
–¿Para cambiar los modelos que se están imponiendo ahora, es necesario sacar a la derecha del gobierno?
–Pienso definitivamente que sí. No me parece que sean cosas accidentales, no, sino que la derecha hace esto: elimina lo humanístico porque no es útil para la optimización de los beneficios económicos de las élites que dominan en un régimen de derecha.
Asume que en términos históricos, las izquierdas o los gobiernos de centro izquierda han tenido mejor comunicación con la comunidad intelectual, pues comparten lenguajes y valores. Así lo vio él en los regímenes del PRI y en gobiernos de izquierda de otras partes del mundo.
En México, indica, la última vez que hubo un gobierno de izquierda fue entre 1934 y 1940 con el general Lázaro Cárdenas. Así que luego de 70 años de ello, México “merece la oportunidad de tener un nuevo gobierno de izquierda”. Recuerda que en 2006 con Andrés Manuel López Obrador se abrió una posibilidad, pero “todos los poderes fácticos de ese momento se pusieron de acuerdo para impedirlo”.
Ahora, convoca, “ha llegado el momento de que intentemos, y veremos qué resulta. Difícilmente puede resultar algo peor de lo que padecemos con los gobiernos de derecha que hemos tenido a partir del año 2000”.
El siguiente paso sería construir un proyecto educativo y cultural de izquierda. Prevé que sería mejor que el de la derecha pues estaría también enfocado al desarrollo social.
“Y como digo, entre la comunidad intelectual y la izquierda cuando menos hay lenguajes, preocupaciones y valores compartidos. Se habla el mismo idioma. El idioma de los libros.”
Entrevista publicada en la edición 1749 de la revista Proceso, ya en circulación.
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