Pedro Echeverría V.
1. Defiendo a la izquierda luchadora, la que está en las calles poniendo en riesgo su trabajo, su libertad, su vida; no a los que “se dicen de izquierda y cobran con la derecha”, como me han escrito los muchos críticos que me han enviado cartas a raíz de mis artículos sobre guerrilleros y Guatemala. Aunque reconozco la gran valía de los Tupamaros, de la brasileña Dilma, de los Sandinistas, de las FARC, EZLN, EPR, de los exguerrilleros latinoamericanos, incluso de la lucha independista del ETA, cuyos gritos ha sido y son anticapitalistas y antiimperialistas; no puedo deducir que todos sean socialistas y que nadie cometa errores, pero no son éstos los que definen. Hay “errores” que se convierten en sistema, en engaño, en cinismo, que no pueden permitirse, pero no se puede decir que la izquierda es igual que la derecha. He escrito mil veces que no es lo mismo estar en las barricadas y en la oposición que estar en el gobierno y el poder.
2. Asumir el gobierno dentro del sistema capitalista, para un izquierdista es casi imposible por las concesiones y los cambios ideológicos que debe hacer que siempre terminan convirtiéndolo en más de lo mismo, en una pieza más del engranaje. El sistema capitalista es toda una estructura de gobierno, empresarial, de valores –también el sistema socialista, que nunca ha existido, es una estructura- y no se puede gobernar en beneficio de la población si no se cambian en serio las instituciones y la ideología. Desde que a mediados de los sesenta me alejé de la “propaganda socialista” y comprendí las revoluciones (francesa, rusa, china y cubana) nunca más hablé de “países socialistas” porque las relaciones de producción predominantes en ellos nunca dejaron de ser capitalistas. Si no se cuenta con las fuerzas de masas de los trabajadores, el sistema económico y de valores capitalistas terminan tragándose a cualquiera.
3. Dicen por aquí que “para que la cuña apriete debe ser del mismo palo” y parece una verdad en todos los campos políticos: Quien más mal hace al socialismo son los que se dicen así mismos “socialistas” y actúan y viven como capitalistas. No se trata que los políticos socialistas deban disfrazarse y vivir como pobretones si no lo son, pero tampoco dilapidar riquezas sociales que controlan de alguna manera. Mientras los malditos propietarios privados, llenos de dinero, creen que lo que atesoran es suyo porque se lo “ganaron” explotando, engañando y haciendo negocios, lo gobernantes creen que por ocupar un cargo pueden disponer a su antojo sobre dineros públicos, en salarios, compensaciones y viáticos. Con ese comportamiento no puede haber diferencia entre un político capitalista de derecha y uno socialista y de izquierda. Respondo a los reclamos que he recibido por ser “acritico” o “festinar” a las izquierdas en el gobierno.
4. Los políticos y gobernantes de derecha y de centro por propia formación e ideología, han sido siempre los modelos de corrupción, autoritarismo, represión, despilfarro y engaño. Pero hemos creído que todos los izquierdistas –por formación propia que combate la acumulación de riquezas y la corrupción- no se les ocurriría nunca hacer lo mismo que la burguesía; pero luego nos encontramos –como si los seres humanos no tuviéramos remedio- que muchos de izquierda son aplicados alumnos de los derechistas. Marcusse, el filósofo, escribió: Si el trabajador y su jefe se divierten con el mismo programa de TV y visitan los mismos hoteles de veraneo; si la taquígrafa viste tan elegante como la hija de su jefe; si el negro tiene un Cadillac; si todos leen el mismo periódico, entonces esta asimilación indica no la desaparición de las clases sino la medida en que las necesidades y satisfacciones sirven para preservar el establecimiento.
5. A principios de los años sesenta recuerdo que Jruschov, el gobernante de la URSS, peleaba con Kennedy, el presidente de EEUU, en una coexistencia pacífica y una competencia económica y cifraba su batalla en demostrar al mundo que pueblo tenía más riquezas; algo así como quién tenía más aviones, más refrigeradores, más comodidades. Luego los “comunistas” Carlos Rafael Rodriguez y creo que Blas Roca discutían en Cuba con el Che Guevara sobre los estímulos materiales (bicicletas, refrigeradores) o estímulos morales (reconocimientos sociales) a los trabajadores que produzcan más, según Che. La realidad es que nunca se comprendió suficientemente que el socialismo no es una sociedad capitalista con aires acondicionados, automóviles, elegantes mansiones y dinero para todos; sino una sociedad libre igualitaria, con valores y necesidades que nada tienen que ver con el capitalismo y los privilegios.
6. A mi me parece muy difícil, por no decir imposible, que gobiernos como los de Brasil, Uruguay, Nicaragua, El Salvador, Venezuela, Bolivia, Ecuador, incluso Cuba, que de alguna manera han planteado querer construir el socialismo en su país, lo puedan hacer mientras grandes países capitalistas poderosos, como los del G Siete, que controlan la economía y política mundial. Puede haber una enorme voluntad, pueden aliarse –como sucedió de los años cincuenta hasta los ochenta con el llamado “bloque oriental”- pero no representan ni un diez por ciento de la fuerza necesaria frente al poder de G Siete. Mientras tanto lo único que podrán hacer son pequeñas reformas sin trascendencia dentro del mismo campo capitalista. Con el gran apoyo de masas se pueden hacer reformas profundas en algunos países, pero para acabar con el capitalismo se requieren gigantescos cambios internacionales hacia ese rumbo.
7. Ni las grandes luchas electorales, ni las grandes batallas guerrilleras han llevado nunca al socialismo o a la sociedad igualitaria. Se pueden hacer reformas agrarias, instituciones públicas de servicios de salud y educativos, así como construir miles de viviendas baratas y lograr más gasto social. Se podrá reducir el desempleo y elevar los salarios, así como ofrecer tiempos de ocio y diversión; todo será mejor que no hacerlas, pero eso no es socialismo ni necesariamente nos encaminará hacia esa meta. El socialismo tiene que ver con que todos los seres humanos sean realmente libres, que tengan derechos iguales, que todos trabajen sin disgusto y gocen de la alimentación necesaria. Quizá por ese rumbo hay que caminar, pero en las condiciones actuales lo único que se hace por los progresistas que están en el gobierno es cuidarse de las agresiones de los capitalistas e imperialistas mientras realizan algunas reformas.
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