Nos desvelamos, amanecimos y en vela seguimos por la búsqueda del sentido profundo que despierta el “43”.
Serán
siete largos meses que la palabra sencilla de los y las familiares de
los 43 jóvenes desaparecidos y, los tres asesinados de la Normal Rural
Isidro Burgos de Ayotzinapa, en el estado mexicano de Guerrero, nos
sigue interpelando sobre qué entendemos por verdad y justicia.
La
voz de cada uno y una de los padres, madres, hermanos, hermanas, tíos,
abuelas, no es resultado de manuales o notas arrojadas por vanguardias
revolucionarias, sino que emerge del latido profundo del corazón. Son
personas sencillas, gente de campo, de dignidad andando frente a las
adversidades de la vida que caminan “los de abajo”. Poco a poco hemos
constando que su palpitar es consecuente, no se resigna, convirtiéndose
en su única guía por la búsqueda de quienes “en vida nos hacen falta”.
Y así los familiares dejaron de tener la vida que tenían antes del 26
de septiembre del 2014 para penetrar a un mundo lleno de injusticias e
impunidad, poco a poco nos damos cuenta qué cuando el cansancio se hace
presente aparece el aliento de miles de bocanadas de quienes hacen de
su dolor la mirada y el abrazo compañero. Mientras nosotros y nosotras
entendemos lo que debemos de hacer con las vidas de esos muchachitos,
con sus seños y convicciones, la justicia pequeña se desvanece en su
propia impunidad desnudando a los criminales.
Y respecto a los
familiares ¿Quién se atrevería a dirigirlos, a despreciar su dolor, a
decirles cómo y desde dónde caminar? ¿el sistema criminal, la farsa de
los malos gobierno, las instituciones podridas, la bandera partidaria,
la izquierda vanguardista?
Hoy reaparecen interrogantes.
Cuándo nos negaron la posibilidad de ejercer y por tanto conocer la
verdad y la justicia dejando a cambio muerte, cárcel, desaparición o
dicho ampliamente: despojo, desprecio, explotación y represión. Desde
cuándo nos vendieron la ilusión de ser depositarios de un tipo de
democracia mal parida por el Estado liberal moderno como la única
oferta de libertad y justicia social en un mundo patriarcal, colonial y
capitalista. Hace 21 años que la palabra de los pueblos del sureste
mexicano ejerció el derecho legítimo por expresarse desde la boca del
fusil. El 1 de enero de 1994 donde no había líderes vimos caudillos,
donde no había cabezas vimos dirigentes blancos, es decir; no vimos
nada porque a escuchar no aprendimos. En cambio ellos, los zapatistas,
siguieron caminando y construyeron sociedades otras sin pedir
permiso para hacerlo. Hoy experimentan el “mandar obedeciendo” como
democracia real, donde la potencia social de las Juntas de Buen
Gobierno se despliega territorialmente en los cinco Caracoles y los 27 Municipios Autónomos Rebeldes superando
y anulando el monopolio de la representatividad de los de arriba y
celebrando al colectivo y no al individuo. “Floreciendo así otra forma
de vida social”.
Pero hay quienes piensan que llegó el tiempo en
que ellos y ellas, los más pequeños, los que encarnizan los crímenes
del sistema, los que caminan con la dignidad de no venderse, de no
rendirse, tienen que contar sus verdades no sólo para constatar una
sociedad mundial ya desquebrajada, sino porqué como dicen los
zapatistas del EZLN es el tiempo de levantar otros mundos posibles:
“Y esto es lo que nos enseñan los familiares de Ayotzinapa, que es
mejor que nos busquemos y nos encontremos quienes padecemos esta
enfermedad que se llama capitalismo. De su mano de los familiares de
Ayotzinapa buscamos a las desaparecidas que hay en todos los mundos que
somos” (Sub Comandante Insurgente Moisés, 1 de enero del 2015, Oventik,
Chiapas).
Ayotzinapa se presenta como espejo mundial donde se
miran los dolores y rabias de los asesinados, desaparecidos, olvidados,
despojados, encarcelados de cualquier rincón del mundo. Muestra lo que
somos y lo que queremos cambiar, lo existente y transformable. También
se ha convertido en una ventana para asomarse y ver el mundo que se va
y el horizonte que puede venir. Entretanto las ciudades en el mundo se
ven agitadas en veces por las gritaderas y otras tantas por el silencio
que estremecer la piel. El dolor y la rabia en 200 ciudades de Estados
Unidos con la “Caravana 43”; en Europa con las 14 que está recorriendo
la “Euro-caravana 43” y; próximamente en el sur del continente con la
“Caravana 43 Suramérica” se está desplegando el gran telar hecho
puente, una vez que se ha enlazado desde cada resistencia y
organización el reencuentro con el compromiso y consecuencia de los de
abajo. Colectivos y espacios organizativos anti-partidistas y no
electorales, que se organizan por la autonomía, hacen resquebrajar las
grietas nuevamente con un ¡YA BASTA! para recibirlos. A mediados de
mayo estarían llegando a Córdoba, Rosario, Buenos Aires, Montevideo,
Porto Alegre, Río de Janeiro, Sao Paulo para despertar la memoria digna
como lucha contra el olvido, se advierte un aprendizaje rebelde
de otro tipo de “compañerismo” que implica compartir con el otro, con
la mirada y palabra de respeto y cariño, coincidiendo políticamente en
que no quedó atrás el despojo vestido con los ropajes progresistas o el
“menos peor” que viene dejando a su paso desmonte, monocultivos
transgénicos, minería, hidroeléctricas, fracking, crimen, asesinatos,
cárcel, etc. Haciendo constar que el exterminio de hace 520 años hacia
diversos mundos de vida sigue en Argentina, Uruguay y Brasil. También
en Bolivia y Ecuador.
Y Emiliano Zapata no murió, como tampoco
José Artigas ni Raúl Sendic en Uruguay, ni Chico Mendes ni Zumbi dos
Palmares en Brasil, ni Bartolina Sisa en Bolivia, ni Juana Azurduy ni
el Comandante Andrecito Guicurarí en Argentina ni el Sub comandante
Pedro ni la comandanta Ramona, ni el Tata Juan Chávez Alonso en México,
sino que se desencontraron con la orden de represión asesina cuando sus
proyectos en lucha mantenemos. Los mandones no se disuelven, se
fortalecen, y en siglo XXI gritamos por la libertad de los 23 jóvenes y
jóvenas criminalizados en Brasil y por las cerca de 170.000 personas
desalojadas por el Mundial de fútbol y los que vienen con las
Olimpíadas en Río de Janeiro en 2016. Gritamos por quienes intoxicados
quedan por los agrotóxicos y bombardeos de productos procesados
Monsanto. Y en cada dolor y rabia buscamos en las mismas geografías a
los 46 muchacho que en vida nos hacen tanta falta. Cuatro meses antes
del crimen del 26 de septiembre del 2014 en Iguala, Guerrero, un grupo
de paramilitares de la CIOAC-H en Chiapas asesinaron al maestro de la
“Escuelita zapatista” Galeano, quien al igual que miles de zapatistas
acompañaron a los asistentes para constatar cómo y desde dónde avanza
la vida digna de las familias y comunidades en resistencia, para
conocer y aprender esa “otra forma de hacer política”. Él ahora revive,
en cada latido andante de la lucha de los de abajo una vez que
entendimos que la venganza no es la justicia que buscamos. Nos acompaña
el mensaje del otro Galeano que las venas abiertas nos dejó y curo con
su palabra que cicatriza dignamente el recuerdo en realidad
transformable. Y apenas 20 días después del homenaje al “Maestro
zapatista” en el Caracol de La Realidad las palabras del finado
Sub Comandante Marcos, también hoy llamado Galeano, revivían a los 43
nombres de los asesinados y desaparecidos en los últimos 9 años que en
vida se nacen en cada rebeldía de lo que somos: “Alexis Benhumea,
Francisco Javier Cortéz, Juan Vázquez Guzmán, Juan Carlos Gómez, Bety
Cariño, el compa Kuy, comuneros de Cherán, los asesinados y
desaparecidos de Santa María Ostula, Sandra Luz Hernández, Juventina
Villa Mujica, el compa mapuche Matías Valentín Catrileo Quezada, Juan
Francisco Sicilia Ortega…los y las migrantes asesinados y desparecido,
los presos que se quiere matar en vida”
Entonces transcurrieron
135 días y nos embosca nuevamente el tortuoso “43”: Cesar Manuel,
Emiliano, Cutberto, Luis Ángel, Abelardo, Jorge, Magdaleno, José,
Leonel, Jesús, Mauricio, Antonio, Bernardo, Israel, Dorian, Miguel…
¿qué nos susurran los jóvenes de la Normal Rural Isidro Burgos de
Ayotzinapa? Será lo que los zapatistas repiten una y otra vez: “no se
rindan”, “no claudiquen”, “no se vendan” porqué falta lo que falta.
Antes
del crimen de Estado en Ayotzinapa, en la primera semana del mes de
agosto el Congreso Nacional Indígena junto con el EZLN y adherentes a
la Sexta Declaración de la Selva Lacandona advierten que aquel tiempo
en que la madre tierra hablaba con las mujeres y los hombres tiene que
ser recuperado para nombrar al verdadero criminal: el capitalismo.
Mientras tanto, ya escurriendo los días del mes de diciembre y
levantándose los de enero los familiares de los 46 se liberaron de ser
los únicos a quienes habita el dolor y la rabia, se reencontraron con
los y las que somos en el abajo en el “Primer festival mundial de las
resistencias y las rebeldías contra el capitalismo: donde ellos
destruyen nosotros reconstruimos” y en la lucha siguen junto a miles en
el mundo. Entrando el 2015 Palestina y Rojava no han sido derrotadas
por el poder de las tiranías ante el mismo rostro de muerte. En
múltiples escalas geográficas las mujeres defienden su tierra y la
pachamama las acompaña. Las reflexiones y análisis nacidas del pecho de
los seminaristas de la Universidad de la Tierra en San Cristóbal de las
Casas son semillas que brotan en un suelo que es potencia viva de los
pueblos. Y los campesinos y barrios urbanos siembran y cosechan también
semillas de libertades. En “territorio zapatista, rebelde y en
resistencia” se defienden los semilleros y frutos de tantos años de
lucha, resistencia y organización, y el día 1 de marzo del 2015 se
inauguró la Escuela Autónoma Zapatista “Compañero Galeano” y la Clínica
Autónoma 26 de Octubre “Compañero Subcomandante Insurgente Pedro” en
el poblado Nueva Victoria. El Sub Comandante Insurgente Moisés y el sub
Galeano invitan del 2 al 9 de mayo a producir/reproducir semilleros
mientras cuidan sus Caracoles. Quizás aún la marea desafiante
no se alcanza a ver y los vientos que nos desgarran desdibujan la
tormenta que viene –y la cual advierten los zapatistas- .
Vendrá
también la segunda etapa de “la Escuelita para la libertad según l@s
zapatistas” aún a pesar de que el despojo y la represión brutal
pretende acallar lo que no es abreviable.
Pero cuando los de
abajo comienzan a entender de que se trata, otros mundos abrazados por
la Madrecita tierra comienzan a germinar entremedio, intentando
enmendar cada desgarre desde la experiencia comunitaria de resistencia.
Nacen y se refuerzan las referencias colectiva del concepto de
“compartición”, dejando que la comunicabilidad de la experiencia no
muera. Es en el momento de narrar el transcurso de su vida que se pone
en movimiento una serie de sentimientos, de dolor y rabia, de esperanza
y desasosiego, de reflexiones, propuestas y procesos territorializados
entre las cuales, sin percatarse de ello, se encuentran a sí mismos en
sus muertos y desaparecidos, en nuestros muertos y, en susurro la
escucha atenta se brota en un nosotras, aquí y ahora.
En
un sistema moribundo, no sólo el saber y la sabiduría de hombre y
mujeres comunes es una necesidad por la vida, sino sobre todo su vida
vivida colectivamente y la defensa irrefutable de sus frutos es el
material que tanto nos hace falta para curar la brutal herida que viene
dejando el despojo/represión, para tejer, nacer y proteger la historia
de libertad que tanto necesitamos en está tormenta que pretende
arrancar, desenterrar y ahogar las semillas de estos mundos ya brotados.
*Diana
Itzu Gutiérrez Luna
participa en dos espacios organizativos adherentes
a la iniciativa de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona: desde
México en el Espacio de Lucha contra el Olvido y la Represión (ELCOR)
de la Red contra la Represión y por la Solidaridad. En Córdoba,
Argentina con Piratas x Tierra Mojada. Fue estudiante de la Escuelita
Zapatista “la libertad según los y las zapatistas” en agosto del 2013.
Es además socióloga e investigadora social.
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