por: Alvaro Cepeda Neri /
15 mayo, 2015
I.- Van muchos
“Primero de mayo” que los trabajadores mexicanos, con sus vetustos
dirigentes de apagados sindicatos, desfilan mansamente por las calles
que les permiten los gobernantes, sin ánimos para protestar por las
condiciones de hambre, enfermedades y pobreza que arrastran como
modernas cadenas. Marchan por marchar, caminando sin energías no
obstante que están sobrados de motivos para indignarse bajo el yugo de
sus patrones, modernos esclavistas que, apoyados por los malos
gobiernos (el de Peña es el peor, con su capataz Navarrete Prida,
nefasto secretario del Trabajo), explotan a los trabajadores. Son casi
limosneros. Ya no ejercen su derecho a la huelga, porque saben que los
despiden. Y por esto es que Navarrete presume que en las Juntas de
Conciliación se revientan, con negociaciones de miserables aumentos,
como los que cada año otorga la Comisión de los Salarios… ¡Mínimos!, y
que no alcanzan para cubrir ni la mitad de la canasta básica. Y con el
recorte de gastos gubernamentales, por la mala conducción de la
política económica, la baja del precio petrolero y la devaluación del
peso, a los trabajadores les espera el despido masivo para ingresar al
ejército de la informalidad.
II.- Los empleados saben que tras las
elecciones se les viene encima una crisis social que los hace protestar
en las calles. Y el hambre los empujará al asalto de tiendas y camiones
repartidores, así sea hasta de comida “chatarra”, porque como se dice
el hambre es canija y no hay quien la resista como ya lo hacen 50
millones de mexicanos sobreviviendo en esa desgracia. Los desfiles
obreros deberían ser la paralización de las labores en los sectores
privados y públicos, pues sus élites se pagan sueldos millonarios. Hoy,
Peña-Videgaray tienen un multimillonario gasto corriente, para cubrir
lo que les regalan a sus funcionarios y a sus cómplices del
pseudosindicalismo que han domesticado a los obreros y empleados,
llevándolos a recorrer las calles con pancartas de agradecimiento. Y
que reciclan año con año.
III.- Se ha cancelado de facto el
derecho a la huelga, permitiéndoles a los trabajadores que el Día del
Trabajo, salgan a desfilar, no a protestar; y para impedirlo están las
fuerzas del orden. Han caminado este uno de mayo algunos miles de
trabajadores y empleados con sus dirigentes, entre los cuales no hay
ninguno que merezca el nombre de “líder” obrero. Al otro día de las
marchas, sigue la explotación laboral. Los mexicanos que mal venden su
fuerza de trabajo, bajo la amenaza de que esperan en fila hasta cinco
desempleados para entrar al relevo y con menor salario, no parecen ir a
rebelarse. El recurso de huelga y de movilización para convocar a la
paralización de labores, sigue siendo una tradición desde hace 30 años:
aguantar el yugo patronal, con ¡16 millones de jornaleros como
esclavos!, a cambio de un miserable salario. Tal vez sea aparente la
conformidad de los trabajadores y cualquier día, aunque no sea uno de
mayo, decidan exigir la reivindicación que por conquistas obreras y por
ley del trabajo, les han escamoteado.
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