El voto por nadie es también un clamor de alerta para quienes ahora lo ven con indiferencia.
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Por
primera vez anularé mi voto. Iré a votar porque me parece que la
elección de entre diversas opciones es el mejor método para construir
la democracia. Anular mi voto será mi elección ante la ausencia de
candidatos y partidos que me convenzan.
Dejé de considerar votar por el menos malo o votar porque el
abstencionismo o el anulismo pudieran tener como consecuencia favorecer
a los partidos con una estructura clientelar o de voto duro. Me parecen
argumentos que eluden el problema central y orientan hacia un
comportamiento que a fin de cuentas es la aceptación del estado de
cosas.
La propaganda política que debiera ser una discusión sustancial
sobre los problemas públicos y las propuestas para solucionarlos, es
una sucesión de ruidos. La diferencia entre propuestas pareciera
centrarse más en la estridencia, en los gritos o en el ritmo que busca
votos a la canción más pegajosa. Pareciera ser que no se trata
solamente de un problema de creatividad o de imaginación sino de
severos problemas de conocimiento y de capacidad para entender lo
público y enfrentar sus problemas.
La corrupción, el arribismo, el clientelismo, la patrimonialización
del presupuesto público se ha convertido en el factor que hace iguales
a quienes debieran ser diversos.
La competencia política se ha convertido en un gran proceso de
colusión en el que cada partido busca preservar su cuota de clientes
cautivos, su rango de privilegios.
En las últimas décadas la transición democrática creó un sistema de
selección de élites políticas exitoso en la elitización y pobre en el
mejor gobierno. El sistema electoral que debiera ser la gran ingeniería
institucional para proveer una democracia con mayor legitimidad,
movilidad en el ejercicio del poder y con resultados, fue anulado en la
captura por los intereses.
En la perspectiva de la construcción de una democracia, el voto nulo
quizás por el momento sea apenas simbólico del descontento, pero
debiera formar parte de las posibles elecciones ciudadanas y contar
como sanción común a los partidos y candidatos en la disminución de
prerrogativas. El voto por nadie es también un clamor de alerta para
quienes ahora lo ven con indiferencia.
Pero, por otra parte, el voto nulo como sanción proveniente de la
inconformidad no es todavía una acción que apunte a construir
alternativas. Pero tales diversas alternativas para evitar ser
absorbidas por el status quo, requerirán realizar una práctica radical
a la forma de hacer política. Y en esto todavía nos queda un largo
trecho.
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