Arturo Rodríguez García (Proceso).- Frente a las grandes liquidaciones y seguros para
retiro de la alta burocracia, los trabajadores de base y confianza al
servicio del Estado enfrentan numerosos problemas para cobrar lo que les
corresponde: la complejidad de juicios que pueden tardar décadas; el
retraso en el pago de liquidaciones e indemnizaciones por despido e
inclusive la disminución de sus fondos de ahorro, atribuidos a
movimientos del mercado.
Entre despidos de personal y las
jubilaciones anticipadas impulsadas por la Secretaría de Hacienda como
una medida de austeridad, de acuerdo con el presupuesto anual se tenía
prevista la terminación de 15 mil 825 plazas laborales en 2016. El
presupuesto de 2017 prevé la eliminación de 18 programas que implicarán
más recortes de personal.
La eliminación de programas y plazas fue
aprobada en dictámenes por la Comisión de Presupuesto que,
paradójicamente, preside Alfredo del Mazo Maza, quien al renunciar como
director de Banobras obtuvo una liquidación de 451 mil pesos netos,
según información obtenida por Proceso mediante solicitudes de
información.
“Eso es el doble del máximo que puede obtener un
trabajador como prima de jubilación. La diferencia es que a los
políticos se les asignan esas liquidaciones por meses o unos cuantos
años de trabajo, mientras que el trabajador cobrará su prima por 30 años
de servicio, toda una vida”, dice Heberto Barrios, integrante de la
Confederación Nacional de Jubilados, Pensionados y Adultos Mayores
(CNJPAM).
No existe una cifra definitiva sobre los despidos de
personal en el sector público. El abogado laboralista Manuel Fuentes
Muñiz, quien representa a varios sindicatos de burócratas, estima que la
reducción de personal alcanza a 30% de los empleados federales, en
muchos casos despedidos sin ningún tipo de indemnización.
Doctor
en derecho, catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana,
Fuentes Muñiz explica que existe otro rango de trabajadores que, si bien
pueden tener antigüedades variables de hasta cinco o 10 años, tienen
contratos eventuales, por lo que se les recorta el contrato o se espera
la fecha de terminación y no se les liquida.
Entre las
liquidaciones más abultadas durante el gobierno de Enrique Peña Nieto,
Muñiz destaca el hecho de que dos de éstas tengan que ver precisamente
con funcionarios de la seguridad social:
José Antonio González
Anaya, como director del IMSS, obtuvo al renunciar en febrero último 831
mil pesos de liquidación, mientras que Alejandro Canek Vázquez Góngora
consiguió 562 mil pesos por el mismo concepto, luego de trabajar menos
de tres meses en el Fonacot.
En ambos casos recibieron su
liquidación pocos días después de su renuncia, mientras que un
trabajador común del sector público podría tardar meses en cobrar su
prima de jubilación, según la CNJPAM.
El reclamo de derechos
laborales, como la liquidación, lleva hasta 20 años, según Manuel
Fuentes. Pone como ejemplo lo ocurrido el pasado miércoles 7, cuando la
Suprema Corte de Justicia de la Nación concedió un amparo al jefe de
gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, contra un arresto
administrativo dictado como medida de apremio para cumplir un laudo
laboral.
El caso data de 2002, cuando un extrabajador del Registro
Público de la Propiedad y del Comercio del Distrito Federal fue
despedido y demandó una liquidación al gobierno capitalino.
“Esto
muestra que la justicia laboral burocrática carece de justicia para los
trabajadores que pretenden reclamar una liquidación; tienen que recorrer
caminos largos para poder lograr un pago de esa naturaleza y, además,
presionar a las entidades donde hacen su reclamación para que se incluya
en los presupuestos de los años siguientes. Siempre es un proceso muy
difícil para los trabajadores.”
El sector más desigual
Al
menos 15 mil trabajadores petroleros quedaron en la calle entre 2015 y
2016, según la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas Petroleros
(UNTYPP).
El sector energético, comprendido por trabajadores de
Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, es de los más afectados, en
especial porque a partir de las reformas estructurales se ampliaron las
operaciones de empresas privadas.
El pasado 30 de noviembre, en
sesión del Senado, la legisladora de Morena Layda Sansores habló de los
despidos masivos en Pemex que han impactado zonas petroleras como Ciudad
del Carmen, Campeche. Sobre éste ni ningún otro tema el senador priista
y dirigente petrolero Carlos Romero Deschamps jamás había dicho ni
media palabra en el Senado desde que ocupó su escaño hace más de cuatro
años.
Ese día, ante los reclamos de Sansores, gritó desde su
asiento que ningún trabajador estaba despedido, y ante las réplicas de
la senadora y de Manuel Bartlett, volvió a su silencio habitual.
El
secretario de organización de la UNTYPP, Moisés Flores Salmerón, admite
que en muchos casos se trata de procesos jubilatorios, pero “el
problema es que no les están pagando su jubilación, sino que les están
deteniendo ese proceso porque dicen que no hay dinero”.
Afirma
también que a quienes se está liquidando se les realizan cálculos sobre
la base de salarios ordinarios, sin considerar prestaciones y
compensaciones que deberían asimilarse al salario.
Lo anterior no
sucede con directores generales, como Emilio Lozoya Austin, que según la
información disponible es el que más ha cobrado por liquidación, para
cuyo cálculo –lo mismo que en otros 12 casos en otras dependencias– se
le integraron compensaciones mensuales garantizadas y otros ingresos por
concepto de prestaciones.
Con la compensación mensual
garantizada, el titular de una dependencia federal ve quintuplicado su
salario base. Eliminando compensaciones a los trabajadores comunes, como
denuncia la UNTYPP, su liquidación se reduce alrededor de 50%.
El
régimen de ahorro de los secretarios de Estado y cargos directivos en
entidades federales les permite ahorrar cada año 492 mil pesos, la mitad
por aportación del gobierno.
Empero, un trabajador de nivel medio
o inferior, sea de base o de confianza, no tiene esa posibilidad. Sólo
cuenta con su fondo depositado en alguna afore, empresas cuyos manejos
en fechas recientes han provocado movilizaciones de protesta de
distintos grupos de trabajadores, jubilados y pensionados.
Es el
caso de los jubilados del IMSS, que a lo largo de 2016 se movilizaron
contra Afore XXI en reclamo de sus ahorros. La SCJN amparó a la
administradora, propiedad de Grupo Banorte, contra el reclamo.
De
acuerdo con Barrios, de la CNJPAM, el problema es que con todas las
afores enfrentan un problema de minusvalía, es decir, reducción de sus
ahorros sin responsabilidad para éstas, sin transparentar en qué
invierten los fondos, pero que en cualquier caso cobran sus comisiones.
“Es
el sistema mexicano político y social, basado en esta desigualdad. Esto
es parte de los favores que se dan; no aportan nada pero crean grandes
problemas. Son funcionarios consentidos y eso causa indignación: 1
millón 800 mil pesos a Emilio Lozoya al salir de Pemex, 1 millón 200 mil
a Ochoa Reza por salir de la CFE; los dos por cuando mucho tres años.
Pero un trabajador promedio, con su afore, puede aspirar cuando mucho a
200 mil pesos por toda una vida… y a ver si se lo quieren pagar”.
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