Lev M. Velázquez Barriga *
La última fase de la
reforma educativa en México, que se había anunciado con grandes
expectativas de transformación para la educación en el país, no ha
tenido los impactos esperados para nadie, ni siquiera para los partidos
políticos firmantes del Pacto por México; tampoco para los empresarios, y
para el actual gobierno es cada vez más insostenible mostrar resultados
favorables que nos convenzan de lo contrario.
Los resultados de PISA evidenciaron, con las mismas armas de los
tecnócratas, que el rumbo educativo que han seguido hasta hoy no es el
correcto. Aurelio Nuño no se puede lavar las manos distanciándose de una
reforma que ha sido estratégica desde 1993; cada cambio que ha tenido
el sistema educativo, desde entonces y hasta hoy, ha sido parte de un
solo tejido neoliberal, pero en distintas etapas: unas veces
curriculares y otras administrativas y laborales.
PISA se aplicó por última vez en 2015 a los alumnos de 15 años; es
decir, una generación de jóvenes que nació junto con el nuevo milenio,
pero también creció y se desarrolló dentro del sistema educativo a la
par de las reformas curriculares neoliberales basadas en el modelo
estandarizado por competencias que impulsaron la OCDE y el Banco
Mundial, como una necesidad imperiosa para estar a la vanguardia de las
demandas de la globalización.
Esta generación debió ingresar a prescolar junto con la reforma
curricular de ese nivel en 2004; cuatro años después, en 2008, apenas
cursando la mitad de su educación primaria, se introdujo ahí el modelo
por competencias, y cuando estudiaron la secundaria, la reforma
curricular empresarial tenía varios años en práctica, desde 2006. Para
2012 ,ya había nuevo libros y programas de estudio en todo el país
acordes con la nueva visión.
Estos jóvenes padecieron también la fiebre de las evaluaciones
estandarizadas en México, de 2006 a 2012, cuando el Examen Nacional de
Logro Académico en Centros Ecolares (Enlace) se colocó como el parámetro
más importante para medir los resultados del sistema educativo
mexicano, centrándose en los alumnos y en sus aprendizajes, porque se
suponía que ahí era donde finalmente se vería reflejado el éxito o el
fracaso de la enseñanza.
Podríamos hablar, entonces, de una generación escolar que se graduó
cursando todos los niveles de educación básica con la reforma curricular
que puso su mayor énfasis en el modelo empresarial basado en
competencias y en las evaluaciones estandarizadas; no obstante, la
principal autora intelectual de la reforma educativa, en su calidad de
juez y parte, dice por medio de su examen PISA que los alumnos mexicanos
no cumplieron con los estándares de calidad, pero no asume
responsabilidad alguna.
Estamos frente a un megafraude: la OCDE ha vendido por cientos
de millones de pesos al gobierno mexicano (pero a costa del dinero de
todos nosotros) recomendaciones que no sirven, que ellos mismos desechan
mediante sus propios mecanismos de medición, para luego revendernos las
mismas tesis que van a generar malos resultados en tres años, y así
sucesivamente, en un círculo vicioso que alimenta su dinámica económica.
Los resultados de PISA no son la razón que da sentido a la actual
reforma educativa, laboral y administrativa, como pretendió hacernos
creer Aurelio Nuño en un discurso oportunista y desesperado por su
fracaso al frente de la SEP, sino parte de un ciclo de reformas
neoliberales que hacen crisis desde su interior y que impiden el avance
de una educación de calidad con dignidad. Tampoco nos están gritando a
la cara:
adelante con la reforma, como expresó Claudio X González, de Mexicanos Primero, su otro autor intelectual conjuntamente con la OCDE, porque en ella radica el problema que hemos arrastrado por varios años, no la solución.
La consejera presidenta del INEE se unió al unísono de los exculpados
y no desaprovechó la oportunidad para reciclar, como respuesta a los
resultados de PISA, el recetario que la OCDE entregó a México en 2010,
el mismo que delineó los ejes centrales de los cambios constitucionales
que hoy nos han sumergido en un conflicto social y magisterial sin
salida en el contexto de la reforma educativa actual.
Las acciones propuestas por el INEE sugieren de nueva cuenta que los
responsables de la crisis educativa son los maestros; por ello plantean
trabajar sobre su formación inicial, el ingreso, la promoción a cargos
directivos y la evaluación, de hecho esta última como eje transversal;
es decir, agudizar la reforma vigente, focalizar otra vez el problema
fuera de lo pedagógico y retroceder tres años de arduas discusiones, que
avanzaron en reconocer como equívoca e insuficiente una medida de
carácter laboral.
Autoexculpados todos los verdaderamente responsables del desastre
educativo (incluso más allá de PISA), entre la sociedad mexicana, sus
maestros y un sector muy importante de investigadores crece la firme
certeza de que no reprobaron los alumnos, no son los maestros los
culpables de ese desastre: reprobó la OCDE, fracasó Mexicanos Primero y
los demás empresarios que la respaldaron; se equivocó el Estado, que
abrió las puertas a sus políticas fallidas para entrar en nuestro
sistema educativo y legislativo.
*Doctor en pedagogía
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