La Jornada Editorial
La casa Millon Drouot
efectuará la subasta de 120 piezas prehispánicas hoy, a las 8:30 horas
–tiempo del centro de México–, de las cuales el Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH) calcula que 95 proceden de Teotihuacán,
estado de México; Guerrero, Oaxaca y zonas del sureste mexicano donde se
asentaron las culturas maya y olmeca, aunque también estimó que 23 de
ellas serían en realidad réplicas modernas.
La casa subastadora espera que cada pieza ofrecida en la puja, que
tendrá lugar en París, Francia, le reporte hasta 90 mil euros (casi 2
millones de pesos) en el caso de un adorno de oro elaborado en Colombia.
Al enterarse del inminente remate de objetos que forman parte del
patrimonio cultural de México, desde el pasado 28 de agosto el INAH
presentó una denuncia ante la Fiscalía General de la República (FGR), la
que a su vez solicitó la cooperación del Ministerio de Justicia
francés.
Asimismo, a través de la embajada encabezada por Juan Manuel Gómez
Robledo y de la Organización de las Nacionales Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (Unesco), se requirió a Millon Drouot cancelar
la actividad, sin que la empresa respondiera hasta ayer. La semana
pasada, la casa de subastas ya se vio obligada a retirar de su catálogo
el fragmento de una estela del periodo clásico maya sustraído del sitio
de Piedras Negras, en el norte de Guatemala.
Cabe saludar las gestiones de salvaguarda del patrimonio nacional
emprendidas por el INAH y por el embajador Gómez Robledo, quien recalcó
que la defensa del patrimonio cultural es una prioridad para la actual
administración. Sin embargo, está claro que se debe ir más allá: en
primer lugar, llevando el reclamo a nivel de cancillerías para mostrar
la importancia que el Estado mexicano otorga al proceder cuando se
trafica con piezas de incalculable valor histórico sustraídas del país
de manera claramente ilegal.
En segundo, el escalamiento diplomático y jurídico del asunto debe
incluir el impulso para que, por intermedio de la Unesco, la comunidad
internacional tome las medidas más enérgicas, a fin de evitar que el
patrimonio cultural sea tratado como si fuera una mercancía y no como lo
que es, a saber, parte inalienable de la identidad de los pueblos.
Como señalaron ayer autoridades de las secretarías de Relaciones
Exteriores, de Cultura, así como el INAH, en las circunstancias actuales
existían escasas posibilidades legales de impedir la subasta y será
incluso más difícil recuperar las piezas de manos de quienes las
adquieran. Pero la lucha contra estas prácticas debe sostenerse, no sólo
por principio, sino porque en la medida en que subsista esa clase de
ventas existirá un poderoso incentivo al robo de museos, sitios y
yacimientos arqueológicos: como señaló Gómez Robledo,
este tipo de comercio alienta el pillaje, el tráfico ilegal y la imitación practicada por la delincuencia trasnacional organizada.
Tras décadas de imposición ideológica mercantilista en todos los
ámbitos de la vida, se ha normalizado hasta extremos grotescos la noción
de que todo lo existente es susceptible de convertirse en mercancía.
Por ello, hoy resulta más importante que nunca salvaguardar el legado
cultural mesoamericano y combatir su asimilación a las lógicas
deshumanizadoras del mercado.
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