Machismo & Terror
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Sobre relación entre la cultura machista y los perfiles psicosociales de los machistas relacionado con una estima baja y de subjetividad perdedora. |
Nunca
pensé que llegaría a decirlo, pero he de reconocer que Donald Trump dio
en el clavo cuando tras el atentado de Manchester se refirió a los
terroristas como “losers” (perdedores). Y tiene razón Trump, lo que
quizás no sepa es que esa estrategia de recurrir a la violencia para
imponer ideas, valores y creencias no es exclusiva del terrorismo y que
quienes se creen superiores en la certeza de su falacia, con frecuencia
recurren a la utilización de la fuerza y la violencia en la dosis
necesaria para conseguir sus objetivos. Y eso es lo que hace el
machismo, por ello los machistas son también unos “losers”, o sea, unos
perdedores.
El
machismo es el mayor club de perdedores del planeta, tanto que tiene
sede en todos los países, ideologías, religiones y expresiones
culturales. Y los machistas son los derrotados por sus propias ideas,
creencias y obras en cualquier rincón del globo, de ahí esa sensación de
amenaza permanente en la que viven ante el avance de la Igualdad, y por
eso el recurso constante a la violencia y a la imposición de sus
decisiones a través de unas pautas que la cultura convierte en
tradición, costumbre y normalidad para someter a quienes no piensan como
ellos.
La
violencia sólo es un paso más cuando perciben que el control social no
ha sido suficiente, esa es la razón de que sea una violencia
aleccionadora, capaz de generar el miedo suficiente con el que
enlentecer todo el proceso de transformación y cambio que vivimos en la
actualidad gracias a la Igualdad.
Su injusticia y sinrazón se demuestra en esa actitud. Si tuvieran algo
de razón, sólo con utilizar el poder que les da la gestión de la
“normalidad” sería suficiente para mantener su modelo, pero no lo
consiguen porque ese modelo nace de la injusticia que supone la
desigualdad, por eso tienen que recurrir a la violencia, y de manera muy
especial a la violencia de género.
Porque
las mujeres son la referencia de contraste que han utilizado para
levantar la identidad machista, su cultura a partir de lo masculino, y
la convivencia bajo el orden y la supervisión que cada hombre aplica en
su entorno en nombre de todos los demás, y para el resto de todos ellos.
Y como
las mujeres están cambiando y escapando del ropaje tradicional con el
que habían vestido su identidad, lleno de enaguas y corsés para que la
libertad fuera inalcanzable entre los días que escapaban a su mirada y
anhelos, los machistas se sienten perdidos en esta nueva deriva que ya
no controlan.
Por
eso no es casualidad que las dos últimas Macroencuestas que cuantifican
directamente la violencia de género, la de 2006 y la de 2011, hayan
recogido un aumento de esta violencia, que ha pasado en esos cinco años
de unos 400.000 casos anuales a 600.000.
Las
mujeres cambian y rechazan la identidad, los espacios y tiempos
impuestos, y el machismo responde con violencia para corregirlas y
castigarlas, pero ya no consiguen retenerlas, ahora son ellas las que
deciden y rompen con el “cásate y se sumisa” de antes para salir de la
relación y vivir en paz y en libertad.
La
misma situación que lleva a muchos hombres a vivir una soledad
esencial, porque es una doble soledad, la material de encontrarse solos
tras el fracaso de la violencia, y la vital al comprobar que la
masculinidad prometida era un “bluff”, el “bluff de los perdedores”.
El
machismo insiste en mantener el poder y sus privilegios como medio para
recompensar a los hombres que sigan sus referencias. Es una especie de
feria o mercado destinado a captar mercenarios para la causa a través
del mayor sueldo que da la brecha salarial, el reconocimiento más alto
obtenido a través de los puestos de dirección y poder, una vida
adaptable y controlable al contar cada día con un 34% más de tiempo de
ocio que las mujeres (CIS, marzo 2014), la posibilidad de utilizar la
violencia de género desde la tranquilidad de la impunidad y la
culpabilización de las propias víctimas… y así podríamos continuar con
la oferta ventajosa para ser hombre en el sentido tradicional.
Todo
son ventajas y privilegios para luego sacrificarse por la causa y
actuar como “chivos expiatorios” cuando las circunstancias del guión de
la cultura lo exijan, pero en realidad no ganan nada de valor, sólo
mantener la injusticia un poco más. Nadie ha conseguido mantener la
injusticia sobre la violencia, antes o después fracasa.
Quienes
utilizan la violencia como argumento lo hacen porque saben que no
tienen razón. No tienen nada que ganar, sólo que perder, pero insisten
porque en verdad son unos “losers” y su destino es perder, aunque en su
insistencia generen tanto daño y dolor.
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