44 Festival de Toronto
Leonardo García Tsao
▲ Pryanka Chopra Jonas y Farhan Akhtar, en la presentación de El cielo es rosa en el festival canadiense.Foto Afp
El director sueco Roy Andersson es un fuera de serie que en casi 20 años ha realizado sólo cuatro largometrajes, empezando por Canciones del segundo piso
(2000), todos ellos construidos con base en viñetas de un humor negro y
absurdo sobre la condición humana. Su más reciente creación, titulada Om det oändliga (Acerca de lo interminable) es diferente porque el humor está casi ausente, pero la estrategia estética es la misma.
Ganadora del León de Plata al mejor director en el pasado festival de Venecia, Om det oändliga
confirma que nadie filma la miseria humana con tal extraña y
perturbadora belleza. Con los colores deslavados, un plano general,
estático en el que se resuelven las mínimas acciones y una infinita
profundidad de foco, las imágenes conseguidas por Andersson asemejan
cuadros hiperrealistas en movimiento. Son como dioramas del absurdo de
nuestra existencia, en donde cosas tan nimias como un zapato femenino
con el tacón roto remite a una tragedia mayúscula.
En esta ocasión hay unos cuantos personajes recurrentes. El principal
es un sacerdote que ha perdido la fe y sufre pesadillas en que él es
azotado por una multitud, cargando una cruz en su propio y moderno vía
crucis. Aunque el hombre acude a un siquiatra pidiendo ayuda, este lo
evade argumentando que va a perder su tren. También hay un par de
viñetas históricas sobre el nazismo: oficiales nazis esperan ansiosos en
su búnker durante un bombardeo y el propio Hitler, con cara de derrota,
se les une; en otra, un sinfín de tropas alemanas marchan a su
cautiverio en Siberia, bajo una furiosa ventisca. Mientras tanto, una
impersonal voz femenina narra cada viñeta con la misma frase inicial:
“He visto…”.
Otro tipo de fantasmas habita La Llorona, tercer largometraje del cineasta guatemalteco Jayro Bustamante (autor de Ixcanul y Temblores),
quien narra la caída del general senil –y ficticio ex presidente–
Enrique Monteverde (Julio Díaz), que es sometido a juicio por los
crímenes de lesa humanidad cometidos en su administración. Aunque el
tribunal lo encuentra culpable de genocidio, Monteverde sale libre a
refugiarse en su mansión con los pocos familiares y servidumbre que lo
acompañan. Una multitud rodea el lugar, gritando arengas que no cesan.
Al hogar llega la misteriosa figura de Alma (María Mercedes Coroy), una
indígena que parece precipitar apariciones y otros fenómenos.
Con buena intuición, Bustamante se arriesga a mezclar lo político con
lo sobrenatural. En este caso, es el pueblo guatemalteco entero el que
llora por sus hijos. Lo extraño se sugiere primero con el sonido de
sollozos femeninos en casa del militar y concluye con una aglomeración
fantasmal en su alberca, entre otras imágenes sugerentes. En general, el
uso del sonido es especialmente afortunado en crear un clima de asedio
físico y espiritual. La Llorona confirma la estatura del realizador en el muy escaso cine de su país.
Twitter: @walyder
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