Napoleón Gómez Urrutia
La depresión económica y el
proceso inflacionario registrados en nuestro país durante los años
recientes, a la vez que la política salarial equivocada que se aplicó
para contener el crecimiento de los salarios reales, acentuaron la
concentración de la riqueza y generaron problemas financieros y de
mercado en los diferentes sectores de actividad. Esta situación aumentó
el desempleo y deterioró las condiciones de vida de la mayoría.
México en la actualidad enfrenta dos retos fundamentales derivados de
ese modelo neoliberal. Uno: cómo retomar el camino del progreso y
reorientar el avance económico sobre bases sólidas. Dos: cómo consolidar
el desarrollo económico y social como lo ha propuesto e iniciado el
gobierno de la República de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en un
contexto de respeto a las libertades individuales y colectivas, a las
iniciativas de transformación de la sociedad, a los intereses legítimos
para mejorar el bienestar y los niveles de vida y a la capacidad de
expansión y reinversión de los excedentes que se generan en un sistema
de economía mixta, y que sean apegados a la justicia y la dignidad de
los mexicanos.
Es necesario retomar el rumbo sobre bases nuevas, conforme a los
grandes lineamientos del desarrollo nacional que se fundamentan en la
nueva política económica y social en la cual la reducción intensa de la
desigualdad, de la corrupción y de los enormes privilegios, son
objetivos centrales para no repetir errores e injusticias y así
construir una estrategia integral que reoriente los esfuerzos de la
comunidad.
Para ese propósito sería muy conveniente crear un Consejo Económico y
Social Nacional, con la participación de algunos sectores y actores que
se identifiquen en la promoción del cambio, para alcanzar una mejor
distribución del ingreso y una mayor justicia social. La prioridad
deberá ser fortalecer el poder adquisitivo y con ello el consumo y la
demanda, con lo cual se reactivará la estructura productiva y se
consolidará un mercado interno que proteja mejor a la economía nacional
de los vaivenes e incertidumbres de las crisis del comercio y el
crecimiento mundial.
En el momento actual, con ese ánimo positivo lleno de patriotismo y
nacionalismo renovados del pueblo de México, como se ha evidenciado
estos días en las expresiones de todos los sectores en torno al primer
Informe de gobierno, resulta necesario mantener un ritmo suficiente de
inversión pública en obras de urbanización e infraestructura social,
industrial y agropecuaria, al mismo tiempo que estimular la inversión
privada y la responsabilidad social empresarial con la finalidad de
atender los rezagos existentes y proteger la planta productiva y el
empleo. Todos nos debemos involucrar.
El reto del crecimiento y el desarrollo no es sólo del Estado
mexicano, sino de aquellos que han sido grandes beneficiados de los
recursos naturales del país, de la explotación de la mano de obra barata
con un elevado costo social y de una política fiscal flexible y
protectora de sus intereses. Hoy México necesita de un esfuerzo
integral, solidaridad y entrega para transformar a la sociedad y abrir
nuevas perspectivas para el desarrollo, si queremos alcanzar la
transformación de fondo y el cambio de estructuras que nos ha propuesto
AMLO para tener una vida más sana, equilibrada y una paz duradera de
largo plazo. La nación ya no puede esperar más. Hoy es el momento del
cambio generoso y solidario con dimensión social, para dar el salto
hacia una nación moderna, diferente y con un futuro de prosperidad
compartida.
Con esa perspectiva, es recomendable que los programas estatales y
sectoriales de desarrollo se integren a la estrategia nacional, de tal
forma que además de atender las necesidades urgentes, se contemplen
medidas efectivas para hacer frente a los requerimientos previstos en el
mediano plazo y sentar las bases de un desarrollo democrático y
participativo de la sociedad.
En la presente coyuntura, es indispensable mantener un ritmo
suficiente de inversión pública y establecer programas de
descentralización urbana, de regulación de los asentamientos humanos, de
abasto suficiente de productos e insumos básicos, de regulación de
precios, capacitación de la mano de obra y de los jóvenes con ganas de
construir el futuro, así como los apoyos financieros para el desarrollo
de México.
En una sociedad plural como la nuestra, la tarea de planeación exige
la participación activa de los diversos sectores de actividad, bajo la
rectoría del Estado con el apoyo del gobierno federal. El progreso
dependerá en forma creciente del incremento en la productividad en todos
sus niveles, procurando que las universidades y tecnológicos realicen
aportaciones técnicas y profesionales a las actividades productivas y se
comprometan ampliamente en los programas de desarrollo.
Resulta indispensable disponer de funcionarios públicos con elevada
capacidad administrativa, visión social de su quehacer político y que
apoyen su liderazgo en la honorabilidad y la respetabilidad de sus
acciones. En forma paralela, es necesario mantener la incorporación
plena de la mujer a las tareas del desarrollo.
En suma, se trata de darle cuerpo a la construcción de la nueva
sociedad que están planteando las fuerzas nacionales bajo la guía del
presidente Andrés Manuel López Obrador.
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