Arte y tiempo
Raúl Díaz
El propósito del arte de la actuación, cuyo propósito expresa Hamlet,
ha sido y sigue siendo servir de espejo a la naturaleza, mostrar a la virtud sus propios rasgos, al vicio su semblante, y al momento y la época su forma y su carácter. Si esto se exagera o se hace con torpeza, aunque haga reír al ignorante, disgustará al juicioso, cuya opinión debes valorar más que la de todo un teatro lleno de los otros. Esta expresión sigue teniendo y cumpliendo el propósito, que se prolonga y complementa con el mandato que siglos después nos dejó García Lorca, de no permitir la existencia de un teatro en el que
las pezuñas sustituyan a las alas.
Sobre esta base debe valorarse la actual versión de Hamlet
que, dividida en dos partes, presenta la Compañía Nacional de Teatro
(CNT) en el teatro Julio Castillo (antes Del Bosque), cuya primera parte
(la segunda aún no ha sido presentada) es dirigida por el prestigiado
José Caballero, de la cual nos ocupamos hoy.
Versión totalmente moderna pero respetuosa del texto tomado de varias
traducciones –incluida alguna de él mismo, asegura Caballero–, la
puesta en escena presenta interesantes novedades como que el propio
papel central y algunos otros importantes personajes masculinos sean
interpretados por mujeres. Tales son los casos de Julieta Egurrola
(Hamlet), Zaide Silvia Gutiérrez, quien encarna a Horacio, y Erika de la
Llave, que se encarga de Marcelo y Guildensten.
Lo anterior, más otras tantas innovaciones, como el vestuario –por
demás ecléctico–, la peluquería, las luces y la escenografía que se
conjugan para ofrecer un montaje integral que, por supuesto, propicia la
polémica.
Tocara un clásico es de por sí un asunto delicado, pero no necesariamente negativo o malo. La cuestión es cómo se hace. Si las pezuñas sustituyen a las alas, y/o si el arte de la actuación se hace con torpeza, entonces el resultado será fallido y torpe; podrá hacer reír al ignorante, pero disgustará al juicioso, como desgraciadamente nos ha tocado atestiguar muchas veces.
No es el caso de este Hamlet, afortunadamente, en el que este
toquea Shakespeare podrá no gustar a algunos, pero sin duda acercará a otros, principalmente a jóvenes que en esta era del celular y las maravillas tecnológicas en casa poco se acercan –hay que admitirlo– a los textos clásicos y sus respectivas representaciones escénicas.
Bien concebido y logrado, el montaje nos presenta un Hamlet
con un traje de hoy y corbata de mariposa, lo que lo podría hacerlo
sumamente formal y hasta solemne, pero esto se rompe porque calza tenis
blancos y se despoja del saco con total tranquilidad. Como éste, muchos
otros detalles que chocarán a los tradicionalistas, pero agradarán a los
que no lo son y –creo– a los que tienen sus primeros acercamientos a
este tipo de expresiones artísticas.
La calidad actoral es, como corresponde a toda Compañía Nacional, de
buena factura en prácticamente todos los participantes, pero dentro de
este denominador común se muestran, necesaria e inevitablemente, las
diferencias entre uno y otro de los actuantes.
Imposible referirse a todos por lo amplio del reparto, así que sólo
diré que el Hamlet de Julieta Egurrola está bien en lo visual; este
lenguaje lo maneja acertadamente, pero, sorprendentemente, en una actriz
de su experiencia, el lenguaje verbal no es correspondiente, pues
enuncia frases que resultan inaudibles; se ve obligada a repetir
palabras y no matiza con la precisión que los diversos y cambiantes
estados emocionales del personaje exigen. No obstante estos
señalamientos, debo decir que la señora Egurrola ratifica aquí su bien
ganada reputación de actriz.
Hamlet, Primera parte, se presenta en el teatro Julio Castillo de
jueves a sábado a las 19 horas, y los domingos a las 6 de la tarde.
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