Ricardo Raphael
“En la otra escuela a la que yo iba, los maestros malos me bajaron el calzón y me lastimaron mi colita.” El menor señala con el dedo índice de su mano derecha sus propios glúteos y con la ayuda de un león de peluche abunda: “a este también lo lastimaron como a mí, en mi colita, los maestros malos de computación … era su pilín porque se los vi … me decían groserías como gallina, tonto, haces huevos de mierda.”
Para explicarse mejor, la víctima dibujó dos hombres y a una mujer. Describió también, con un crayón y un papel, que uno de los dos varones traía colgada al cuello una cámara de video mientras lo lastimaban.
Cuando hizo estas declaraciones ante el ministerio público de Oaxaca, el menor sólo tenía cuatro años. Sin embargo, repitió idéntica su narración frente a las autoridades en más de dos ocasiones. No en todas estuvo presente la madre.
Seis meses corrieron entre este hecho y el momento en que se dictaron ordenes de aprensión. Suficiente para que algunas de las pruebas del caso fuesen desvirtuadas y los supuestos autores materiales pudieran fugarse.
La policía logró consignar a la mujer señalada por el menor. Ella ha sido ya sentenciada. Los otros maestros “malos” continúan escondidos, mientras su abogado, muy orgulloso, les representa en tribunales.
El día de mañana, la primera sala de la SCJN se reunirá para deliberar si se le concede un amparo a la presunta cómplice. Por votación previa se sabe que los argumentos de los ministros se hallan divididos. El razonamiento del abogado defensor, Humberto Castillejos, ha logrado introducir dudas dentro del máximo tribunal.
La estrategia de este abogado se centra en demostrar que el niño jamás fue violado.
Dice la defensa que el menor no sufrió de abuso sexual, que las pruebas aportadas son falsas, que la madre está loca, que el testimonio del niño es producto de una vívida imaginación, que sus dichos no se produjeron en presencia de un juez y que no es posible creerle a una persona cuando sólo cuenta con cuatro años de edad.
La solución que los ministros de la Primera sala tomarán el día de mañana es extraordinaria. Lo es porque con su actuación, no sólo emitirán una sentencia a propósito de este caso; también producirán definiciones paradigmáticas sobre cuál debe ser el bien superior a tutelar cuando se está en presencia de un expediente donde existen indicios de abuso sexual infantil.
El tema toma aún mayor dimensión si se ubica en el contexto social donde ocurre. Según las organizaciones dedicadas a la protección de menores, México se halla entre los tres países donde más pornografía infantil se produce para comercio en internet. Es incontrovertible la proliferación que en nuestro territorio han tenido tales redes criminales, durante la última década. También hay pruebas de que una de esas organizaciones operaba en Oaxaca, poco antes de que el menor aludido hiciera sus primeras declaraciones.
Dice la defensa que el testimonio del niño no es válido porque se hizo en ausencia de un juez. Desconoce el abogado la jurisprudencia mexicana: tratándose de delitos sexuales, el testimonio del ofendido es preponderante aún si se celebró sin la presencia de testigos. (Razonamiento que obviamente incluye a los jueces).
Dice la defensa que el semen hallado por la madre, Leticia Valdés Martell y dos médicos —en el ano del menor— no es tal. Que un laboratorio tergiversó la evidencia. Y sin embargo se ofrecen pruebas pobres para convencer sobre dicha fabricación.
Dice la defensa que la primera auscultación médica, dónde se confirman las lesiones narradas por el menor, son apócrifas. Argumenta que seis meses después otro peritaje contradice tal versión. ¿Por qué en este caso la prueba última tendría más valor que la primera?
Dice Humberto Castillejos que Leticia Valdés está loca y que va a las audiencias vestida con mini falda. Quien se permita hablar con la madre del menor podrá constatar la mentira que este misógino sujeto gusta de predicar.
Bien saben los jueces que en los casos de abuso sexual infantil, los testimonios y las pruebas son sutiles. Por ello, frente a la tragedia de este generalizado fenómeno debe investigarse con pericia y técnicas muy especializadas.
La resolución que se tome el día de mañana en la SCJN enviará una señal contundente a propósito de las maneras como el Estado, y en particular la justicia mexicana, deben enfrentar la trata de menores, así como a las redes dedicadas a la producción de pornografía infantil.
¿Son los derechos del niño el bien superior a tutelar en los asuntos relacionados con el abuso sexual de menores? Ésta es la pregunta que verdaderamente está en juego.
Analista político
“En la otra escuela a la que yo iba, los maestros malos me bajaron el calzón y me lastimaron mi colita.” El menor señala con el dedo índice de su mano derecha sus propios glúteos y con la ayuda de un león de peluche abunda: “a este también lo lastimaron como a mí, en mi colita, los maestros malos de computación … era su pilín porque se los vi … me decían groserías como gallina, tonto, haces huevos de mierda.”
Para explicarse mejor, la víctima dibujó dos hombres y a una mujer. Describió también, con un crayón y un papel, que uno de los dos varones traía colgada al cuello una cámara de video mientras lo lastimaban.
Cuando hizo estas declaraciones ante el ministerio público de Oaxaca, el menor sólo tenía cuatro años. Sin embargo, repitió idéntica su narración frente a las autoridades en más de dos ocasiones. No en todas estuvo presente la madre.
Seis meses corrieron entre este hecho y el momento en que se dictaron ordenes de aprensión. Suficiente para que algunas de las pruebas del caso fuesen desvirtuadas y los supuestos autores materiales pudieran fugarse.
La policía logró consignar a la mujer señalada por el menor. Ella ha sido ya sentenciada. Los otros maestros “malos” continúan escondidos, mientras su abogado, muy orgulloso, les representa en tribunales.
El día de mañana, la primera sala de la SCJN se reunirá para deliberar si se le concede un amparo a la presunta cómplice. Por votación previa se sabe que los argumentos de los ministros se hallan divididos. El razonamiento del abogado defensor, Humberto Castillejos, ha logrado introducir dudas dentro del máximo tribunal.
La estrategia de este abogado se centra en demostrar que el niño jamás fue violado.
Dice la defensa que el menor no sufrió de abuso sexual, que las pruebas aportadas son falsas, que la madre está loca, que el testimonio del niño es producto de una vívida imaginación, que sus dichos no se produjeron en presencia de un juez y que no es posible creerle a una persona cuando sólo cuenta con cuatro años de edad.
La solución que los ministros de la Primera sala tomarán el día de mañana es extraordinaria. Lo es porque con su actuación, no sólo emitirán una sentencia a propósito de este caso; también producirán definiciones paradigmáticas sobre cuál debe ser el bien superior a tutelar cuando se está en presencia de un expediente donde existen indicios de abuso sexual infantil.
El tema toma aún mayor dimensión si se ubica en el contexto social donde ocurre. Según las organizaciones dedicadas a la protección de menores, México se halla entre los tres países donde más pornografía infantil se produce para comercio en internet. Es incontrovertible la proliferación que en nuestro territorio han tenido tales redes criminales, durante la última década. También hay pruebas de que una de esas organizaciones operaba en Oaxaca, poco antes de que el menor aludido hiciera sus primeras declaraciones.
Dice la defensa que el testimonio del niño no es válido porque se hizo en ausencia de un juez. Desconoce el abogado la jurisprudencia mexicana: tratándose de delitos sexuales, el testimonio del ofendido es preponderante aún si se celebró sin la presencia de testigos. (Razonamiento que obviamente incluye a los jueces).
Dice la defensa que el semen hallado por la madre, Leticia Valdés Martell y dos médicos —en el ano del menor— no es tal. Que un laboratorio tergiversó la evidencia. Y sin embargo se ofrecen pruebas pobres para convencer sobre dicha fabricación.
Dice la defensa que la primera auscultación médica, dónde se confirman las lesiones narradas por el menor, son apócrifas. Argumenta que seis meses después otro peritaje contradice tal versión. ¿Por qué en este caso la prueba última tendría más valor que la primera?
Dice Humberto Castillejos que Leticia Valdés está loca y que va a las audiencias vestida con mini falda. Quien se permita hablar con la madre del menor podrá constatar la mentira que este misógino sujeto gusta de predicar.
Bien saben los jueces que en los casos de abuso sexual infantil, los testimonios y las pruebas son sutiles. Por ello, frente a la tragedia de este generalizado fenómeno debe investigarse con pericia y técnicas muy especializadas.
La resolución que se tome el día de mañana en la SCJN enviará una señal contundente a propósito de las maneras como el Estado, y en particular la justicia mexicana, deben enfrentar la trata de menores, así como a las redes dedicadas a la producción de pornografía infantil.
¿Son los derechos del niño el bien superior a tutelar en los asuntos relacionados con el abuso sexual de menores? Ésta es la pregunta que verdaderamente está en juego.
Analista político
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