Pedro Echeverría V.
1. En una comunidad de apenas 200 habitantes del municipio de Tecóh, el único sostén para las familias es la recolección y venta de leña; sin embargo, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) considera que incurren en “tala ilegal y contrabando de madera”. “Casi 80 por ciento de la población se dedica a recoger leña para subsistir, pero Don Luis nos pidió 50 mil pesos para hacerse el desatendido o, de lo contrario, nos advirtió que seguiría perjudicándonos… Esta chamba la hacemos conforme a las costumbres del pueblo y tampoco tenemos aserraderos y maquinarias para transportar toneladas de madera; sólo sobrevivimos con ello…Vivimos de la leña, comemos y vestimos de la actividad, y todavía así, nos dan leña (castigo)”, externó. “A varios nos llevaron al “calabozo” y el presidente municipal tuvo que pagar la fianza… ¿Qué quieren que hagamos los campesinos pobres? ¿Vender droga?”, armas o levantarnos en rebelión?
2. Seguramente es un funcionario federal panista profundamente ignorante y racista. No sabe que recoger leña o hacer leña del árbol caído, es una de las actividades más antiguas del mundo. La leña en Yucatán –estado que carece de grandes árboles por ser de suelo pedregoso y clima caluroso- es un rollo de ramas de arbustos leñosos caídos, secos y viejos. Hasta hace unos 40 años, cuando casi no habían estufas de gas morado o gas butano, todos los campesinos yucatecos iban por “un poco de leña” para el fuego del hogar que traían cargando en la espalda (tampoco contaban con carretillas de mano) a lo largo de unos cinco kilómetros. Solían vender algún “tercio de leña” en el 20 por ciento de un salario mínimo para “ayudarse”. De hecho la leña era quizá la escala más baja de algún oficio porque con la venta de leña sólo alcanzaba para no morir de hambre. Los hornos para pan y los fuelles del herrero consumían mucha leña, pero hoy con la electricidad y el gas, el consumo de leña se ha reducido.
3. Los campesinos yucatecos no tienen aserraderos, ni maquinaria, ni camiones, pero tampoco grandes árboles para acusarlos de “tala ilegal y contrabando de madera”; por ello ha provocado risa esa acusación y mucha indignación la detención de campesinos. En los hechos, cuando a mediados el siglo XIX se separó Campeche y a iniciarse el siglo XX se separó Quintana Roo, Yucatán se quedó con el territorio pedregoso que rodea en radio de 50 kilómetros, a la ciudad de Mérida, área donde se encuentra el municipio de Tecóh. El cultivo y la producción henequenera, que durante un siglo (1870-1970) dio enormes riquezas a los hacendados yucatecos, al derrumbarse, dejó a los ex ejidatarios henequeneros en la miseria total. Hoy las poblaciones de toda esa región han sido abandonadas por hombres y mujeres que se han ido a Cancún, EEUU o Mérida en busca de ingresos; sólo viven en ellas niños y ancianos que buscan obtener aunque sea un poco de leña que ahora les quieren decomisar por “ilegales”.
4. ¿Qué hacen los gobernantes por los cargadores de leña, leñadores; por los más de 70 mil familias de ex ejidatarios que hace 40 años vagan en busca de empleos, por las decenas de miles de empleados de negocios privados de salarios mínimos, sin derechos, prestaciones y que gastan la mitad de su salario en transporte público? Pues campañas políticas para seguir colgados de las ubres del presupuesto. Inauguran hoteles, plazas comerciales, hospitales privados, realizan viajes y acuden a grandes reuniones pensando en sus acomodos trianuales o sexenales. Pero no olviden que para adormecer a la población, para mantenerles la mente ocupada, para alejarla de las protestas y de las justas luchas, les organizan carnales (hoy domingo, gran día de Carnaval), cuaresmas y semanas santas. ¿Por qué las altas autoridades no encarcelan a los talabosques y ladrones de madera que trasladan su mercancías en decenas de grandes traileres? Espero que estas represiones sean prolegómenos de la revolución.
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