Marianela Jarroud entrevista a COCA TRILLINI, teóloga y ambientalista argentina
Hacer frente a sus propias contradicciones y entender que se debe
respetar los tiempos de los procesos y cambios sociales son los
principales retos que tiene en la actualidad el ecofeminismo, aseguró
Trillini a IPS.
Este movimiento, que según sus propias palabras combina "feminismo radical con conciencia ecológica", actúa con la convicción fundamental de que la opresión de la mujer y la destrucción del planeta se originan en el mismo sistema patriarcal.
"Tener conciencia ecológica nos permite sumar al feminismo la defensa de los derechos ambientales", dijo a su paso por Chile esta teóloga argentina que integra la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir, conformada por 12 filiales locales de mujeres de esa fe que trabajan por la equidad de género y la ciudadanía de las mujeres, contrarrestando los fundamentalismos religiosos.
IPS: ¿Cómo se construye el ecofeminismo?
COCA TRILLINI: Con una radical defensa de los derechos de la mujer y en conciencia ecológica. Cuando hablo de radicalidad me refiero a la manera de definir el feminismo que me enseñaron hace años, y es poder preguntarme y preguntarles a los demás si podemos reconocer que hay un tipo de abuso y de falta de reconocimiento a los derechos humanos de las mujeres.
Si la respuesta es sí, la siguiente pregunta es si estás dispuesta o dispuesto a trabajar en defensa de esos derechos para que todas y todos podamos alcanzar la igualdad.
Y si sientes que puedes hacer las mismas preguntas hacia el planeta Tierra, entonces esa conciencia ecológica nos permitirá sumar al feminismo la defensa de los derechos ambientales. Así, en conjunto, entendemos el ecofeminismo.
IPS: ¿Coincide con quienes consideran que el movimiento ecologista y el feminista están entre los que más han impulsado cambios sociales en el siglo XX?
CT: Entiendo que sí. No sólo yo, sino varias investigaciones, porque de alguna manera hemos podido enfocar la lente donde está el hecho del no respeto.
En el caso de las mujeres, simplemente por ser tales. Por eso podemos hablar de femicidio. Y en el caso de la ecología, es pensar que, sin importar quiénes vengan después, nos vamos a gastar el agua e inutilizar la fertilidad de la tierra. En ese caso entonces hablamos también de ecocidio.
En los últimos tiempos fuimos quienes dimos la voz de alerta, de defensa de la dignidad de las mujeres y del ecosistema. Desde ese lugar, podemos decir que nos sumamos a tantas voces y por momentos hemos liderado cuestiones en la vida cotidiana que necesitaban ser denunciadas.
IPS: ¿Cuál es el papel que ha jugado el ecofeminismo en los movimientos sociales que se manifiestan en distintos países?
CT: Hemos apoyado las protestas estudiantiles en Chile y también participamos en los movimientos de los "indignados" y otros. En todos los casos aportamos no solo desde lo teórico sino también en la práctica concreta de estar en las calles, sumándonos a las reivindicaciones.
A veces para que puedan surgir cierto tipo de movimientos sociales se da una coyuntura particular, pero antes de ello se ha dado una acumulación de reflexión y de síntesis que viene de varias líneas que convergen. Me atrevo a decir que una de ellas es el ecofeminismo.
IPS: ¿Cuáles son los desafíos principales que afronta el ecofeminismo?
CT: Nuestras propias contradicciones y la necesidad de respetar los tiempos de los procesos.
Cuando hablo de contradicciones, me refiero a que últimamente hay sectores que han tratado de volver a un discurso mucho más esencialista, donde se trata de defender exclusivamente la falta de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Pero las feministas no estamos de acuerdo con eso. Nosotras seguimos trabajando por todos los derechos humanos de las mujeres, que, por supuesto, incluyen los sexuales y reproductivos, que deriva a la capacidad de decidir la interrupción voluntaria de un embarazo.
Por otro lado, debemos entender que todas y todos estamos dentro de una estructura patriarcal. En ese sentido, creo que es lento el proceso y el camino de ir haciendo conciencia de esa matriz que traemos pero que no estamos obligados a repetir.
A lo que sí estamos compelidos es a re-revisar, a desconstruir permanentemente y a reconstruir tomando aquellos elementos que consideramos que de alguna manera pueden impulsarnos a la libertad y a la defensa de los derechos de las mujeres.
Nadie cambia de la noche a la mañana y menos porque haya discursos y teorías.
IPS: ¿Qué plantea la teología feminista?
CT: No hay una sola teología feminista. Pero podríamos decir que hay una matriz muy sencilla que me gusta compartir porque me ayuda a mí misma: la teología que ha tratado de reflexionar sobre aquella imagen que tenemos de lo que llamamos Dios.
Sea cual sea esa imagen, hemos descubierto que la teología tradicional les ha dado a las mujeres solo respuestas a preguntas que nunca nos hemos hecho.
Por ejemplo, nos hemos preguntado cuál es mi relación con Dios cuando tengo que optar en situaciones límite, porque estoy siendo violentada y se me está obligando a creer en cuestiones que nada tienen que ver con mi vida.
Históricamente, las mujeres no hemos sido reconocidas como sujetos de derecho ético para tomar cualquier decisión en la vida.
En los comienzos de la historia de la Iglesia Católica se dudaba, incluso, de que las mujeres tuviéramos alma, y los varones siempre la han tenido. Entonces hay una desigualdad, una opresión, un ejercicio de violencia simbólica sobre las mujeres que las teologías feministas han tratado de desconstruir para poder encontrar, en una reconstrucción, sentido a la vida cotidiana.
IPS: Usted pertenece al colectivo Católicas por el Derecho a Decidir. ¿Cómo ha sido el trabajo para hacer frente a una tradición tan conservadora?
CT: Nosotras no existimos para enfrentar a nadie, sino para proponer, para exigir a los estados, para sostener en la construcción de la subjetividad.
Dentro de la tradición católica hay distintas líneas teológicas, no es una sola y hegemónica, y hay una falta de información a toda la feligresía para que se pueda tomar decisiones con libertad de conciencia.
En América Latina hay un binomio Iglesia-Estado que viene armado y legitimado en las constituciones de los países de la región posteriores a la época de la colonia española. Esa relación, lamentablemente, ha condicionado la cultura e influencia más allá del solo hecho de quien elige tal o cual tradición religiosa.
Este movimiento, que según sus propias palabras combina "feminismo radical con conciencia ecológica", actúa con la convicción fundamental de que la opresión de la mujer y la destrucción del planeta se originan en el mismo sistema patriarcal.
"Tener conciencia ecológica nos permite sumar al feminismo la defensa de los derechos ambientales", dijo a su paso por Chile esta teóloga argentina que integra la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir, conformada por 12 filiales locales de mujeres de esa fe que trabajan por la equidad de género y la ciudadanía de las mujeres, contrarrestando los fundamentalismos religiosos.
IPS: ¿Cómo se construye el ecofeminismo?
COCA TRILLINI: Con una radical defensa de los derechos de la mujer y en conciencia ecológica. Cuando hablo de radicalidad me refiero a la manera de definir el feminismo que me enseñaron hace años, y es poder preguntarme y preguntarles a los demás si podemos reconocer que hay un tipo de abuso y de falta de reconocimiento a los derechos humanos de las mujeres.
Si la respuesta es sí, la siguiente pregunta es si estás dispuesta o dispuesto a trabajar en defensa de esos derechos para que todas y todos podamos alcanzar la igualdad.
Y si sientes que puedes hacer las mismas preguntas hacia el planeta Tierra, entonces esa conciencia ecológica nos permitirá sumar al feminismo la defensa de los derechos ambientales. Así, en conjunto, entendemos el ecofeminismo.
IPS: ¿Coincide con quienes consideran que el movimiento ecologista y el feminista están entre los que más han impulsado cambios sociales en el siglo XX?
CT: Entiendo que sí. No sólo yo, sino varias investigaciones, porque de alguna manera hemos podido enfocar la lente donde está el hecho del no respeto.
En el caso de las mujeres, simplemente por ser tales. Por eso podemos hablar de femicidio. Y en el caso de la ecología, es pensar que, sin importar quiénes vengan después, nos vamos a gastar el agua e inutilizar la fertilidad de la tierra. En ese caso entonces hablamos también de ecocidio.
En los últimos tiempos fuimos quienes dimos la voz de alerta, de defensa de la dignidad de las mujeres y del ecosistema. Desde ese lugar, podemos decir que nos sumamos a tantas voces y por momentos hemos liderado cuestiones en la vida cotidiana que necesitaban ser denunciadas.
IPS: ¿Cuál es el papel que ha jugado el ecofeminismo en los movimientos sociales que se manifiestan en distintos países?
CT: Hemos apoyado las protestas estudiantiles en Chile y también participamos en los movimientos de los "indignados" y otros. En todos los casos aportamos no solo desde lo teórico sino también en la práctica concreta de estar en las calles, sumándonos a las reivindicaciones.
A veces para que puedan surgir cierto tipo de movimientos sociales se da una coyuntura particular, pero antes de ello se ha dado una acumulación de reflexión y de síntesis que viene de varias líneas que convergen. Me atrevo a decir que una de ellas es el ecofeminismo.
IPS: ¿Cuáles son los desafíos principales que afronta el ecofeminismo?
CT: Nuestras propias contradicciones y la necesidad de respetar los tiempos de los procesos.
Cuando hablo de contradicciones, me refiero a que últimamente hay sectores que han tratado de volver a un discurso mucho más esencialista, donde se trata de defender exclusivamente la falta de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Pero las feministas no estamos de acuerdo con eso. Nosotras seguimos trabajando por todos los derechos humanos de las mujeres, que, por supuesto, incluyen los sexuales y reproductivos, que deriva a la capacidad de decidir la interrupción voluntaria de un embarazo.
Por otro lado, debemos entender que todas y todos estamos dentro de una estructura patriarcal. En ese sentido, creo que es lento el proceso y el camino de ir haciendo conciencia de esa matriz que traemos pero que no estamos obligados a repetir.
A lo que sí estamos compelidos es a re-revisar, a desconstruir permanentemente y a reconstruir tomando aquellos elementos que consideramos que de alguna manera pueden impulsarnos a la libertad y a la defensa de los derechos de las mujeres.
Nadie cambia de la noche a la mañana y menos porque haya discursos y teorías.
IPS: ¿Qué plantea la teología feminista?
CT: No hay una sola teología feminista. Pero podríamos decir que hay una matriz muy sencilla que me gusta compartir porque me ayuda a mí misma: la teología que ha tratado de reflexionar sobre aquella imagen que tenemos de lo que llamamos Dios.
Sea cual sea esa imagen, hemos descubierto que la teología tradicional les ha dado a las mujeres solo respuestas a preguntas que nunca nos hemos hecho.
Por ejemplo, nos hemos preguntado cuál es mi relación con Dios cuando tengo que optar en situaciones límite, porque estoy siendo violentada y se me está obligando a creer en cuestiones que nada tienen que ver con mi vida.
Históricamente, las mujeres no hemos sido reconocidas como sujetos de derecho ético para tomar cualquier decisión en la vida.
En los comienzos de la historia de la Iglesia Católica se dudaba, incluso, de que las mujeres tuviéramos alma, y los varones siempre la han tenido. Entonces hay una desigualdad, una opresión, un ejercicio de violencia simbólica sobre las mujeres que las teologías feministas han tratado de desconstruir para poder encontrar, en una reconstrucción, sentido a la vida cotidiana.
IPS: Usted pertenece al colectivo Católicas por el Derecho a Decidir. ¿Cómo ha sido el trabajo para hacer frente a una tradición tan conservadora?
CT: Nosotras no existimos para enfrentar a nadie, sino para proponer, para exigir a los estados, para sostener en la construcción de la subjetividad.
Dentro de la tradición católica hay distintas líneas teológicas, no es una sola y hegemónica, y hay una falta de información a toda la feligresía para que se pueda tomar decisiones con libertad de conciencia.
En América Latina hay un binomio Iglesia-Estado que viene armado y legitimado en las constituciones de los países de la región posteriores a la época de la colonia española. Esa relación, lamentablemente, ha condicionado la cultura e influencia más allá del solo hecho de quien elige tal o cual tradición religiosa.
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