Detrás de la noticia
Ricardo Rocha
Verla es una experiencia de toda la vida. Para quienes no sospechan que
eso ocurre en este país, resulta sobrecogedora. Para quienes hemos
transitado esos caminos a causa del oficio nos produce un doble sabor
en la memoria: de profunda amargura, por recordar hasta dónde somos
capaces de degradarnos los seres humanos; pero también de un frescor
dulcísimo al testimoniar una historia de amor, de valor y de fe.
La vida precoz y breve de Sabina Rivas es la historia de una niña
adolescente centroamericana que, con apenas lo indispensable, está
decidida a realizar su sueño de triunfar como cantante en Estados
Unidos. Pero que, en el intento, habrá de enfrentarse al infierno que
significa para miles de migrantes cada año el paso por México. Violada
y atrapada en la gigantesca red de corrupción de nuestra frontera sur,
Sabina es obligada a prostituirse por la mafias involucradas en la
infame trata de personas; lo que por supuesto incluye a una de las
instituciones oficiales más vergonzantes de las que se tenga memoria en
este país: el Instituto Nacional de Migración, con su caterva de
agentes explotadores.
Lo que sin embargo sorprende en esta historia es que sus realizadores
renunciaron al fácil recurso sensiblero donde cabría victimizar aún más
a los migrantes y estigmatizar a sus verdugos. Es, por el contrario,
una epopeya intensa en donde se narra con el mejor lenguaje
cinematográfico la batalla masiva por la sobrevivencia de quienes
buscan, a como de lugar, abordar el tren —La Bestia— para continuar al
norte a cualquier precio. La vida precoz y breve de Sabina Rivas es
también, en ese contexto, la historia muy digna de una joven guerrera
que se enfrenta con toda su nobleza y su rabia a los abusos y
agresiones de una hostilidad creciente. Es a la vez una bellísima
historia de amor posible, aun frente a un destino inexorable.
Yo les puedo asegurar que nunca un reportaje y menos una película han
expuesto con tanta sinceridad y crudeza la tragedia cotidiana que todos
los días viven grandes grupos de guatemaltecos, salvadoreños y
hondureños que han de cruzar primero nuestro país para luego intentar
el paso por la frontera norte. Cabe, por cierto, aclarar que no se
trata de un documental en donde luego no se sabe si una secuencia es
real o es simplemente un truco. Menos todavía de un panfleto por
encargo. Aquí estamos hablando de cine. De cine de verdad; inscrito a
propósito en la mejor tradición del cinema verité. Un cine comprometido
con una causa, pero sin compromisos corporativos. Un cine político y de
denuncia, pero sin dobles intenciones. Con un propósito muy claro:
utilizar todos los recursos del séptimo arte para narrar la experiencia
terrorífica de los migrantes, en un tono dramático pero estrictamente
congruente con la brutal autenticidad del relato. En suma, la ficción
como recurso para recrear la realidad mas absoluta, contundente y
dolorosa.
La vida precoz y breve de Sabina Rivas es también una sinfonía.
Originada necesariamente en una gran partitura novela del inolvidable
“Rayo Macoy”, Rafael Ramírez Heredia. Que requería del admirable olfato
periodístico de Abraham Zabludovsky y la sensibilidad de Perla Ciuk
para —me consta que por varios años— arriesgarlo todo en una
superproducción que demandó recursos inéditos en el cine mexicano. Pero
además, una entrega absoluta para tener el valor de sumergirse en el
dolor inmenso de esos escenarios y, sin exageración alguna, en la piel
de sus protagonistas para relatar amorosamente una tragedia tan
conmovedora. Tuvo igualmente Abraham el mérito enorme de convocar al
único director posible para esta cinta, Luis Mandoki, y luego juntó a
un elenco extraordinario encabezado por Joaquín Cosío, que de tan buen
actor terminamos odiándolo. Y en el plano estelar a la joven actriz
venezolana Greisy Mena, quien hace una creación memorable de Sabina
Rivas y está llamada a ser una de las grandes figuras del cine
contemporáneo. Así que, por favor, no lo duden un segundo: hay que
verla. Estoy seguro que no tendré reclamaciones.
@RicardoRocha_Mx
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Periodista
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