Esta generación de mexicanos ha sufrido un Estado represor y cínico. También ha luchado denodadamente por sustituirlo.
Lamentablemente no ha tenido éxito
Gracias
a la insistencia de una parte de la población de Guerrero,
particularmente de las víctimas y sus familiares, la Comisión de la
Verdad se abrió paso y actualmente desarrolla la importante tarea de
develar lo ocurrido en el periodo conocido como la Guerra Sucia. Época
que consistió en una serie de acciones desarrolladas por organismos del
Estado mexicano (en todos sus órdenes de gobierno: federal, estatal y
municipal), en perjuicio de aquellos a quienes caracterizó como “el
enemigo interno”. Los aparatos creados para proteger y preservar los
derechos humanos se convirtieron en sus principales violadores. Como
titular del monopolio de la violencia legal, el Estado decidió romper
los marcos normativos que lo rigen y aplicar medidas contrarias a la
naturaleza de sus funciones y a las prerrogativas esenciales de la
persona. Su violencia dejó de ser legal y se transformó en actos
delictuosos, que llegaron a las peores aberraciones, a nombre de un
“combate contra la subversión” que no encontró fundamentos jurídicos de
ninguna índole.
Creada por una ley del Congreso de Guerrero, la Comisión de la
Verdad se integró con cinco ciudadanas y ciudadanos ajenos a cargos
públicos y a direcciones partidarias. Esto le da una enorme
independencia, pues no guarda relación jerárquica con ninguna instancia
de gobierno, ni con organización política alguna. De lo esencial de su
tarea, solamente responde ante la sociedad, aunque es claro que los
recursos que maneja son públicos y debe responder escrupulosamente de
ellos ante el Órgano Legislativo que la creó. Hasta hoy, no ha recibido
más presiones que las declaraciones de prensa de algunas personas que
sienten riesgoso para ellas el quehacer de la Comisión de la Verdad.
Además de buscar la verdad respecto de los hechos de represión
ocurridos entre 1969 y 1979, la Comisión de la Verdad se propone
contribuir a llevar ante la justicia a los responsables de los crímenes
de lesa humanidad. Éstos se tipifican de acuerdo con el Estatuto de
Roma de la Corte Penal Internacional y con nuestras disposiciones
constitucionales y legales.
Interesa a la Comisión proponer mecanismos jurídicos e
institucionales de no repetición y rehacer la memoria histórica de esos
hechos de la cara oscura de Guerrero, en particular, y de
México, en general. Al final se buscará que se repare el daño a las
víctimas y sus familiares, a fin de que se cubra la deuda social que se
tiene con ellos.
La búsqueda de aliados
Para alcanzar esos elevados objetivos, la Comisión de la Verdad
buscó aliados en la sociedad nacional e internacional. Estableció
relaciones con Javier Hernández Valencia, representante en México de la
Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, quien acompaña en la tarea. Se habló con funcionarios de la
Cruz Roja Internacional. Se organizó un curso sobre comisiones de la
verdad en el mundo, impartido por el Centro Internacional de Justicia
Transicional. Se cuenta con el respaldo pleno del presidente de la
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de Guerrero, lo mismo que
del presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.
Además, organismos no gubernamentales auxilian a la Comisión de la
Verdad en sus actividades, lo mismo que sectores académicos y
gremiales, como la Coordinadora Estatal de los Trabajadores de la
Educación en Guerrero. Se recibió también el ofrecimiento de
solidaridad por parte del arzobispo de Acapulco. Y se siguen tejiendo
compromisos de trabajo con todos aquellos que deseen apoyar en la
consecución de los propósitos.
Los hallazgos más relevantes
Lo más importante que ha encontrado la Comisión de la Verdad es
que el dolor sigue vivo; está presente en las madres y en los demás
familiares de los ejecutados extrajudicialmente, desaparecidos,
torturados y masacrados. El tiempo transcurrido, con ser mucho y estar
aderezado de impunidad, no ha hecho que olviden los agravios que les
infligió el poder público. Los nombres de los perpetradores están en la
boca de los declarantes ante la Comisión de la Verdad.
Por eso tenemos la firme convicción de que la verdad sigue siendo
necesaria. Urge saber qué ocurrió cuando se dio en Guerrero la cruel
represión durante las décadas de 1960 y 1970, porque es antecedente de
la que hoy acontece. Sin justicia de fondo, las atrocidades se repiten
de forma dolorosa e indignante.
Asumir una responsabilidad como ésta implica enorme alegría,
porque se tiene conciencia de estar contribuyendo a restaurar el tejido
social roto por la represión del Estado y sus funcionarios. Y alienta
el acompañamiento del sector consciente de la sociedad.
Lo que se ha hecho es el anticipo de que Guerrero no olvida ni perdona a los culpables de la Guerra Sucia.
Queremos que la verdad ilumine el lúgubre periodo de la Guerra
Sucia; y que la justicia llene de satisfacción a quienes han sufrido
por no menos de cuatro décadas la negación de sus derechos humanos.
*Coordinador de la maestría en derechos humanos de la UACM; doctor
en ciencias políticas por la Universidad Nacional Autónoma de México;
integrante de la Comisión de la Verdad del estado de Guerrero
Fuente: Contralínea 309 / noviembre 2012
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