11/06/2012

Calderón, el "presidente" que le temió al pueblo pero no al juicio de la historia



Calderón, el
Calderón acaba despreciado por el pueblo mexicano. Sin cabida nunca más entre sus iguales que en la cara lo escupirían si se atreviera a presentarse en algún lugar público de la mano de la mujer que seguramente lo va también a dejar.


No existen funciones menores. El problema de la basura, no resuelto prácticamente en ningún lugar de la república, es una clara demostración de la importancia que tiene la función de las personas que dedican su vida a la recogida de los desechos.

Lo óptimo es claro que se da cuando la sociedad aprende a reciclar casi todo. Pero aún en esos raros casos la función de los basureros reviste una vital importancia. Y se tendría que, tomando ejemplo de otros lugares, convertir el servicio en algo personal. Muchas personas recogiendo, como su elección de trabajo, los que a la basura tiramos el resto, en una cuantas calles de cada colonia, como dueño cada uno de un camión de recogida que se mantiene pintado, limpio y en buenas condiciones y al que cuida y ama su dueño porque es su fuente de trabajo. Un vecino más entre el resto de los vecinos que además también son sus amigos. Pero lo anterior pasa y los meridanos lo saben bien por dejar de considerar a la basura un negocio por parte de desgobernantes que no acaban de entender que la prestación del servicio desempeñado desde la función pública tampoco debe ser un negocio.

Y la misma importancia que tienen los basureros donde se entiende la función como el desempeño de un servicio. Ni mayor ni menor importancia tendría que revestir el desempeño de un cargo en el gobierno como presidente, funcionario, como juez, magistrado o ministro y legislador. Cargos, más temporales unos que otros en razón del servicio, pero todos igual de importantes.

De ahí que la policía funcione en los lugares donde se ha entendido que la policía eficiente entraña el desempeño de una función vecinal. Lo demás son cuentos chinos y México da ejemplo al mundo del fracaso, de un estado, en este final del peor, por ahora, de los desempeños de un llegado “haiga sido como haiga sido” que sale reprobado y sin posibilidad de recobrar ni el menor de los respetos del pueblo a cuya nación tiñó de sangre.

Calderón acaba despreciado por el pueblo mexicano. Sin cabida nunca más entre sus iguales que en la cara lo escupirían si se atreviera a presentarse en algún lugar público de la mano de la mujer que seguramente lo va también a dejar.

Convertido en una carga familiar y sin cabida tampoco en su partido, al que le dio la puntilla luego de una mala corrida que la derecha panista empezara a lidiar con Vicente Fox.

De un presidente que aspirara a reivindicarse realmente como un servidor público, entendiendo en primer lugar que su cargo es temporal, el pueblo esperaría en primer lugar que no le tenga miedo a la gente. Característica rara entre la clase política que a la mexicana aquí se desempeña, que parece acompañar al nuevo gobernante yucateco, y que tenía Humberto Moreira, por cierto, antes de que Calderón hubiera iniciado la despiadada campaña en su contra que culmina con el asesinato atroz de su hijo.

Como ya se sabe que aquí más temprano que tarde todo se sabe, ya salta a la vista que detrás de la despiadada campaña contra Humberto Moreira está la disputa por el manejo de un estado rico donde la empresa, por su inmoralidad privilegiada, a base de dejar sin empleo a varios miles de familias, como la CFE, se vincula al narcotráfico.

Un estado rico, Coahuila, que también por Carlos Salinas fue atacado acabando con las plantaciones de algodón cuya exportación dejaba a los mexicanos una buena entrada de divisas.

Un estado codiciado por Calderón, en el que, por cierto, no se deja de golpear, a modo de desprestigio, al Ejército nacional, teniendo que dejar de lado un rato la limpia que hace Calderón en la PGR para encubrir su atroz paso por el gobierno federal. Qué más da que haya sido Treviño o Lazcano el que haya ordenado el asesinato de Eduardo Moreira, bien pudo haber sido incluso una decisión tomada vía celular por ambos.

-Me acaban de asesinar a un sobrino.

– No me digas. Elige a un sobrino del gobernador y se lo matamos nosotros.

El Ejército fue el que detuvo a uno de los asesinos que declaró lo que quiso, que no se contrapone con lo otro. ¿Para qué el desmentido raudo de la PGR en desprestigio de la institución, tan desprestigiada de suyo, por Felipe Calderón? ¿En cobro porque con Humberto Moreira el Ejército nacional mantuvo a raya la delincuencia y la violencia en Coahuila? ¿En cobro, el asesinato del hijo de Moreira, por no haber dejado que llegara como gobernador el compadre de Calderón?

Detrás de los nexos de la CFE de electricidad, con la caja de pandora destapada con relación al manejo de las minas de carbón, bien pudieran estar los autores intelectuales de ese atroz, uno de tantos, pero no por eso deja de ser atroz, homicidio.

El pueblo mexicano aplaudiría a un gobernante que se rodeara de los mejores, que viajara en avión de línea, que comiera un francés de cochinita en Santa Ana en sus visitas a Mérida y quesadillas en la esquina de cualquier calle del Distrito Federal, que no temiera al pueblo… Pero que sí temiera al juicio de la historia.

María Teresa Jardí - Opinión EMET

No hay comentarios.:

Publicar un comentario