Carlos Fazio (BRECHA)
En el marco de una relación bilateral profundamente asimétrica, para México los "años Obama" estuvieron signados por el más puro continuismo. Dado que los planes geopolíticos de Estados Unidos que incluyen a México son diseñados por el Pentágono, la variable de un "demócrata" o un "republicano" en la Casa Blanca sólo es cuestión de matices.
La guerra de intoxicación (des)informativa que arreció en vísperas y tras la asunción de Barack Obama el 20 de enero de 2009, en la que participaron el presidente saliente, George W Bush, el jefe del Pentágono, Robert Gates, y los titulares de los principales organismos de seguridad e inteligencia de la administración demócrata (cia, fbi, dea, Seguridad Interna), logró construir la noción de México como "Estado fallido". Tal definición, que provocó entonces un forzado malestar en el gobierno de Felipe Calderón, era parte de una estrategia escalonada que arrancó en 1994 con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, siguió con el Plan Puebla Panamá (2001), la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (aspan, 2005) y llega hasta la Iniciativa Mérida (2007).
Si la aspan contenía una redefinición de facto de la frontera (de acuerdo con los objetivos de seguridad de Washington y en detrimento de la soberanía mexicana), la Iniciativa Mérida (símil del Plan Colombia) implicó una acelerada readecuación del Ejército, la Marina y las distintas fuerzas policiales mexicanas por asesores e instructores de operación e inteligencia estadounidenses, combinada con una reanudación de las actividades paramilitares y el aterrizaje de compañías privadas de seguridad subcontratadas por el Pentágono y el Departamento de Estado. Pero también incluyó una integración energética transfronteriza subordinada a Washington y megaproyectos de capital trasnacional que subsumieron los criterios económicos a los de seguridad, así como una normativa supranacional que hizo a un lado el control legislativo del lado mexicano, mientras se impusieron leyes de tipo contrainsurgente que criminalizan la protesta y la pobreza y globalizan el disciplinamiento social.
La noción de México como Estado fallido, ya con Obama en la oficina oval y Hilllary Clinton al frente de la diplomacia, respondía a nuevas concepciones del Pentágono sobre la definición de enemigos (guerras contra no-estados o contra enemigos asimétricos, no convencionales o irregulares, verbigracia, el terrorista, el populista radical, el traficante de drogas), que podrían actuar en países donde un gobierno débil habría perdido parte del control del territorio y otras funciones estatales.
La fabricación mediática de México como Estado fallido durante la transición Bush/Obama incluía la previsión de un "colapso rápido y sorpresivo", lo que según el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos no dejaría más opción que la intervención militar directa de Washington. Entonces, la posibilidad de un colapso fue atribuida al accionar de grupos de la economía criminal y llevó a una acelerada militarización.
Construcción del miedo
El manejo de una red de medios sistémicos bajo control monopólico privado también permitió la construcción social del miedo, la fabricación del "enemigo interno" y el aterrizaje de doctrinas y matrices de opinión como las referentes a los estados fallidos y otras como las propaladas por el entonces jefe del Comando Norte, general Victor Renuart, y Hillary Clinton para México, tales como "narcoinsurgencia" y "narcoterrorismo", dirigidas a justificar la cada vez más notoria presencia de agentes encubiertos estadounidenses en territorio mexicano.
En mayo de 2010, ya con miles de muertos, desaparecidos y desplazados forzosos producto de la "guerra a las drogas" de Calderón, México y Estados Unidos emitieron la Declaración para la Administración de la Frontera en el siglo xxi. La franja fronteriza fue definida entonces como un área clave de la llamada "seguridad energética colectiva", que incluye la generación e interconexión de electricidad y la exploración y explotación segura y eficiente de hidrocarburos (petróleo, gas) y agua.
A siete años de la entrada en vigor de la aspan y a cinco del lanzamiento de la Iniciativa Mérida, que militarizó varios estados del norte de México, no se entiende que siendo la "seguridad energética colectiva" la prioridad número uno de Washington, el estado de Tamaulipas reúna las características de un estado fallido. Rico en hidrocarburos, Tamaulipas limita además con Texas (estado petrolero por excelencia) y con el Golfo de México, considerado el mare nostrum de la Unión Americana.
Como señala John Saxe-Fernández, el Caribe es una pieza central de la estrategia oceánica de Estados Unidos, ya que es el vínculo con el teatro de operaciones militares en el Atlántico. El envío de combustibles, materiales estratégicos y bélicos en tiempos de paz y el tránsito de fuerzas estadounidenses hacia Europa en tiempos de guerra "hacen que el dominio sobre las líneas de comunicación marítima del Caribe, el Golfo de México, el Canal de Panamá y eventualmente el Istmo de Tehuantepec, resulten vitales en la planeación oceánica de Estados Unidos".
Dado que Tamaulipas y el Golfo de México son puntos sensibles de la "seguridad energética" de Washington, ¿se estará asistiendo en Tamaulipas a una violencia provocada cuyo fin es el desplazamiento forzado de población y una eventual balcanización de esa porción del territorio mexicano? ¿Obedecerá a la misma estrategia la escalada de violencia en estados como Veracruz, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sonora y Baja California, estos cinco últimos fronterizos con Estados Unidos?
La lógica de una desestabilización encubierta dirigida a provocar un desmembramiento territorial podría explicar la llegada al país del embajador Earl Anthony Wayne y del agregado militar Colin J Kilrain. Especialista en administrar a la llamada "comunidad de inteligencia", a su perfil de experto en contrainsurgencia, terrorismo, lavado de dinero y aseguramiento de activos de la economía criminal, Wayne suma habilidades en temas económicos, comerciales y energéticos. El hombre vino desde Kabul, donde estaba dirigiendo una invasión bajo la pantalla de combatir al terrorismo. A su vez, el arribo en marzo del nuevo agregado militar, contralmirante Colin Kilrain, quien hasta su nombramiento se desempeñaba como director encargado de combate al terrorismo en el Consejo de Seguridad Nacional en Washington, refuerza esa percepción. Kilrain era comandante de las fuerzas especiales Seal ?acrónimo de sea, air and land: mar, aire y tierra?, las unidades de elite de la Marina. Con el envío de Wayne y Kilrain el mensaje de Obama fue claro: la guerra en México debe continuar. Con él o con el republicano Mitt Romney.
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