Escrito por Jorge Meléndez Preciado
Hay, cuando menos, dos
proyectos de reforma político electoral: la que discuten los
integrantes del Pacto por México y la que propusieron los coordinadores
del PAN y PRD en el Senado de la República. Ambos, lejos de conjugarse
se están excluyendo, según pudimos ver en los actos donde los
presentaron (28 de mayo, La Jornada y Reforma).
Lo anterior, además, muestra claramente
la división existente en las organizaciones opositoras al PRI. Éste,
lógicamente, se encuentra aglutinado alrededor de su jefe, Enrique Peña
Nieto, aunque asimismo hay diferencias que ahora se callan, pues el
miedo a la exclusión es grande. Es el caso de Manlio Fabio Beltrones,
quien tenía una propuesta abocada a darle mayor importancia al
parlamento, la cual era rechazada por el entonces gobernador del estado
de México. Y cuando éste llegó a la cúspide, el sonorense guardó todo y
hasta el bigote se cortó.
La que
presentaron Ernesto Cordero y Miguel Barbosa es más profunda. Abarca la
segunda vuelta en las elecciones presidenciales, el posible retiro del
fuero al presidente de la República por causas graves, la iniciativa
popular, el referéndum, las candidaturas independientes, el plebiscito
y muchas otras cuestiones más que se han discutido una y otra vez en
diversas mesas y nunca se llevan a cabo por el temor de los partidos a
que se les acabe su hegemonía.
Es como dice un hombre que supo de
pactos desde antes del salinismo, Manuel Camacho, la que elaboran bajo
la conducción de Miguel Osorio Chong es una “reforma chiquita”. Ello es
así porque lo menos importante para el tricolor es la competencia
política, sino hacer una serie de modificaciones para tratar de crecer
económicamente y poder ser un buen alumno de la OCDE, hoy bajo la guía
de Ángel Gurría, un mexicano que cuando estuvo en la secretaría de
Hacienda se le motejó como el Ángel de la Dependencia, por la sumisión
que tiene a los organismos internacionales y sus recetas financieras,
las cuales han sido un fracaso mundial.
Y esta dualidad entre integrantes del
panismo y el perredismo muestra la grave fractura existente en los
partidos adversarios al gobernante. No obstante que unos y otros,
Cordero y Barbosa, por un lado, y Zambrano y Madero, por el otro,
insistan que no hay mayores diferencias sino algunos puntos de vista
encontrados.
Eso es falso como se vio en la destitución de Ernesto Cordero
de la jefatura blanquiazul en el Senado. Lo cual mostró, además, que
atrás del secretario de Hacienda que insistía en que con seis mil pesos
mensuales las familias mexicanas podían vivir casi en la opulencia,
está la mano de Felipe Calderón. Tan claro resultó que el becario de
Harvard tuiteó para defender a su empleado de gabinete.
En el caso del partido negroamarillo, resulta curioso que Barbosa haga una acción diferente a los llamados Chuchos,
ya que él viene de esa pandilla. Aunque mucho se explica por la
influencia de Camacho, quien desea abrirle paso a su delfín, Marcelo
Ebrard, con el objeto de que pueda competir para la grande en el 2018.
Y sabemos que muchas veces la ambición es algo que aparta los caminos
en los que alguien se formó.
El que está perdido en este mundo se
llama César Camacho. Quien fuera gobernador del estado de México y
considerado progresista, pues ya no sabe lo que dice con tal de no
quedar mal con su jefe Peña Nieto.
Gustavo Madero señaló en la instalación
de la mesa político electoral que no había piso nivelado para las
elecciones que habrá en julio. Precisó que los gobernadores de los 14
estados no sólo tenían el control de los institutos electorales, que en
algunos casos impidieron las alianzas del PAN y PRD, que tienen
recursos amplios a su servicio y que mantienen bajo control a los
medios de difusión.
Ante ello, César Camacho dijo que esas
denuncias eran absolutamente calumniosas y que lo que estaba
prefigurando el panista “es el catálogo de pretextos para justificar la
derrota del 7 de julio”, donde el mexiquense espera un carro completo.
Por la tarde del 25 de mayo, Jesús
Zambrano señaló que había infinidad de malas señales, básicamente de
juego sucio para esos comicios y que en los siguientes días daría a
conocer una serie de informaciones donde, si no se corrigen los vicios,
ellos harán un reclamo fuerte, tanto que incluso podrían ausentarse
del Pacto.
No es la primera vez que sale este tipo
de consideraciones a la palestra. Ya lo escuchamos en el caso Veracruz
en el que Javier Duarte y Rosario Robles –ésta se ausenta de sus
compromisos oficiales sin dar explicaciones, como ocurrió en una
reunión con delegados del DF– estuvieron impugnados. El asunto se
resolvió debido a que Madero fue muy conciliador o tibio, al decir de
Manuel Camacho en un artículo para El Universal. Pero vemos que volvió el cántaro al agua y puede romperse.
Lo más seguro es que Peña, Osorio y
Videgaray cedan ante los reclamos opositores y metan en orden a sus
mapaches, impidan que sus gobernadores abusivos hagan de las suyas y
hasta acepten derrotas o cedan plazas como Baja California y la capital
poblana al PAN y varias ciudades importantes en Oaxaca, Hidalgo,
Zacatecas al PRD.
De esa manera las cúpulas partidistas
mostrarán que el Pacto sirve no sólo para que la prensa internacional y
la nacional elogie a Enrique y la inversión golondrina llegue a México,
sino para que muchos se den cuenta de algo: estamos en un juego en el
que es indispensable que todos ganen.
Pero de no hacerse una reforma de fondo, como la que hace 34 años puso en marcha Jesús Reyes Heroles, y el recién fallecido Arnoldo Martínez Verdugo fue impulsor central, nada cambiara seriamente y volveremos en las siguientes elecciones a intentar nuevas modificaciones.
Si en realidad se quiere un avance para
la nación, es indudable que se debe poner fin a lo que apuntó Gustavo
Madero: es ilógico e irritante que en nueve estados de la República el
PRI haya ganado los comicios durante 84 años y en 13 más tenga el poder
78 de los 84 años.
Juego limpio quiere decir no al agandalle que todavía existe.
@jamelendez44
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