Con el aumento desmedido
de la gasolina, que ha motivado la protesta generalizada de todos los
sectores sociales del país, el engaño del presidente Enrique Peña Nieto
ha quedado develado en toda su magnitud, mostrando su objetivo central
de enajenar uno de los recursos más valiosos del patrimonio de la
nación: el petróleo y su industria, la más importante del país.
Para aquilatar la importancia de Petróleos Mexicanos (Pemex) en la
vida nacional, minimizada por los últimos gobiernos, me permito comentar
que, luego de la expropiación petrolera concretada en 1938 por el
presidente Lázaro Cárdenas, los ingresos que obtuvo nuestro país
vendiendo gasolinas a las naciones aliadas que luchaban contra la
Alemania nazi, fueron de tal magnitud, que además de permitir al
gobierno pagar la deuda contraída con las empresas expropiadas, permitió
realizar tres proyectos que transformaron a México, convirtiéndolo en
un ejemplo de progreso y desarrollo social a escala mundial y en líder
de las luchas latinoamericanas.
El primero de ellos fue el desarrollo del Instituto Mexicano del
Seguro Social, con clínicas, hospitales, unidades habitacionales,
centros vacacionales y deportivos para los trabajadores de todo el país,
con capacidad para atender a millones de familias, haciendo realidad
uno de los propósitos fundamentales de la Revolución mexicana. El
segundo fue la modernización de los Ferrocarriles Nacionales de México,
columna vertebral entonces de la transportación de materias primas y
mercancías, haciendo de México una de las grandes potencias económicas
en la década de 1950. El crecimiento de la educación pública fue el
tercer proyecto en el que se emplearon los fondos de la industria
petrolera, con la instalación de escuelas rurales y urbanas de educación
básica, la creación del Instituto Politécnico Nacional y la
construcción de la Ciudad Universitaria, recinto de la Universidad
Nacional, considerada en su tiempo la mayor y más moderna instalación
universitaria del mundo.
Hoy ello es historia olvidada en un país que carece de rumbo, con la
mayor parte de su población en una situación de pobreza e ignorancia,
mientras su grupo gobernante disfruta privilegios y riquezas tan
inmensas como mal habidas. Es en este contexto en el que el actual
Presidente de la República, luego de comprar su puesto con sumas
millonarias sustraídas de los mismos recursos de la nación, lanzó su
reforma energética, alterando la Constitución, con la complicidad de
varios partidos políticos, invocando la figura de Lázaro Cárdenas, como
ejemplo e inspiración del nuevo proyecto de su gobierno, asegurando que
con esa reforma nuestro país entraría finalmente a una nueva etapa del
crecimiento económico y de mejoría en la calidad de vida de los
mexicanos.
Para ello el país requiere de la participación de empresas extranjeras cuyos recursos tecnológicos y sus capitales, nos permitirían extraer el petróleo ubicado en las profundidades marinas, logrando enormes beneficios económicos para la población.Lo que ha sucedido después poco tiene que ver con los ofrecimientos y promesas del Presidente, de lo que en realidad se trataba era de desmantelar las instalaciones industriales de Pemex, convirtiendo a México en un comprador de su propio petróleo y de gasolinas producidas por empresas extranjeras, con una importante reducción de fuentes de empleo y un retroceso tecnológico a los tiempos en el que nuestro país era sólo productor de materias primas. Adicionalmente, los recursos que el gobierno quitaba a Pemex para financiar el pago de la deuda y el gasto gubernamental, ahora deberán ser pagados por el pueblo, en virtud de un nuevo impuesto encubierto en el precio de la gasolina. Un impuesto que tendrá desde luego un impacto grave en los precios de todo tipo de mercancías y servicios.
Adicionalmente, en forma deliberada, el gobierno de la
República tiene a las refinerías de Pemex produciendo a menos de la
mitad de su capacidad y sin liquidez para su mantenimiento, en virtud de
los recursos financieros que le han sido sustraídos de sus ingresos. El
periódico inglés Huffington Post (citado en la columna de Astillero,
13/1/17) reportó que durante el gobierno de Enrique Peña Nieto se han
retirado en secreto, 240 mil 518 millones de pesos del patrimonio de
Pemex y CFE, situación que contribuyó a descapitalizar a las dos
empresas productivas del Estado, indicando ello el claro objetivo de
desmantelar lo que hasta ahora había sido la columna principal de la
economía nacional. Si a ello agregamos los recortes millonarios al
presupuesto de 2017 en materia de educación y de salud (más de 30 mil
millones de pesos en el primer caso y de 20 mil millones en el segundo),
la única opinión posible es que la magnitud y gravedad de los engaños a
los que ha llegado el actual gobierno configuran actos de traición a
México de suma gravedad, por el Presidente de la República.
Seguramente en los planes de Peña Nieto la debacle en la que hoy
estamos no fue prevista por su equipo de colaboradores, quienes pensaron
que todo saldría a pedir de boca con la avalancha de empresas que
llegarían al país, ávidas de posesionarse de nuestros recursos
energéticos; las cosas no sucedieron así y ello sólo refleja otra
característica de quienes hoy tienen la responsabilidad de dirigir al
país: la ineptitud y el desconocimiento de las tecnologías de predicción
a partir de las grandes bases de datos, las cuales son usadas por
gobiernos y empresas alrededor del mundo, indicándonos con ello su
escasa capacidad de planeación estratégica y de dirección ante
situaciones de riesgo. Nada saben de lo que es la planeación
estratégica.
Pero las cosas desafortunadamente no paran allí, pues este mismo
personaje y su grupo de colaboradores, entre los que destaca el señor
Luis Videgaray, son quienes habrán de defender al país ante las amenazas
concretas que se ciernen sobre México, por parte del nuevo gobernante
de Estados Unidos, quien hasta ahora sólo ha proferido insultos y
amenazas contra nuestro país. ¿Es sensato confiar en este presidente la
defensa de nuestra nación, luego de las muestras que ha dado de su
ineptitud, irresponsabilidad y falta de compromiso con la nación?
A Carmen Aristegui, por su ejemplo.
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