(Proceso).- Sin importar la gravedad de las faltas,
las consecuencias negativas de sus acciones y decisiones, la recurrencia
de sus errores o actos ilícitos, la contundencia de las evidencias que
los condenan, los integrantes del gabinete presidencial se aferran al
puesto, reparten responsabilidades y se mantienen imperturbables. La
última expresión de esto la escenificó el secretario de Comunicaciones y
Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, al comparecer el pasado martes en el
Congreso de la Unión.
El dictamen técnico dado a conocer el pasado miércoles 9 por los
peritos que lo realizaron y la misma secretaría, no deja lugar a dudas
acerca de que la dependencia a su cargo tiene responsabilidades
indirectas y directas en las decisiones y acciones que provocaron el
socavón en el Paso Exprés de la carretera México-Acapulco, que cobró la
vida de dos personas.
En el mismo también hay elementos que inculpan a otras autoridades y,
desde luego, a las constructoras, pero es imposible que la SCT pretenda
desentenderse de la tragedia. Tanto el informe pericial como la misma
secretaría han destacado una y otra vez la importancia de la autopista
y, por lo tanto, la obra en cuestión debería haber sido planeada y
ejecutada con el mayor esmero y con apego a los máximos estándares de
calidad.
Entre las conclusiones relevantes del informe se mencionan las
siguientes causas, que claramente involucrarían a la dependencia que
desde el inicio del sexenio encabeza Ruiz Esparza: “No hay un sistema de
drenaje apropiado para las aguas negras; las tuberías de descarga lo
hacen directamente al río”, y aunque pretendan deslindarse y decir que
dicho sistema no es responsabilidad directa del gobierno federal,
debieron haberse percatado de ello en el proceso de planeación de la
obra y su adecuación debió ser parte de la construcción integral.
También señala textual el informe: “No existe evidencia de que se
haya verificado el estado físico de la alcantarilla” y, poco antes en el
mismo documento: “Debe de comentarse en este punto que a nuestro juicio
ante la importancia de una autopista de estas características se debió
hacer un exhaustivo recorrido por la alcantarilla, dictaminar su estado
y, ante la evidencia del deterioro de la misma, debieron cambiarla por
una nueva con diámetro suficiente, una vez revisadas cuidadosamente las
modificaciones de los gastos de diseño que se presentaron en la cuenca
de drenaje al cambiar la misma de vocación rural a urbana”. Estiman que
la alcantarilla se construyó hace unos 34 años. También debieron hacer
la revisión.
Estos dos puntos impactan directamente en la planeación y, por lo
tanto, diseño de la obra. Pero hay otros que tienen que ver directamente
con lo que fue el desarrollo de la misma y que tuvieron que ser
producto de decisiones o de falta de supervisión por parte de la
Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
El dictamen señala que la dislocación en la tubería tuvo, entre otras
posibles causas: “La falla de estabilidad del talud ocurrido en octubre
de 2016, lo que pudo afectar al tubo, así como los esfuerzos inducidos
por maquinaria pesada durante el proceso constructivo”.
Y otros dos elementos importantes que debieron ser detectados o
autorizados por la SCT: la ausencia del embovedado del tubo como lo
señalaba el proyecto, que de acuerdo al dictamen “hubiese sido un factor
de protección de suma relevancia”. Y la “deficiente estructuración de
los muros de contención, ya que debieron desplantarse en roca o
diseñarse con elementos estructurales que permitieran alcanzar el
terreno firme”. Al menos en estos aspectos es imposible eludir la
responsabilidad de la secretaría que encabeza Ruiz Esparza.
No es cierto, como él señaló en su comparecencia ante los senadores,
que “mi responsabilidad ya dije cuál es: simple y sencillamente
deslindar responsabilidades… Estoy obligado a que se deslinden y finquen
responsabilidades y que se vaya a las últimas consecuencias”.
Él directamente tomó decisiones que provocaron el incidente y debe
sufrir las consecuencias. Incluso en el caso de que busque deslindarse
porque él no participó directamente en la supervisión de la planeación,
licitación y ejecución de la obra, sí lo hizo personal designado
directamente por él y, al menos en algunos de los casos, que dependen
directamente de él en el organigrama.
El politólogo Phillippe C. Schmitter indica que la rendición política
de cuentas no es lo mismo que la rendición de cuentas en materias
legal, financiera o ética. Y precisa: “Los gobernantes pueden ser
investigados y ser sancionados por acciones que no violaron la ley o
resultaron en un enriquecimiento ilícito o violaron costumbres comunes.
Simplemente tomaron malas decisiones políticas que fracasaron en
conseguir los resultados y/o impactos esperados o costaron mucho más de
lo que se había anunciado originalmente. Y los gobernantes deben rendir
cuentas tanto por omisiones como por acciones”.
Ruiz Esparza tomó malas decisiones (o al menos, que produjeron malos
resultados) entre las que se pueden señalar directamente la designación
de los funcionarios que propusieron, diseñaron y ejecutaron la obra; y
una pésima presupuestación, pues aunque en este caso –dada la gravedad
de lo acontecido– pasa a un segundo plano, el contrato fue de mil 45
millones y, de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación costó 2
mil 300 millones de pesos, es decir, más del doble de lo presupuestado.
Pero además es conveniente señalar que es la misma secretaría que
tuvo que cancelar el tren ligero México-Querétaro, que se ha visto
implicada en la contratación de las llamadas constructoras del sexenio y
que ahora pretende eludir su responsabilidad en el accidente que cobró
dos vidas humanas, responsabilizando a autoridades locales y las
constructoras.
Él, cómo en el pasado otros secretarios de Estado, son responsables
directos y debe asumir las consecuencias de ello. Pero la constante en
este sexenio, que ya llega a su quinto año, es la de culpar a otras
instancias de gobierno (así fue en el caso Ayotzinapa), negar los hechos
(Tlatlaya, entre otros) o pretender crear una realidad alternativa (el
mexican moment, al inicio del sexenio, como el mejor ejemplo). A pesar
de la terca realidad, Peña y su equipo mantienen el mismo cinismo de
principio a fin de sexenio.
Este análisis se publicó el 27 de agosto de 2107 en la edición 2130 de la revista Proceso.
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