Se contabilizaron más de 50 ataques directos hacia Andrés Manuel
López Obrador durante el debate. Quienes critican al tabasqueño por
supuestamente no responder a esta andanada de agresiones evidencian su
mala fe. Si el tabasqueño se hubiera dedicado a responder puntualmente a
cada uno de los ataques, no hubiera tenido tiempo para desarrollar
ninguna propuesta propia.
López Obrador hizo lo correcto. En lugar de distraerse con la guerra
de lodo que le proponían los otros cuatro candidatos, se dirigió
directamente a los mexicanos para exponer sus iniciativas. Mientras la
jauría evidenciaba su pequeñez y su obsesión personal con el candidato
de Morena, López Obrador demostró gran altura al exponer su sincera
preocupación con respecto a la resolución de los graves problemas del
país.
En contraste, la pronunciada agresividad de Anaya pintó de cuerpo
entero al candidato panista, quien busca esconder su enorme
inexperiencia e incapacidad políticas con descalificaciones hacia el
puntero en las encuestas.
Es importante recordar que la carrera política de Anaya es aún más
gris que la de Margarita Zavala. De 2003 hasta 2009 fungió como
secretario particular del entonces gobernador de Querétaro, Francisco
Garrido Patrón. Después llegaría a ser diputado local y diputado federal
del PAN, ambos por la vía plurinominal. También trabajó durante algunos
meses como Subsecretario de Planeación Turística durante el gobierno de
Felipe Calderón.
Anaya llegó a ser presidente del PAN y candidato presidencial de la
coalición Por México al Frente no por que tuviera algún mérito especial,
sino por su enorme habilidad para darles la espalda a sus amigos y
establecer arreglos corruptos con el poder. Después de traicionar al
pueblo mexicano con su apoyo a las “reformas estructurales” de Enrique
Peña Nieto, procedió a traicionar también a sus colegas de partido con
tal de imponer su candidatura presidencial.
Anaya hoy ataca a López Obrador, pero también roba y fusila sus
propuestas. Dice que le indignan las injusticias, que se despertará
temprano y que luchará en contra de la corrupción de la clase política.
En general, el objetivo del panista es intentar presentarse, con gran
hipocresía y cinismo, como la verdadera “oposición” y como un líder
“moderno”, cuando él es uno de los principales responsables por la
actual crisis política, económica y social que desgarra la nación.
Si Anaya realmente fuera de la oposición, dirigiría sus ataques en
contra de Peña Nieto, Meade, Calderón y Zavala, en lugar de lanzarse
constantemente contra López Obrador. Si Anaya fuera un líder auténtico,
incorporaría nuevas voces en su campaña, en lugar de reciclar los mismos
dinosaurios de siempre, como Diego Fernández de Cevallos y Jorge
Castañeda.
Anaya se parece a otro maestro de la traición y el engaño: Carlos
Salinas de Gortari. En 1988, Salinas tampoco contaba con gran
experiencia ni importantes logros en su carrera política antes de lograr
la candidatura presidencial del PRI. El “innombrable” también basó su
campaña en el concepto de la “modernidad” y el “futuro”, y terminó
imponiéndose en la Presidencia de la República por medio de la violencia
y el fraude.
Han pasado exactamente 30 años desde aquella elección tan fatídica y
hoy todavía estamos pagando los enormes costos de la mentira de la
supuesta “modernidad” salinista, la cual resultó ser la más perfecta
continuidad del mismo cinismo y saqueo priista de siempre.
¿En realidad queremos que llegue otro joven ambicioso, corrupto,
reaccionario y traidor a Los Pinos? ¿Los mexicanos somos en realidad tan
masoquistas?
Afortunadamente, todo parece indicar que las nuevas generaciones
están decididas a no repetir los errores de sus padres. Quieren que su
futuro se llene de esperanza en lugar de constantes crisis. Están
decididos a hacer todo lo que esté a su alcance para evitar que los
próximos 30 años sean tan desastrosos como los últimos 30.
A los demás nos toca apoyar a los y las jóvenes para que puedan
llevar a buen puerto su importante misión histórica este próximo 1 de
julio.
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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