Através del Programa
de Estímulos a la Innovación (PEI), el Conacyt subsidió de 2009 a 2017 a
500 grandes empresas en varios sectores, muchas de ellas
trasnacionales, incluidas compañías que están entre las 10 más ricas del
planeta, como Volkswagen, que recibió a fondo perdido 130 millones de
pesos. Anteriormente referí los subsidios entregados a las más grandes
trasnacionales semilleras, de transgénicos y comida chatarra, como
Monsanto y Pepsi. (Huachicoleo científico, La Jornada, 2/2/2019, https://tinyurl.com/y5653jn4)
Ahora veremos los subsidios del PEI a la industria farmacéutica
trasnacional, que al igual que las anteriores no son empresas que
necesiten apoyo y tampoco sirven al interés público. La gran
farmacéutica trasnacional es una industria altamente lucrativa. Las 15
mayores empresas farmacéuticas controlan aproximadamente 50 por ciento
del mercado global y están entre las que tienen mayor porcentaje de
ganancias a escala global.
De esas 15 trasnacionales farmacéuticas, el Conacyt apoyó,
directamente o mediante subsidiarias, a ocho (Sanofi, Roche, Novartis,
GlaxoSmithKline (GSK), Merck, Bayer AstraZeneca, Boheringer Ingelheim)
con un total de 41 millones 126 573 pesos, equivalentes a
aproximadamente 3 millones de dólares. También a otras grandes
trasnacionales extranjeras, como Novo Nordisk y Takeda.
En la mayoría de esos casos el dinero fue a proyectos individuales
de la propia empresa, es decir, ni siquiera en vinculación con
instituciones públicas –una de las banderas de este programa para decir
que se aporta conocimiento al país–, aunque muchas veces esa liga no
aporta nada al interés público, sino aprovecha aún más recursos y
personal de esas instituciones. La mayoría de esos proyectos fueron para
estudios clínicos o para
evaluar la seguridad y eficaciade medicamentos –ambos son requerimientos legales para que las empresas puedan comercializar los medicamentos–, por lo que no se trató de innovación, sino de subsidiar con dinero público actividades comerciales privadas. En el caso de estudios clínicos, habría que analizar si la colaboración con instituciones nacionales de salud fue el aporte de pacientes, léase conejillos de indias. La información pública no incluye la descripción total de proyectos.
Todas esas empresas patentan las medicinas producto de sus
investigaciones alegando que tienen altos costos por éstas. Restringen
así el acceso al público y las venden a precios inaccesibles para gran
parte de la población, salvo que sean adquiridas por los sistemas
nacionales de salud, con lo cual se subvencionan sus ganancias
nuevamente. No obstante, al contrario de su propaganda, tienen un pésimo
historial en innovación.
Marcia Angell, por 17 años editora de la revista científica New England Journal of Medicine, mostró en su libro La verdad acerca de la industria farmacéutica que más de las dos terceras partes de las nuevas
medicinas que lanzan a los mercados no son innovaciones, sino copias de
anteriores, con leves modificaciones para poder obtener una nueva
patente (http://tinyurl.com/yyzhz5hl).
La industria farmacéutica no es una excepción entre las
trasnacionales que han estado drenando recursos públicos con la anuencia
y colaboración de anteriores autoridades del Conacyt y gobiernos, y que
no han dejado nada al país. Se ha subsidiado a gigantes trasnacionales
en minería, energía, construcción, informática, biotecnología, industria
automotriz y aeroespacial, entre otras. Los datos están a la vista en
los registros del PEI.
Este programa fue iniciado en 2009. Al mismo tiempo, se realizaron
numerosos cambios a la Ley de Ciencia y Tecnología en ese año para
fortalecer y garantizar la participación privilegiada e injerencia de
las grandes empresas en decisiones de política pública en ciencia y
tecnología, en instituciones como el Conacyt y otras. Ahora, ante los
cambios para contrarrestar este asalto a los bienes públicos anunciados
por la nueva dirección del Conacyt, así como una propuesta de la
senadora Ana Lilia Rivera de una nueva Ley de Ciencia y Tecnología, la
reacción de esos sectores no se ha hecho esperar.
Pero en lugar de que las trasnacionales defienden sus absurdos
privilegios, se expresan a menudo a través de protestas de científicos,
varios de los cuales son financiados o tienen acciones en empresas
–algunas, incluso, se han beneficiado del PEI, como StelaGenomics (un
millón 655 mil pesos), de Luis Herrera Estrella. O directamente por
conducto del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, que si bien
formalmente reúne a instituciones públicas de investigación, tiene un
claro historial de favorecer al sector privado y tiene a cuatro grandes
federaciones industriales en su directiva –Confederación de Cámaras
Industriales, (Concamin), Consejo Nacional Agropecuario (CNA),
Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) y Cámara
Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra)–, en las cuales
son miembros las trasnacionales beneficiadas por el PEI y otras
políticas.
Como todas, la ley propuesta requiere discusión, ojalá de amplios
sectores de la sociedad, para que realmente sirva al interés público.
Será fundamental comenzar por cuestionar los viejos canales de información cooptados por la gran industria y declarar los conflictos de interés de quienes se expiden sobre ella.
* Investigadora del Grupo ETC
No hay comentarios.:
Publicar un comentario