Alejandro Nadal
La Jornada
Hasta la década de los años
1970 los estudios sobre organización industrial cubrían temas como la
concentración y el poder de mercado, los canales de competencia, escalas
de producción, integración vertical y horizontal, las empresas
multiproducto y sus economías de alcance. Quizás faltaba en el paisaje
el vínculo con el sistema financiero, pero por lo menos el poder que
viene asociado a la concentración industrial era una parte clave de la
preocupación de los economistas. Pero en los años de 1970 ese tipo de
estudios se fue eclipsando y en la investigación sólo quedó espacio para
los estudios que glorificaban las virtudes del libre mercado. La
nomenclatura misma de
organización industrialse fue utilizando cada vez más para referirse a un campo de estudios que mostraban que los principales postulados de la teoría neoclásica seguían siendo válidos.
Hoy, las cosas están cambiando. Muchos economistas se han dado cuenta
de que no pueden tapar el sol de la evidencia con el frágil dedo de la
teoría neoclásica. Los estudios sobre estructuras y dinámicas
industriales toman nuevos bríos y muestran, sin lugar a dudas, que ha
incrementado la concentración industrial y que el poder de mercado de
las empresas dominantes también ha crecido. Las fuerzas que explican
este aumento de la concentración industrial son variadas y muchas tienen
que ver con fenómenos bien conocidos en la historia del capitalismo
industrial. (Por cierto, la concentración industrial es un fenómeno que
se presenta también, y con gran intensidad, en los servicios: la
terminología de ‘concentración industrial’ no es la mejor).
Pero muchos organismos vinculados con el mundo de la política
económica se resisten a encarar la realidad. El informe sobre la
economía mundial de este año del Fondo Monetario Internacional
dedica un capítulo al tema de la concentración y el aumento del poder
de mercado de las grandes corporaciones. Desgraciadamente, el FMI
encuentra que el incremento de la concentración es moderado, lo que no
concuerda con la mayoría de las investigaciones en el mundo académico.
Además, para el FMI las fuerzas que explican la concentración industrial
tienen más que ver con el buen desempeño de algunas corporaciones y
menos con fenómenos perversos como la construcción de barreras a la
entrada o con el mundo de las prácticas desleales en el comercio. Para
el FMI la introducción de tecnologías de la información ha sido un
fuerte estímulo para el aumento de la concentración industrial. Según el
organismo, ese resultado se encuentra respaldado por un interesante
estudio de Mordecai Kurz, de la Universidad de Stanford.
Sin embargo, esa investigación presenta un cuadro más alarmante de lo
que quiere reconocer la lectura del FMI. Finalmente, a pesar de
dedicarle un capítulo en su informe sobre la economía del planeta, el
FMI encuentra que el aumento de la concentración industrial ha tenido un
efecto
modestoa escala macroeconómica.
La realidad contrasta con el informe del FMI. La vinculación malsana
con fuentes de crédito, así como la fusión y la adquisición de empresas
para incrementar sus economías de escala y de las llamadas economías de
alcance, son dos procesos típicos que promueven la concentración y no
son precisamente buenos para la salud macroeconómica. Ambos están
relacionados con el poderío del sector financiero y contribuyen a
cambiar el modus operandi de las grandes corporaciones que
terminan por privilegiar las ganancias de muy corto plazo, abandonar los
proyectos de largo aliento y, por supuesto, sacrificando el medio
ambiente. Las oleadas de fusiones y adquisiciones de los años anteriores
a la crisis de 2008 son claro testimonio de esto.
Lo más importante en este tema es que la concentración industrial
está íntimamente vinculada con la creciente desigualdad y con el
desempeño de la economía mundial. La evidencia de numerosos estudios
revela que las grandes corporaciones utilizan su poder de mercado para
manipular precios, incrementar sus márgenes de ganancias sobre los
costos y para imponer menores salarios y prestaciones en mercados
laborales cada vez más fragmentados. El golpe a las clases trabajadoras
es una exacción doble que pasa por los precios y los salarios.
Otros instrumentos que han contribuido a incrementar la concentración
industrial incluyen la larga duración de las patentes y los contratos
de licencias que involucran todo tipo de restricciones para los
licenciatarios. El cambio en la legislación que permitió ampliar la
duración de las patentes refleja el poder que han tenido las grandes
corporaciones para moldear la agenda del Poder Legislativo.
La interpretación de las leyes antimonopolio se ha ido debilitando
desde hace mucho. Algunos casos connotados, en los que se involucran
unas pocas corporaciones gigantes, no deben engañar: las leyes
antimonopolio son, en la actualidad, una caricatura de lo que fueron
hace cuatro décadas. Todo esto sirve para recordar que, en su evolución,
el capitalismo va modificando la estructura del Estado.
Twitter: @anadaloficial
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