Riqueza para el burgués, miseria para el campesino
Como
mencionamos en números anteriores, Andrés Manuel López Obrador (AMLO)
declaró que su Plan Nacional de Desarrollo está basado parcialmente en
el plan sexenal de Lázaro Cárdenas, con el que se inició el periodo
conocido como el “milagro mexicano”. En esa época el país se
industrializó y se crearon diversas empresas estatales, como la Compañía
Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), Productora Nacional de
Semillas (Pronase), Guanos y Fertilizantes de México, que en 1970 cambió
a ser Fertilizantes de México (Fertimex). Además, se incrementó la
infraestructura hidráulica con el objetivo de lograr la soberanía
alimentaria.
Antes del neoliberalismo, en 1980 se consumían en México
643 mil toneladas de urea y 168 de nitrato de amonio, principales
fertilizantes utilizados en la agricultura. Fertimex producía 62% y 70%
de estos insumos respectivamente, lo que significaba que se importaba
menos de la mitad. A principio de la década de 1990, Petróleos Mexicanos
(Pemex) incrementó el precio del amoníaco (necesario para la producción
de fertilizantes), debido al comienzo de la privatización de la
industria energética. En ese momento, el Estado declaró que ya no era
rentable producir fertilizantes, con lo que justificó la privatización
de Fertimex en 1992. Salinas de Gortari fragmentó la empresa en 13
unidades productoras y las vendió por 317 millones de dólares (mdd),
menos de lo que valían. Esto fue bien recibido por siete empresarios,
entre ellos Alonso Ancira Elizondo (con Altos hornos de México) y Fabio
Covarrubias Piffer. Todo bajo la dirección del padre de Emilio Lozoya,
Emilio Lozoya Thalmann, como secretario de Energía. ¡Qué sorpresa!
Ante
este panorama puede surgir el argumento de que importar los productos
sale más barato, pero ¿más barato para quién? La SE informó que en el
2018 comprar una tonelada de fertilizante costaba aproximadamente
$10,254, lo cual eleva considerablemente los costos de producción para
los campesinos, quienes por falta de subsidios se ven obligados a no
fertilizar, lo que provoca bajos rendimientos en sus cosechas y, en
consecuencia, menores ganancias.
Pero esta dependencia no ha
beneficiado sólo a los países que exportan productos al nuestro, sino
también a “la mafia del poder”, como al extitular de Pemex, Emilio
Lozoya, quien en 2013 compró a Alonso Ancira la planta Agronitrogenados
por 275 millones de pesos (mdp), la cual es literalmente chatarra. En
2015, el Consejo de Administración de Pemex, debido a presiones y
amenazas de Lozoya, compró a Fabio Covarrubias la planta en quiebra de
Fertinal, por 635 mdd, lo cual significó una pérdida al erario de 193.9
mdd.
El actor principal de esta compra millonaria es Ricardo
Salinas Pliego, el tercer hombre más rico de México y actual miembro del
Consejo Asesor Empresarial de AMLO, ya que desde 2008, a través de
Banco Azteca, dio préstamos a Fertinal por 400 mdd, los cuales fueron
pagados por Pemex.
Actualmente Lozoya se encuentra prófugo de la
justicia por éste y más casos de corrupción, realizados durante su
gestión como director de Pemex. Pero los que siguen intocables son
Alonso Ancira, Fabio Covarrubias y Salinas Pliego, quienes se han
beneficiado de las empresas que deberían servir al bienestar del pueblo.
Tal parece que en esta trama la frase “negocios son negocios” lo
justifica todo.
La Cuarta Transformación plantea alcanzar la
soberanía alimentaria, a través de diversos programas para el campo
(Crédito Ganadero a la Palabra, Precios de Garantía a Productos
Alimentarios Básicos, Producción para el Bienestar y Agromercados
Sociales y Sustentables), anunciados por Víctor Villalobos, actual
secretario de Agricultura y Desarrollo Rural. Si bien estos programas
contribuyen a la producción nacional, no combaten de raíz nuestra
dependencia alimentaria, ya que no se ha establecido un programa de
industrialización del campo. Por poner un ejemplo, la producción de
maquinaria agrícola e implementos la realiza las empresas John Deere,
New Holland y McCormick, de Estados Unidos, las cuales ensamblan los
tractores en nuestro país, utilizando a la población como mano de obra
barata. El caso de las semillas y agroquímicos es muy similar, y la
actual Ley para el Desarrollo Agrario, presentada por el senador
morenista Ricardo Monreal, no se desvía mucho del camino emprendido las
últimas décadas, ya que sigue con la lógica neoliberal y no ataca el
principio del capitalismo agrícola: la propiedad privada de la tierra.
Ante
este panorama nuestra propuesta, contenida en el Programa Mínimo de
Lucha, es clara: se deben nacionalizar todas las empresas agrícolas
vendidas en el periodo neoliberal, así como juzgar y castigar a todos
los empresarios y burócratas que se aprovecharon de este periodo, como
Emilio Lozoya. Además, es necesario eliminar todas las modificaciones al
artículo 27, para así tener dominio de los recursos naturales y lograr
la verdadera soberanía alimentaria. Estos pasos serán los primeros para
transformar realmente el actual sistema político, que basa todo en las
ganancias económicas, sin tomar en cuenta la salud de las personas,
pues, por ejemplo, utiliza de manera indiscriminada plaguicidas, que
según la Organización Mundial de la Salud (OMS) están relacionados con
casos de cáncer y malformaciones.
La industrialización agrícola
en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la producción
basada en cooperativas en Cuba nos dan un ejemplo claro de que la
verdadera soberanía y autosuficiencia alimentaria no es una cuestión
utópica y sí una realidad posible. Sólo con la organización popular en
defensa de los intereses del proletariado, nos transformaremos en un
país que vele por el bienestar de la población, un país socialista.
Nota:
Este
artículo fue publicado como parte de la sección «Campo» del No. 46 de
FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación
Popular (OLEP), Septiembre-Octubre, 2019.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario