En esta temporada de
confinamiento doméstico, cierre de cines, teatros, museos y salas de
conciertos, una opción estupenda de distracción, relajamiento y goce
cultural es combinar el placer de escuchar música y ver buen cine a
través de las plataformas digitales (Netflix, Amazon Video Prime, HBO,
etc), así como de las múltiples ofertas que organismos independientes e
instituciones culturales van poniendo al alcance de la ciudadanía. Hay
propuestas para todos los gustos, desde los productos más comerciales,
que hasta hace poco llenaban las salas de cine, hasta películas de autor
o documentales con escasa visibilidad y promoción en la cartelera. En
diversos medios abundan las recomendaciones y guías mínimas para que los
espectadores en casa afinen sus propios filtros para un entretenimiento
de calidad. El documental Miles Davis: Birth of the Cool (2019), del director afroestadunidense Stanley Nelson, ofrece una amalgama de buen cine y música formidable.
Vivir es una aventura y un desafío. Esta frase, atribuida a Miles Davis, célebre trompetista e innovador infatigable del jazz, resume el espíritu y también la estrategia narrativa que ha elegido Stanley Nelson para rescatar, con un notable trabajo de edición, los momentos más relevantes en la trayectoria artística y vital del músico de East St. Louis, Missouri. Una visión de conjunto que transita desde la infancia del artista y el despunte de su vocación musical, apoyada siempre por una familia con los medios suficientes para enviarlo a estudiar en Julliard, la prestigiada escuela de música en Nueva York, hasta los turbulentos días crepusculares en que la droga, el alcohol y el maltrato a sus mujeres estuvieron a punto de derribar para siempre su ya tambaleante respetabilidad moral y toda su genialidad artística. La novedad de este documental consiste en proponer, a partir de imágenes y grabaciones de archivo, y entrevistas con colegas musicales, amigos y familiares, un cuadro muy completo del personaje y de su entorno social.
El enfoque panorámico propuesto contrasta de modo singular con la
apuesta de otro cineasta afroestadunidense, Don Cheadle, quien en su
primer largometraje de ficción, Miles Ahead (2015), prefirió
concentrarse en ese periodo de inactividad artística, entre 1975 y 1980,
en que el músico se abandona a un escepticismo radical, se atrinchera
en su acomodado domicilio neoyorquino que pronto se vuelve pocilga,
batallando por la dura recuperación de una salud muy frágil (secuelas de
una fractura de cadera, superación de un tumor benigno en la laringe), y
librándose al consumo inmoderado de las drogas, hasta quedar reducido a
un estado de virtual indigencia. Miles Davis: Birth of the Cool,
en cambio, amplía considerablemente el recuento biográfico. Incluye a
personajes, cómplices y mentores artísticos, que acompañan al músico en
su ascenso triunfal, y también en su lamentable etapa de veda creativa, y
también en la portentosa reconversión de su talento musical y en su
renacimiento mediático. Dizzie Gillespie, Gil Evans, John Coltrane,
Thelonius Monk son aquí figuras tutelares. En tanto, Frances Taylor es
la camarada sentimental con quien el artista tiene la mayor empatía y
los más violentos desencuentros entre tantas esposas y conquistas en su
larga carrera paralela de seductor incontinente.
Hay momentos formidables, casi mágicos, en el documental de Stanley
Nelson. Uno de ellos, la aparición de una Juliette Greco muy madura
evocando su vieja relación sentimental y confabulación artística con
Miles en un París intoxicado con el furor y la novedad del jazz. Otro
instante memorable es ver al músico improvisando en 1958, frente a las
imágenes de un filme todavía inacabado, la partitura de Ascensor para el cadalso,
de Louis Malle, mientras acompaña los pasos perdidos de Jeanne Moreau
en una noche parisina desierta. La fiesta ambulante que siempre fue
París, Miles la vive maravillado. Como el escritor James Baldwin, el
músico afroestadunidense encuentra en la bohemia local un clima
tolerante, alejado del racismo que impera en su país. Esta atmósfera
social la recupera el documental con enorme brío, sin dejar de referir,
con didactismo transparente, las diversas etapas de la creación
artística de Miles, su vocación vanguardista y su muy saludable impulso
de renovación cuando advierte que las nuevas generaciones son sensibles a
ritmos musicales diferentes y se obliga a transformar los suyos, de
modo casi implosivo, con una actitud siempre consecuente. Es previsible
que se evoquen obras en que el cine de ficción ha abordado al jazz y sus
grandes protagonistas.
Disponible en Netflix.
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