A principios de febrero el sistema
de salud de México supo del arribo del coronavirus al país. Lo trajeron
viajeros procedentes de Estados Unidos (EU). Luego, de Italia y España.
Muy publicitado fue el caso del destacado empresario José Kuri
Harfusch, ligado familiarmente al ingeniero Carlos Slim. Kuri llegó
procedente del centro turístico de Vail, EU, el 7 de marzo, sin que
presentara síntomas. Pero comenzaron a manifestarse dos días después y
fue hospitalizado en estado crítico. El periodista Raymundo Riva Palacio
anunció su fallecimiento. Lo desmintieron indignados los familiares. En
el vuelo mencionado también estaba Jaime Ruiz Sacristán, presidente del
consejo de administración de la Bolsa Mexicana de Valores y ex
secretario de Comunicaciones y Transportes durante el sexenio de Ernesto
Zedillo. También resultó positivo de Covid-19.
En febrero también se supo oficialmente del virus en California. Y un
mes después, en Nueva York. Pero mientras en el estado más rico del
vecino país procedieron a tomar las medidas más adecuadas, en la Gran
Manzana y áreas conurbadas se tardaron en hacerlo. Hoy la ciudad
turística por excelencia de EU ocupa el primer lugar en muertes y
contagios. Además, ese país encabeza la lista mundial en contagios y
será el que tenga mayor número de víctimas mortales.
No debemos sorprendernos, pues el presidente Trump estuvo durante
varias semanas alardeando de que no afectaría a su país y celebrarían la
Pascua como cada año. Que tenían un servicio de salud de primera y no
había motivo para tomar medidas en la economía. En paralelo le endilgó a
China la culpa de lo que pasaba. Pronto tuvo que reconocer la realidad,
comenzando por que han perdido su empleo más de 10 millones de
trabajadores.
El neofascista presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, también restó importancia al coronavirus. Lo calificó de una
gripitaque no debía detener la actividad económica. Criticó a los 27 gobernadores del país por decretar aislamiento social, algo que pide la Organización Mundial de la Salud (OMS) para detener la expansión del virus. Los llamó
exterminadores de empleo. Como Trump, Bolsonaro maneja a su gusto conceptos y cifras sobre la pandemia. Cabe recordar que cuando visitó al magnate en la Casa Blanca, se contagiaron del virus 25 integrantes de su comitiva. Y que ha acusado a los medios de comunicación de sembrar la histeria y el pánico por la
gripita.
Recientemente mintió al decir que la OMS le daba la razón cuando
pidió a los trabajadores informales de Brasil no abandonar actividades.
En realidad esa organización sugiere a los gobiernos de los países
pobres dar asistencia social a quienes laboran en la informalidad a fin
de que permanezcan en casa. En México una parte muy importante de la
economía recae en ese segmento poblacional y requiere todo el apoyo de
las instancias oficiales. Los informales suman decenas de millones en
América Latina.
Otra afirmación que unió por semanas a Trump y a Bolsonaro fue la de
que contaban con los recursos necesarios para atender a los infectados.
Sin embargo, EU arrastra severos problemas sanitarios: faltan
hospitales, centros de salud primaria, médicos y enfermeros. Y millones
no tienen garantizada la atención que requieren para cuidar su salud
pues viven en situación precaria. A ellos se suman los trabajadores
indocumentados, la mayoría de origen mexicano. Luego de satanizar el
Medicare (programa de cobertura de seguridad social del gobierno que
brinda atención a todos los mayores de 65 años o los considerados
discapacitados por graves problemas de salud), ahora Trump ordena cubrir
todos los gastos que por coronavirus demanden decenas de millones de
estadunidenses carentes de servicio médico.
La pandemia ha mostrado en otros países los frutos de no reforzar los
sistemas de salud pública por privatizar la atención médica. Los
resultados se ven ahora en España, Italia y Francia, por ejemplo.
También en México, donde el Presidente reconoce que hay un déficit de 9
mil especialistas en terapia intensiva. En las demás ramas el panorama
es igualmente desalentador. Pero el mandatario dice que vamos a triunfar
sobre el virus
con dignidad y felicidad. Si de eso se trata, los primeros que necesitan atención son los millones de habitantes que laboran en la informalidad y hoy están sin trabajo. Una prueba más de que fracasó el modelo neoliberal establecido en el país desde fines del siglo pasado. Y con el agravante de que hasta hoy no existe el programa de justicia social y económica que lo remplace.
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