La crisis del coronavirus
ha visibilizado el papel que el saqueo desempeña en la reproducción del
capitalismo actual. Como si fueran modernos bucaneros, los gobiernos de
países poderosos como Estados Unidos o Francia se han dedicado a
confiscar, sin recato alguno, pruebas médicas, respiradores y
mascarillas que otras naciones han adquirido para combatir la pandemia.
Si en otras épocas los corsarios sirvieron para controlar los mares y
las rutas comerciales, ahora, no conformes con el pillaje, los nuevos
filibusteros impiden la exportación a otras latitudes de medicamentos y
equipos sanitarios, y realizan compras masivas por las que pagan precios
tres o cuatro veces por arriba de su valor.
No se trata tan sólo de la gran cantidad de empresarios
inescrupulosos o avorazados que utilizan la tragedia para hacer grandes
negocios. Tampoco de vivales que venden productos en mal estado,
falsificados o caducos o que defraudan a compradores. Aunque todos se
han multiplicado como hongos en temporada de lluvias, el asunto va más
allá. Se trata de gobiernos imperiales que saquean bienes claves para
combatir la enfermedad, o que, defendiendo teóricamente el libre
comercio, cierran sus fronteras.
No hay en esta relación entre despojo, nuevos corsarios y capitalismo
nada sorprendente. Este modo de producción –explica el antropólogo e
historiador Antonio García de León– fue un sistema hecho por piratas y
mantenido por piratas. “Piratas en inglés se dice privateers,
que es casi como decir privados o iniciativa privada. Fueron incluso
parte de la iniciativa privada de la época. Así que la iniciativa
privada actual tiene entre sus antepasados más gloriosos a los piratas.”
El material sanitario y de protección disponible en el mercado
mundial para hacer frente al Covid-19 es insuficiente y los gobiernos
imperiales no dudan en disponer de él de cualquier manera. Todo les está
permitido en la guerra de los cubrebocas.
Las acciones de rapiña imperial se suceden vertiginosamente. El nuevo bucanero Emmanuel Macron, presidente de Francia, anunció:
Estamos en guerray emitió un decreto que autoriza confiscar todo material de protección que esté en su país. De manera que, el 5 de marzo, un cargamento de 4 millones de tapabocas de la empresa sueca Mölnlycke, con destino final a España e Italia, que había ingresado al puerto de Marsella y tenía como destino su centro logístico en Lyon, fue incautado. Finalmente, dos semanas más tarde, después de múltiples presiones diplomáticas, el gobierno galo se quedó con 2 millones de mascarillas y aceptó que salieran otras tantas.
Según el diario L’Express ( https://bit.ly/3dXbQGg
), después del amargo trago, la compañía sueca decidió no llevar sus
cargamentos de China a Francia, para evitar las confiscaciones
arbitrarias. Un alto funcionario le dijo a ese diario:
Tenemos instrucciones de no requisar toda la producción con el fin de dejar un poco a los amigos.
Del otro lado del Atlántico, el magnate Donald Trump, que apenas el
pasado sábado 4 de abril reconoció la magnitud del desastre sanitario en
su país provocado por la pandemia, sigue siendo el mismo pirata de
siempre. Entre otras medidas arbitrarias, pidió a la empresa 3M que no
exporte cubrebocas de uso médico. Adicionalmente, le ordenó a la
compañía fabricar tantas mascarillas N95 como las autoridades
consideraran necesarias para Estados Unidos.
No es el único caso. Según el diario español El Independiente,
abastecedores de material sanitario avisaron a comunidades autónomas
que no podrán garantizar los pedidos ante las compras masivas que
estaría realizando Estados Unidos a fabricantes chinos.
Un suministrador con el que trabajamos habitualmente nos ha dicho que van a tener problemas para hacer pedidos porque Estados Unidos ha bloqueado la producción de China y la ha comprado entera. Está pagando la mascarilla a 80 céntimos de euro, cuando nosotros nos hemos hecho con las últimas a 0.45. Y hace 20 días a 29 céntimos.
En el aeropuerto de Bangkok, 200 mil máscaras de protección para la
policía de Berlín fueron incautadas. Las autoridades alemanas asumieron
que Estados Unidos estaba detrás de la confiscación. El senador Andreas
Geise denunció la medida como
acto de piratería moderna.
La lista de actos de pillaje es interminable. Involucra a Italia
contra Grecia, la República Checa contra Italia, Turquía contra España y
un largo etcétera. Pero va más allá de los tapabocas. Esta guerra
también se ha extendido para los respiradores. Según el Mossad, los
países se han visto envueltos en una feroz batalla encubierta para hacerse a toda costa con el limitado número de respiradores que hay en el mercado. Se están vendiendo los respiradores a través de grietas del sistema(https://bit.ly/2wTW5iY).
El contraste no podría ser mayor. Mientras países como Cuba mandan
desinteresadamente brigadas médicas a multitud de países para combatir
la pandemia, los gobiernos imperiales reproducen la vieja piratería
capitalista. Así la ética y la defensa de la humanidad de unos y de
otros.
Twitter: @lhan55
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