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Con esos modelos femeninos como "la mujer araña"¿cómo no soñaría una con que existiera "algo" que luego descubre que se llama feminismo ?
El
confinamiento es un túnel del tiempo. Dato extraño: los días pasan a
grandes velocidades. Sólo que no necesariamente suceden en el día del
año que corresponde, lo que provoca un cierto desencuentro con la
realidad. Les cuento: existe un pueblo en el sureste mexicano que se llama Teapa. El "tercer lugar en precipitación pluvial en el mundo", dato que tal vez no es exacto, pero del que siempre me sentí muy orgullosa.
Es entonces Teapa. Es Tabasco. Es una infancia en los años sesenta. Eran las tías Dianita y Josefina. La primera se quedó viuda a los 24 años. La segunda no se casó. No impide que las dos eran muy insistentes con el asunto del matrimonio como anhelo máximo en la vida de una mujer.
Cuando llueve en Teapa "caen lagartos". No me tocó verlos, quizá porque la tormenta
no permite percibir casi nada. Toma las ciudades con su presencia
absoluta. Y es posible que para cuando sales después, los lagartos se
repusieron ya de su descenso precipitado y caminaron de regreso a los
ríos. Son muy resilientes los lagartos. Para llamar de casa de las tías
de Teapa a Villahermosa, se le solicita la llamada a una amable operadora, quien se murmura es dada a escuchar y difundir las conversaciones. No termina matrimonios, porque una mujer aguanta lo que haya que aguantar para "sostener el sagrado vínculo", pero se sabe que los arruina un poco.
En
la pared de la casa de las tías cuelgan fotos con marcos que nunca
recuerdo si se llaman cóncavos o convexos. También hay fotos de toda la
familia debajo del cristal de la mesa de mimbre. Amo esos muebles. Los
techos tan altos. El patio grande. El jardín. El pozo con agua fresca y
las jaulas con animalitos al fondo. El baño inmenso. Los altares llenos
de Santitos con sus velas son un tanto sombríos. Demasiado sufridero.
Las
tías salen poquísimo. Casi solo a la misa de los domingos. Reciben
visitas. No es que vivan encerradas, a nadie se le ocurriría
considerarlo así. Es que salvo alabar a Dios, no hay razón alguna para
que una mujer soltera y una viuda anden por las calles. Darían mucho de qué hablar. Una mujer tiene una sola "reputación" y si la pierde no la vuelve a encontrar. Tengo la impresión que los hombres tienen varias.
La feria es el gran acontecimiento non sancto del pueblo. Hay tres espectáculos que incluyen mujeres. Uno más aterrador que el otro. A una le lanzan cuchillos
pegaditos al cuerpo y el éxito del héroe de la función consiste en no
asesinarla. Todas/os aplaudimos. ¡No le atravesó el corazón! ¡No le
cortó la nuca! ¡Qué hombre tan certero, qué tino! Ella sobrevive en
segundo plano y con la mirada baja. Se llama modestia y es una actitud
muy femenina. Nos engrandece. Uno más de los misterios femeninos: ¿Cómo
encogerte te haría más grande? Cómo en el caso de la santísima Trinidad,
es necesario creer a ciegas.
La segunda cuyo llamado abarrota la carpa es "La mujer araña".
Una muchacha muy desafortunada cuelga a mitad del escenario con su
cabeza humana que termina en un cuerpo de bicho y unas patas peludas.
"Es poco probable que se case", dirían las tías. Muy poco probable.
Caray, qué infortunio. Responde a las preguntas de las/los niñas/os con
su voz de ultratumba. Las niñas, sobre todo, sudamos la gota gorda. "Por
desobedecer a su mamá se convirtió en araña". Por desobedecer. Por desobedecer a su mamá. ¿Qué niña en este mundo redondo no la ha desobedecido? María Magdalena pecó y la perdonaron, y se hizo bien famosa. Pero eso sucedió hace cantidad de años. Miro a la mujer.
Observo mi cuerpo. Mi vientre puede inflarse en cualquier momento. El
plop se escuchará hasta San Petersburgo, que es una ciudad en Rusia. Ya
nadie me va a querer. Nadie. Tendré trabajo, eso sí. Pasear mi desgracia
de feria en feria.
La tercera mujer de la feria vive en igual espanto. "La mujer enterrada viva". Es la más terrorífica. Por lo menos la de los cuchillos se salva, hasta que un día no. Y la araña aunque sea de extraña manera, puede desplazarse. Qué se yo, ir al mercado. Esta otra mujer
está condenada a vivir bajo tierra en un espacio que apenas contiene su
cuerpo. Debajo de una carpa abren un hoyo muy hondo, colocan un ataúd
con tapa de cristal, y allí dentro una mujer se pasa la vida sin poder moverse ni un milímetro.
Vestida
como la Bella durmiente. Día y noche en ese ataúd. Las personas
desfilamos alrededor estrujándonos las manos. Voy a visitarla todos los
días. ¿Cómo respira? ¿por dónde? ¿no se le entumen las piernas y los
brazos? ¿no muere de angustia? ¿está empastillada con Valium como las
"neurasténicas"? ¿Nadie la abraza? Atrapada en un ataúd de feria en
feria. ¿La transportan en el ataúd? Ella sí podría casarse, pero parece a
todas luces imposible que se reproduzca. Es de ella de quien en el
futuro no podré librarme. La claustrofobia me acosa. Los aviones serán
cajas volantes de las que podría una no salir nunca. En todo caso: ni
hombre apuntado por cuchillos, ni hombre araña, ni
hombre enterrado. Hombres son quienes presentan estos espeluznantes
destinos femeninos. No quiero ir más a la feria sólo que no puedo
contenerme.
Con esos modelos femeninos en las
carpas atiborradas de niñas: atrapada en un féretro, al borde de la
muerte por objeto punzo cortante (como diría El Alarma) o, convertida en
araña por lo más inevitable del mundo: desobedecer, ¿cómo no soñaría una con que existiera "algo" que luego descubre que se llama feminismo? En los años sesenta
las personas ya no viajan en tren por Tabasco. Solo las mercancías. Las
frutas, por ejemplo. Todas/os las personas que conozco están vivas. Es
sólo cuestión de buscar sus números de teléfono. La operadora me
comunica. La comunicación con la casa de las tías falla porque hay tormenta en Teapa. Solo por eso.
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