6/14/2020

Boris Vian: jazz y literatura II


Ernesto Márquez 

Boris Vian tenía múltiples actividades y procuraba atenderlas todas con dedicación, pero no podía quitar de su mente los sonidos fantásticos del jazz que venía escuchando desde temprana edad, quizá desde la llegada a París de las primeras bandas estadunidenses. Con su entusiasmo, aprendió rápido a tocar la trompeta, instrumento que logró dominar a la perfección al imitar a Bix Beiderbecke, trompetista blanco del que era gran admirador, de quien logró copiar el estilo y sonoridad. Muy pronto, junto a sus hermanos, Lalio y Alain, y otros amigos, formó una pequeña orquestina que animaba las fiestas estudiantiles. Más adelante, se unió a la formación de músicos aficionados dirigida por el clarinetista Claude Abadie que tocaba al estilo New Orleáns.
En 1937 se hizo socio del legendario Hot Club de France, fundado años atrás por Django Reinhardt y Stephane Grappelli, club que se convirtió en el lugar de encuentro de escritores, músicos, poetas y demás personajes del ambiente bohemio parisino. Vian era un excelente anfitrión y su club una parada obligatoria para los estadunidenses que llegaban a dar conciertos en la Sala Pleyel, la Opera de París o el Teatro Ranelagh, muy concurrido éste último por los festivales de jazz que ahí se organizaban.
Alrededor de 1939 conoció a la leyenda Duke Ellington (El señor de señores, el emperador del jazz de todos los tiempos), principal instigador de sus obras literarias por su forma de trabajar con el género, creando discordancias entre la melodía. Su novela inicial, Temblor en los Andes, y A tiro Limpio las escribió en 1943 inmerso en el mundo del jazz. Refería sucesos de su vida y leerlo era experimentar en carne propia la pasión por la música y el arte que crecía en él desbordadamente.
Su vieja dolencia cardiaca le impidió seguir ejerciendo de trompetista, y pasó a escribir canciones, cine, teatro, y a cantar, mientras se convertía en uno de los colaboradores principales de la revista Jazz Hot, para la cual escribió critica discográfica, editoriales sobre jazz, biografías de músicos y colaboraciones literarias. Ese trabajo duró hasta 1958, y sus escritos sobre jazz sentaron cátedra en todo el mundo. Prestigiosas revistas especializadas en jazz, como Hot Revue, Gazzette de Jazz, Midi Libre, Jazz Magazine y Style en France, reclamaban su colaboración y él participaba con denodado entusiasmo.
Vian se movia como pez en el agua al liderar la opinión musical; trabajaba muy a gusto en su nuevo empleo en la Philips Record, de la cual era director principal en el apartado Jazz y el redactor de las fundas de discos. Era el más importante crítico del género y su palabra, ley.
Tal como lo hiciera en la literatura, sus críticas, crónicas y reflexiones las escribió bajo su nombre o bien con seudónimos tales como Dr. Gédéon Molle, Andy Blackshick, Michel Delaroche ó S. Culape.
Siempre con humor y maestría, arremetía contra todos los cretinos que no reconocían a sus expertos morenos en estos jóvenes negros preocupados por el arte y la teoría musical. Escribía de jazz para Les temps modernes de Jean Paul Sartre; enviaba cartas a sus aversarios, como el tal Roger Vicent, Testarudo como una mula; versaba sobre la canción ligera y el jazz o sobre si la música de jazz ¿es música para bailar? Todo con un rigor extraordinario.
Su manera de amar el jazz y de darlo a entender era notable en un terreno en el que, sobre todo en su época, la anécdota, la impresión y el fanatismo estaban a la orden del día. Vian propugnó incansablemente la crítica imparcial, tolerante e instruida a los dilemas técnicos que planteaba la música. Lo mismo era en el rigor histórico. Con su peculiar estilo y para todos aquellos que piensan que el jazz es furtivo cual ave de paso, hacia la historia y el desarrollo de sus valores estéticos-musicales desde su origen en el barrio chino de Nueva Orleáns hasta su arribo a Nueva York y las costas de California, pasando por Chicago, para luego conquistar Europa, teniendo a París como centro hegemónico.
Como músico de jazz grabó poco, pero dejó tras de sí elegantes grabaciones, siendo las mas importantes: Rosseta, (1944) con el clarinetista, Claude Luter; Muskrat Ramble (1946) con Claude Abadie, y Basin Street Blues (1947) con sus hermanos.
(continuará)

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