Lo hemos compartido en otras ocasiones, que los impactos de esta crisis sanitaria no son, ni será igual para todas las personas.
Las desigualdades añejas son las que hacen la diferencia, y las
mujeres jóvenes lo padecen, al enfrentar una enorme precariedad y una
violencia atroz, que las llevó a pintar de morado la Ciudad de México y
muchas otras ciudades del país y del mundo, para gritar “ya basta”.
Entre las prioridades de los gobiernos para la era post COVID, las
jóvenes poco pintan y su invisibilización traerá fracasos de las
políticas publicas.
Las jóvenes de hoy serán las que enfrentarán durante más tiempo los
estragos de la crisis mundial actual que vino agudizar la pandemia
sanitaria y son ellas también las que está demandando un nuevo modelo de
mundo.
Ellas han estado cargando, a través de la pérdida de derechos, la pobreza de sus países.
En México, representan la mitad de la población joven de entre 12 y 29
años que no acceden a la escuela ni al trabajo, cuatro veces más en
comparación con los hombres.
Desvanecer estas realidades desiguales haciendo pisos parejos para
toda la juventud profundiza las desigualdades. Incluso si ellas son las
beneficiarias mayoritarias en los programas sociales del actual
gobierno, lo que no implica que la política tenga perspectiva para
construir la igualdad de las mujeres y lo saben.
Cálculos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) afirman que si
México reduce la brecha de género, se añadirían mil 100 dólares al
Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, lo que generaría una mayor
igualdad. Por qué no apostarle a ello.
Por más que se quiera convencer que en la frase “primero los pobres”
están las mujeres, no es cierto, porque bien saben que lo que no se
nombra se oculta de las prioridades.
Para uno de cada 3 hogares que tiene como cabeza de hogar a
mujeres entre 15 y 19 años, la pobreza, el desempleo y la desigualdad
son la trampa mortal. Para resolverlo además de las becas o subsidios
económicos, hay que agregar los elementos necesarios para que esas
mujeres accedan a todos sus derechos y tomen sus vidas en sus manos.
Romper con el ciclo de la pobreza no es evitar que mueran de hambre o
que sobrevivan a la miseria, como lo administró el PRI por años de
gobierno y que dejó el desastre de país que hoy tenemos, al cual le
ayudaron los gobiernos panistas.
Se trata de construir la ciudadanía de las mujeres a través de la apropiación de sus Derechos Humanos, de todos los derechos para todas las mujeres.
El ejemplo hay que ponerlo bien desde la federación para que las
entidades puedan replicarlo o mejorarlo, especialmente aquellas que
concentran el mayor número de mujeres jóvenes. Según el Instituto de la
Juventud, en 2014, 8 Entidades Federativas concentraban la mitad de
mujeres jóvenes: Estado de México, Distrito Federal, Jalisco, Veracruz,
Puebla, Guanajuato, Chiapas y Michoacán.
La igualdad de las mujeres además de ser un derecho es apuesta que
reditúa en todos los sentidos, humanos, económicos, sociales,
culturales, democráticos y de justicia.
No hay que temerle a impulsar la igualdad de las mujeres, aún cuando el jefe no esté de acuerdo.
Ese, es un largo camino andado por las feministas que han llegado a los
puestos de poder y con las cuales hemos avanzado para llegar donde
estamos hoy.
Con muchas de ellas, las feministas abrimos las puertas para lograr la paridad en los gabinetes.
Las jóvenes deben estar presentes en el diseño de las políticas que
les atañen, hay que garantizar su presencia de manera plural,
transparente y democrática, construir el camino a la igualdad de las
mujeres para bien de la humanidad.
20/LLH/LGL
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