Luis Hernández Navarro
“¡Fuera Televisa!
¡Fuera Televisa!”, gritan enardecidos centenares de maestros en San
Cristóbal de las Casas, Chiapas, mientras las camionetas de la
televisora ponen pies en polvorosa.
Apenas unas horas antes de ese 2 de octubre de 2013, Manuel Velasco, gobernador del estado, había dado el
claquetazopara iniciar las grabaciones de la telenovela Quiero amarte en la antigua Ciudad Real. La indignada reacción de los docentes contra el monopolio televisivo fue su respuesta espontánea a la campaña de lodo y calumnias orquestada por la televisora en su contra.
Días antes, el 3 de agosto, en la Ciudad de México, los profesores
organizaron vallas humanas en los alrededores de las instalaciones de
Televisa para impedir el acceso al personal de la empresa, en protesta
por el linchamiento en su contra montado por la televisora.
Simultáneamente, otro contingente de docentes se trasladó hasta las
oficinas de Tv Azteca y bloqueó la lateral de Periférico Sur para
reclamar en contra de la oleada de infundios que la compañía de Ricardo
Salinas Pliego desató en contra de los trabajadores de la educación.
Estas dos muestras de descontento magisterial contra las televisoras
son apenas pequeñas evidencias de la enorme rabia docente contra los
monopolios mediáticos presente en prácticamente todo el país. Nunca
cesaron a lo largo de los seis años del sexenio de Enrique Peña Nieto.
Siguen vivas y a flor de piel ahora. Fueron (son) la airada respuesta de
los profesores de banquillo a una inclemente agresión de la telecracia para ofenderlos a ellos y demeritar a la educación pública.
Cada día, durante todo el sexenio de Peña Nieto, en telediarios, shows
de variedades, barras de opinión y mesas redondas sobre la coyuntura se
lanzaron toneladas de basura en contra de los mentores que rechazaban
la reforma educativa. Uno tras otro, se divulgaron a través de la
televisión montajes periodísticos, reportajes llenos de mentiras,
noticias falsas y calumnias contra los dirigentes del movimiento. Casi
nunca se les dio a los acusados el derecho de réplica.
Energúmenos comentaristas televisivos emprendieron una cruzada moral
contra los maestros democráticos y, señalándolos con índice de fuego,
les imputaron las peores felonías. Los acusaron de secuestrar a la niñez
y la educación, de mantener en la ignorancia al pueblo de México. Los
acusaron de ser vagos irresponsables, culpables del abatimiento de los
niveles educativos.
De todo se valió la telecracia y sus fundaciones en esta
guerra sucia. En plena ofensiva contra el magisterio, en un partido de
la liguilla de futbol, los jugadores del equipo Monarcas de Morelia,
saltaron al campo de juego con playeras blancas con la imagen de una
mano mostrando una tarjeta roja que los árbitros usan para expulsar a
los deportistas que cometen graves infracciones, y la leyenda
A los malos maestros. Ricardo Salinas Pliego, dueño de Tv Azteca era el propietario del club.
Al profesor Rubén Núñez Ginez, en esos años dirigente del magisterio
oaxaqueño, hijo de ejidatarios, con una maestría en desarrollo educativo
y más de 30 años de servicio, lo acusaron de poseer un fabuloso
guardarropa, integrado por camisas de manta bordada, típicas de Oaxaca,
compradas en los mercados populares. También de poseer una impresionante
flotilla de vehículos, que, en la realidad, se reducía a una estaquita
Nissan. A pesar de estar gravemente enfermo y ser inocente, lo metieron a
un penal de alta seguridad. El 23 de marzo de 2019 falleció, en parte
por las secuelas de su encarcelamiento.
Para imponer a sangre y fuego la reforma educativa, además de la
estigmatización en su contra, de la persecución policiaca y del
encarcelamiento de decenas de profesores, tres maestros democráticos
fueron asesinados por las fuerzas del orden en el contexto de los
ataques combinados de la telecracia y el gobierno de Enrique
Peña Nieto. Al maestro jubilado Claudio Castillo, con secuela de
poliomelitis, lo mataron a palos policías federales en Acapulco. Al
chiapaneco David Gemayel Ruiz, de 21 años, lo arrolló un camión de la
policía mientras los uniformados dispersaban con gases lacrimógenos. A
Antonio Vivar Díaz, la Policía Federal lo ejecutó extrajudicialmente dentro de una iglesia en Tlapa, Guerrero.
Como si ninguno de estos agravios hubiera sucedido, el gobierno
federal anunció que los responsables de injuriar, calumniar, deshonrar y
linchar a los maestros mexicanos (y a la educación pública) durante
seis años serán los encargados de transmitir los contenidos educativos.
Los mismos que vilipendiaron al magisterio se convertirán ahora en los
encargados de sustituirlos en la enseñanza de niños y jóvenes. Ni una
disculpa ofrecieron.
Peor aún, como si se tratara de una broma de mal gusto, Esteban
Moctezuma, secretario de Educación, durante 13 años responsable de la
Fundación Azteca, le anunció a Adela Micha (no en la conferencia de
prensa diaria de
Educación y Bienestar) que conductores de televisión acompañaran a maestros para dar clases en pantallas. “Son –se vio obligado a precisar un día después– personas que saben conducir.
Obsesionada desde hace años por encontrar un nicho de mercado en el
mundo de la enseñanza, la industria del entretenimiento se acaba de
sacar la loteríacon Aprende en casa II. La 4T ha hecho realidad plena lo que Carlos Monsiváis sugería como una tendencia: convertir a la televisión en la verdadera Secretaría de Educación Pública.
Twitter: @lhan55
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