Enrique Calderón Alzati*
Después de seis largos meses
de estar sitiados por la pandemia del Covid-19 que azota al mundo, los
mexicanos estamos viviendo una transformación que, sin lugar a duda,
dejará una huella positiva importante en la historia de nuestra nación,
no sólo por la transformación tecnológica que estamos viviendo para
hacerle frente a la enfermedad, sino por las nuevas formas de trabajo y
colaboración que un buen número de empresas y organizaciones ha
desarrollado con la finalidad de seguir operando, muchas de las cuales
se han comenzado a dar cuenta de sus ventajas en comparación con sus
formas tradicionales de operación.
En el caso de la educación, igualmente, maestros y autoridades se han
percatado de las ventajas que tiene la educación a distancia, utilizada
en estos meses para actualizar a los docentes, con costos de operación
significativamente menores, constituyendo una solución real para
asegurar educación a corto plazo, la secundaria y la media superior, a
cientos de miles de jóvenes que hoy en día no han tenido ni tienen
acceso a la educación.
Al mismo tiempo, la epidemia ha llevado a la quiebra a diversas
empresas, ante la falta de recursos propios, así como a usuarios que
compren o puedan adquirir los bienes y servicios que ellas producen;
como resultado, no es difícil visualizar que al término de la misma, la
estructura económica del país habrá cambiado de manera significativa,
dejando una estela de compañías y empresarios sin capital ni trabajo,
siendo una parte de éstos, los disgustados que prevén un futuro próximo
con pesimismo, pensando que el gobierno no ha actuado correctamente,
negándose a comprender que éste ha tenido como prioridad reducir en lo
posible el número de contagiados y muertes, y que es relativamente poco
lo que ha podido hacer para apoyar a las empresas medianas y pequeñas,
incluyendo a las informales, en virtud del elevado endeudamiento que
dejaron los gobiernos anteriores, siendo lamentable y vergonzoso que uno
de ellos y los líderes de su partido sean ahora los principales
críticos de las acciones del gobierno actual, aprovechándose del
descontento de los empresarios mencionados, todo ello con el claro
propósito de impedir la transformación que está en marcha siguiendo los
lineamientos del presidente López Obrador.
Por ahora, estas críticas han recaído en el subsecretario de
Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, pero claramente
dirigidas al Presidente, exigiendo la renuncia del subsecretario, no
obstante, la certera coordinación que éste ha dado al personal encargado
de enfrentar la pandemia, revelando con ello que es poco lo que les
importa la salud y la vida de los mexicanos, pues de darse tal dimisión,
el efecto directo no sería otro que el descontrol de la campaña contra
el virus. ¿Es acaso esto lo que desean? En estas difíciles condiciones
han surgido dos acontecimientos que incidirán positivamente en el futuro
de nuestro país. Uno de ellos es el juicio que se le sigue en Estados
Unidos a Genaro García Luna, secretario de Seguridad durante el sexenio
de Felipe Calderón y el otro es el proceso que ha iniciado la Fiscalía
General de la República a Emilio Lozoya, director de Pemex en la
administración de Enrique Peña Nieto. En ambos casos, el nombre del ex
presidente panista aparecerá como figura central de la descomposición
social y la violencia con la que ha vivido la nación, en virtud de sus
múltiples actos de corrupción, los cuales trató de ocultar con la
complicidad de Peña Nieto. Más temprano que tarde, los delitos cometidos
por ambos tendrán como resultado su juicio y encarcelamiento, siendo
parte del proceso de cambio que estaremos viendo seguramente durante los
próximos meses y como muestra importante de la transformación, que
estamos viviendo en nuestro país.
Para comprender las dimensiones de esta transformación es necesario
retroceder a los tiempos en que Felipe Calderón y Peña Nieto gobernaban
México; del primero fueron emblemáticos los niveles de violencia que
vivimos como resultado criminal de su imposición, mientras del segundo
lo fue su célebre
Pacto por México, cuyos fines no fueron otros que la enajenación de los recursos energéticos de nuestra nación y la privatización de la educación pública, actos que al igual que los del panista, se cocinaron a espaldas del pueblo, cuyo notorio empobrecimiento, iniciado en el gobierno de Salinas y seguido por Zedillo y Fox, llegaba a niveles trágicos. ¿Qué fue lo que hizo posible que, durante el gobierno de Peña Nieto, el país llegara a condiciones similares a las que hicieron necesaria la Revolución Mexicana de 1910? ¿Fue su ineptitud, su nivel de corrupción o ambas?
Termino este artículo señalando la importancia internacional del
cambio que estamos viviendo, por una parte fortaleciendo nuestras
relaciones con los países de gobiernos progresistas de Centro y
Sudamérica y, por otra, tomando en cuenta las posibles consecuencias del
tratado de libre comercio de México con Estados Unidos y Canadá,
establecido al final del gobierno de Salinas de Gortari, que de alguna
manera puso en riesgo la soberanía nacional al ligar nuestro futuro al
incierto comportamiento de la economía estadunidense, misma que hoy se
tambalea ante la absurda política de su presidente Donald Trump,
repudiado por la mayor parte de su población, incluso por personajes
importantes de sus fuerzas armadas y de su propio partido, buscando así
el camino para aligerar el yugo que el tratado original nos ha impuesto
y, simultáneamente, estableciendo nuevas relaciones internacionales
basadas en nuestras propias posibilidades de crecimiento.
* Director general del ILCE3.
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