Carlos Salinas, expresidente de México.
Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F., 13 de diciembre (apro).- Con un mamotreto de casi mil páginas, volumen análogo a sus otras dos obras propagandísticas editadas en la reciente década, Carlos Salinas irrumpe este fin de año en México para hacerse pasar como activista de la participación ciudadana y encubrir su condición de matraquero de Enrique Peña Nieto y gurú del priismo.
Democracia Republicana. Ni Estado ni mercado: una alternativa ciudadana, es el título del más reciente libro de Salinas, que en realidad representa un instrumento de su propósito supremo: Reinsertarse de manera abierta en la vida pública de México y diluir su reputación de destructor del país.
Apenas el martes 12 de octubre, cuando su amigo Leonardo Valdés, presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), lo invitó a impartir una conferencia en el Palacio de Minería como invitado estelar del 20 aniversario de ese organismo, en cuyo sexenio se creó con todo el control de su gobierno, le pregunté a Salinas si creía que ya no era repudiado por los mexicanos.
Guardó silencio y, con la sonrisa cínica que lo caracteriza, se escabulló hacia el Palacio de Minería donde impartió la conferencia en la que disertó sobre la creación del IFE y pontificó sobre el poder ciudadano, justamente el tema de su nuevo libro.
A las preguntas que se le formularon sobre su gestión como responsable del gobierno de México les sacó la vuelta y ofreció responderlas. “Seré veraz, seré autocrítico, pero sobre todo me gustará conocer la respuesta de ustedes a mi propia respuesta”, ofreció Salinas.
--Yo me quedé esperando la respuesta suya a la autocrítica. No me la dio, espero que algún día me la dé –le reprochó la periodista chilena Mónica González, que moderó la mesa.
--Se la voy a dar hoy en la tarde en que le voy a mandar un libro de mil 400 cuartillas, que es una primera autocrítica a mi responsabilidad como presidente de México. Obsequiado, por cierto.
Pero en ese libro de mil 400 páginas --mil 392 exactas— que es México, un paso difícil a la modernidad, editado en el año 2000, no hay ninguna autocrítica a su catastrófica gestión --que sentó las bases del actual capitalismo de cuates-- y sí una catarata de autoelogios por haber impulsado reformas, pese a la “nomenclatura” de su partido.
En su siguiente libro La década perdida, 1995-2006 neoliberalismo y populismo en México, editado en 2008, tampoco hay asomo de autocrítica a lo largo de las 959 páginas, más de un tercio de las cuales dedica a su nueva obsesión: El neopopulismo.
Las referencias que hace Salinas a personajes son reveladoras: A Felipe Calderón, que ya tenía dos años den el cargo cuando apareció ese libro, no lo menciona ni una sola vez, pero a Andrés Manuel López Obrador lo refiere por su nombre 50 veces.
Ni siquiera a quien identifica como su principal enemigo, Ernesto Zedillo, le dedica tanto espacio, porque sólo hace 17 menciones, poco menos que a Vicente Fox, 22 citas, una más que a su hermano Raúl Salinas, quien goza de una fortuna mal habida con impunidad absoluta, que resultó –como él mismo confesó-- del saqueo al patrimonio de los mexicanos.
Una fortuna que también tendría su origen en el crimen organizado si nos atenemos a lo que llegó a afirmar Alfredo Elías Ayub, director general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en conversaciones grabadas en las que afirma que Raúl Salinas “entregó el país al narco”.
En fin, ahora Salinas --en su papel de activista ciudadano-- postula que, a doscientos años de la Independencia y cien de la Revolución, la República está en riesgo, según el sitio animalpolitico.com, que difundió fragmentos de su nuevo libro.
La clave para salir de la crisis, según él, es apostar por la acción ciudadana, y pasar de “sólo votar y comprar”, a grupos que se organicen para transformar su realidad y formar una democracia republicana. “Es el momento de los ciudadanos participativos”, dice Salinas de Gortari, quien postula la democracia republicana de los ciudadanos para los ciudadanos.
Neoliberal vergonzante, Salinas condena “los efectos nocivos que sobre el país han tenido el neoliberalismo y el populismo”. Salinas se presenta también como una especie de ideólogo del PRI.
“A partir del 2000, año del triunfo de un candidato presidencial no priista, el PRI perdió también la batalla de las ideas, olvidó la capacidad de su gran movimiento para generar los mitos fundadores”, dice, y propone reactivar el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), el esquema clientelar de su gobierno.
“Solidaridad no sólo consiguió acrecentar el capital humano: consolidó la fuerza social que durante varias generaciones se había conformado en diversos ámbitos del país, sobre todo en las comunidades rurales, las clases medias urbanas y las colonias populares.”
Hay algo muy claro con el nuevo libro de Salinas: Le apuesta no sólo a capitalizar la ineptitud suprema de los panistas, socios suyos, por cierto, sino a la desmemoria de los mexicanos para reinsertarse en la vida pública para ejercer, abiertamente, el poder, por ejemplo a través de su pupilo Peña Nieto.
Que los mexicanos opinen…
Apuntes
El colega Horacio Jiménez, de El Universal, le preguntó a Cecilia Romero, la nueva secretaria general del PAN, si El Yunque, la organización ultraderechista de la que ella forma parte, estaba de regreso en ese partido: “No sé, no tengo idea. Regresa… pues no sé en quién”. “¿Existe El Yunque?”, le preguntó Horacio, y la respuesta: “No sé, yo supongo que sí, ahí salen muchas cosas de eso. Pero si se trata de Cecilia Romero, pues yo tengo 28 años aquí, eso de regresar es un decir, por qué íbamos a regresar.” Tiene razón la señora: El Yunque no puede regresar, sencillamente porque nunca se ha ido del PAN. Al contrario, su poder crece y crece…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
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