El problema central de las fuerzas progresistas es de índole ético, lo sabe perfectamente el líder de Morena, por eso ha tenido mucho cuidado en actuar conforme a principios que jamás ha burlado
El
futuro del país depende en buena medida de que las fuerzas progresistas
logren superar diferencias y acepten que sin unidad no podrán concretar
avances, por elementales que sean. Se antoja una meta muy difícil de
alcanzar, debido a la proverbial falta de inteligencia y de probidad de
algunos de los dirigentes con más juego político. Sin embargo, si no
logran entender ahora que no habrá más oportunidades para dejar atrás
la mediocridad, de seguro la derecha tendrá el camino libre para
imponer sus condiciones neofascistas a la sociedad mayoritaria.
La decisión colectiva de hacer del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) un nuevo partido de carácter progresista, abre expectativas para que las fuerzas de izquierda entiendan que si no es ahora, en el futuro no tendrán la oportunidad de enmendar los errores cometidos. Han sido ya muchos años de tropezarse con la misma piedra del oportunismo y la cortedad de miras, con tal de obtener beneficios inmediatos que tienen altísimos costos para la nación, pues se le deja el camino libre a la derecha para que actúe como le convenga.
Desde luego, el paso dado de hacer de Morena un nuevo partido, cuando como lo reconoció el propio Andrés Manuel López Obrador, los partidos gozan de un bien ganado desprestigio, es un riesgo que sin embargo debía tomarse, toda vez que institucionalmente no hay otra opción para participar activamente en la vida política. En lo sucesivo, la izquierda se irá decantando progresivamente, porque se habrá de recuperar en un corto plazo el concepto de dignidad que se perdió durante los muchos años en los que la “izquierda” actuó sin un elemental respeto a sus principios, mucho menos a sus bases.
Como afirmó López Obrador, “los patrocinadores de Peña Nieto compraron la Presidencia, pero no la dignidad del pueblo”. En esto radica la gran diferencia entre el político tabasqueño y los tradicionales dirigentes de “izquierda”: López Obrador no tiene cola que le pisen, se ha cuidado de preservar su dignidad incólume, mientras que los que van y vienen en las filas de la “izquierda” oportunista carecen de una imagen pública que inspire respeto.
El problema central de las fuerzas progresistas es de índole ético, lo sabe perfectamente el líder de Morena, por eso ha tenido mucho cuidado en actuar conforme a principios que jamás ha burlado, como lo saben perfectamente sus adversarios. Fue muy claro al afirmar que “un buen militante de Morena debe entender que en el partido no habrá cargos, sino encargos, que el trabajo será fundamental para avanzar y triunfar”. En efecto, en la medida que la militancia se gane con el cumplimiento de responsabilidades, el partido se irá fortaleciendo de manera natural, como así ha sido a lo largo de la historia.
Es un imperativo aprovechar el terrible desgaste sufrido por la derecha luego de dos sexenios de un fracaso paradigmático, que aceleró y magnificó las políticas ultraconservadoras impuestas hace tres décadas al país. No hacerlo en los siguientes años sería un gravísimo error, porque se impondría sin tapujos un modelo neofascista que haría mucho más difícil la lucha del pueblo por su liberación. Frenar las absurdas ambiciones de la derecha ultraconservadora sólo podrá lograrse ahora, cuando dos grupos de la misma tendencia conservadora buscan ganar espacios en el sistema político.
Este es el momento para que el nuevo partido de izquierda ponga también un freno al inmoral oportunismo de la “izquierda” acomodaticia. En lo sucesivo lo pensarán mejor para hacer alianzas con la derecha, pues no tendrán ninguna justificación. Si las quieren seguir haciendo, pueden hacerlo a sabiendas de que tendrán un costo impagable, pues en la medida que actúen de ese modo se irán quedando solos. El pueblo tendrá más formas de saber quién es quién en las organizaciones que lo representan, y actuará conforme a los hechos, no a la manipulación de la que carecerán los oportunistas y corruptos.
Tal es el principal valor ético de Morena, siempre y cuando se mantenga firme como organización ajena a componendas de camarillas y de cúpulas sólo interesadas en aprovechar sus posiciones para medrar y favorecer a la derecha. Lo fundamental es que se preserve la integridad moral de la dirigencia del nuevo partido, que no se dejen doblegar por los manipuladores profesionales, que entiendan que en la medida que actúen con transparencia y con plena libertad de acción, su fortaleza estará asegurada. Las otras organizaciones que se dicen de izquierda estarán obligadas a ser consecuentes, so pena de volverse inexistentes.
El PRD, principalmente, tendrá que revalorar su papel en el engranaje partidista, con el fin de seguir teniendo una participación importante en el sistema político. En la medida que sus militantes se dejen mangonear por Los Chuchos, su futuro sería cada día más corto, e irrelevante.
La decisión colectiva de hacer del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) un nuevo partido de carácter progresista, abre expectativas para que las fuerzas de izquierda entiendan que si no es ahora, en el futuro no tendrán la oportunidad de enmendar los errores cometidos. Han sido ya muchos años de tropezarse con la misma piedra del oportunismo y la cortedad de miras, con tal de obtener beneficios inmediatos que tienen altísimos costos para la nación, pues se le deja el camino libre a la derecha para que actúe como le convenga.
Desde luego, el paso dado de hacer de Morena un nuevo partido, cuando como lo reconoció el propio Andrés Manuel López Obrador, los partidos gozan de un bien ganado desprestigio, es un riesgo que sin embargo debía tomarse, toda vez que institucionalmente no hay otra opción para participar activamente en la vida política. En lo sucesivo, la izquierda se irá decantando progresivamente, porque se habrá de recuperar en un corto plazo el concepto de dignidad que se perdió durante los muchos años en los que la “izquierda” actuó sin un elemental respeto a sus principios, mucho menos a sus bases.
Como afirmó López Obrador, “los patrocinadores de Peña Nieto compraron la Presidencia, pero no la dignidad del pueblo”. En esto radica la gran diferencia entre el político tabasqueño y los tradicionales dirigentes de “izquierda”: López Obrador no tiene cola que le pisen, se ha cuidado de preservar su dignidad incólume, mientras que los que van y vienen en las filas de la “izquierda” oportunista carecen de una imagen pública que inspire respeto.
El problema central de las fuerzas progresistas es de índole ético, lo sabe perfectamente el líder de Morena, por eso ha tenido mucho cuidado en actuar conforme a principios que jamás ha burlado, como lo saben perfectamente sus adversarios. Fue muy claro al afirmar que “un buen militante de Morena debe entender que en el partido no habrá cargos, sino encargos, que el trabajo será fundamental para avanzar y triunfar”. En efecto, en la medida que la militancia se gane con el cumplimiento de responsabilidades, el partido se irá fortaleciendo de manera natural, como así ha sido a lo largo de la historia.
Es un imperativo aprovechar el terrible desgaste sufrido por la derecha luego de dos sexenios de un fracaso paradigmático, que aceleró y magnificó las políticas ultraconservadoras impuestas hace tres décadas al país. No hacerlo en los siguientes años sería un gravísimo error, porque se impondría sin tapujos un modelo neofascista que haría mucho más difícil la lucha del pueblo por su liberación. Frenar las absurdas ambiciones de la derecha ultraconservadora sólo podrá lograrse ahora, cuando dos grupos de la misma tendencia conservadora buscan ganar espacios en el sistema político.
Este es el momento para que el nuevo partido de izquierda ponga también un freno al inmoral oportunismo de la “izquierda” acomodaticia. En lo sucesivo lo pensarán mejor para hacer alianzas con la derecha, pues no tendrán ninguna justificación. Si las quieren seguir haciendo, pueden hacerlo a sabiendas de que tendrán un costo impagable, pues en la medida que actúen de ese modo se irán quedando solos. El pueblo tendrá más formas de saber quién es quién en las organizaciones que lo representan, y actuará conforme a los hechos, no a la manipulación de la que carecerán los oportunistas y corruptos.
Tal es el principal valor ético de Morena, siempre y cuando se mantenga firme como organización ajena a componendas de camarillas y de cúpulas sólo interesadas en aprovechar sus posiciones para medrar y favorecer a la derecha. Lo fundamental es que se preserve la integridad moral de la dirigencia del nuevo partido, que no se dejen doblegar por los manipuladores profesionales, que entiendan que en la medida que actúen con transparencia y con plena libertad de acción, su fortaleza estará asegurada. Las otras organizaciones que se dicen de izquierda estarán obligadas a ser consecuentes, so pena de volverse inexistentes.
El PRD, principalmente, tendrá que revalorar su papel en el engranaje partidista, con el fin de seguir teniendo una participación importante en el sistema político. En la medida que sus militantes se dejen mangonear por Los Chuchos, su futuro sería cada día más corto, e irrelevante.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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