1 . El voto nulo
El voto nulo es un voto contra todos los partidos políticos sin
consecuencias pragmáticas. Está contemplando por la ley electoral
mexicana y pierde toda su eficacia durante el cómputo de los votos. El
voto nulo es propiamente un voto nominal. No vinculante si su
convocatoria no fructifica y con el agravante de legitimar al sistema de
partidos al que irónicamente aspira a deslegitimar. ¿Cómo funciona?
Funciona de dos modos.
Modo A. De la ley electoral hacia la sociedad mexicana y
Modo B. De la ley electoral hacia los partidos.
En el Modo A
el voto nulo se convierte en una especie de instrumento por medio del
cual el ciudadano comunica a los partidos y a sus representantes su
inconformidad ante su proyecto político o, alternativamente, su
insatisfacción con sus gestiones de gobierno, y tiene por finalidad
emitir de manera inequívoca dicho mensaje: no me gustas por ene razones y
no votaré por ti en consecuencia.
En el Modo B el voto nulo no
adquiere materialidad frente a los partidos sino hasta el momento del
cómputo de los votos. Así, por ejemplo, en lugar de que el partido P1
reciba 100 votos, el partido P2 reciba 50 y el partido P3 reciba 50,
tales partidos recibirían proporcionalmente menos votos en función del
número de votos anulados y del porcentaje de votos obtenidos por cada
partido durante la elección nacional una vez excluidos tales votos nulos
del conteo y perdiendo así los votos nulos su eficacia.
Así, si en la
elección previa el partido P1 recibió el 50% de toda la votación
nacional y los partidos P2 y P3 el 25% restante y si, además, se
anularon 20 votos de los 200 hipotéticamente obtenidos, entonces, al
partido P1 se le tendría que asignar el 50% de los 180 votos de la
elección, a saber 90 de los votos; y el 25% a los partidos P2 y P3, es
decir, 45 y 45 votos respectivamente. Luego, de esos votos efectivamente
contabilizados se asignaría a los partidos tanto los recursos
destinados por la ley electoral para su manutención, como sus
circunscripciones, sin que el voto nulo en lo absoluto hubiese
modificado tal presupuesto ni el número de los distritos, estados ni/o
los escaños designados. Se arguye a pesar de todo que el voto nulo tiene
valía por cuanto pudiera ser determinante para impugnar la elección de
una casilla o circunscripción toda vez que el número de votos nulos
superara la diferencia entre el partido con el mayor número de votos y
el número de votos del partido que lo secunda. Es decir, su efectividad
dependería de unas condiciones improbables (quizás porque apela a las
reglas de operación impuestas por los propios partidos), y sin que haya
sido definitorio hasta ahora de los resultados de ninguna elección, tal y
como ocurrió en la fraudulenta elección de 2006. Por lo demás, hace
peligrar a los partidos chicos a quienes se les exige “el dos por ciento
de la votación en alguna de las elecciones federales ordinarias para
diputados, senadores o Presidente de los Estados Unidos Mexicanos” para
conservar su registro. O el tres por ciento según legislación más
vigente.
Grosso modo esto es el voto nulo en México y esta es la manera en que virtualmente opera.
2. El movimiento político
Hay una supuesta izquierda de académicos reaccionarios y escritores
pseudorradicales en mi país cooptando la indignación y la protesta.
Subestimando lo popular e imponiéndonos sus experiencias prepolíticas
como si fueran políticas. Dedicados a organizar selectivas cacerías de
brujas contra opiniones adversas bajo argumentos ad personam y
silenciando normalmente a sus víctimas. De este grupo de intelectuales
de diversas raigambres de izquierda o de dudosa cepa libertaria
—zapatistas, trotskistas, anarquistas y antipartidistas— se está
gestando un movimiento antipeñanietista en alianza con la derecha más
reaccionaria del país bajo un programa poco claro y de metas
indefinidas. ¿Su proyecto estos días? Desalentar el voto, implotar los
últimos remedos de democracia que nos queda e impulsar importantes
movimientos protestatarios antisistémicos de mucho ruido massmediático y
pocas nueces pragmáticas. Es un movimiento de clases medias
—profesionistas, intelectuales, catedráticos, etcétera— movidos por una
genuina empatía hacia los desclasados y el lumpenproletariat mexicano,
con hondas preocupaciones humanitarias, molestos con la corrupción en
las altas esferas, pero sin un proyecto político vinculante; es decir,
con alta convocatoria pero con muy baja capacidad de respuesta para
concretar sus luchas políticas. Una circunstancia aciaga si se piensa en
lo mucho que este movimiento podría efectivamente hacer por el país si
las cosas se presentasen bajo otro esquema. Atribuyo, por cierto, la
anquilosis de este movimiento heterogéneo a su escasa visión política y a
un casi nulo sentido histórico.
Ahora bien, hay por
supuesto grandes aciertos en este movimiento y pueden contabilizarse
notablemente en el orden de lo civil, pues a menudo organizan foros,
videoconferencias, conferencias, debates, visibilizan tragedias,
etcétera, con el propósito de diseminar el espíritu de resistencia entre
la sociedad civil políticamente activa. Sin embargo erran —y erran casi
todo el tiempo— cuando se trata de momentos estratégicos y de
cohesionar a las izquierdas, dividiéndolas más bien. En el caso
particular de los comicios 2015 para elección de diputados locales,
federales y representantes municipales, este grupo ha organizado un
movimiento anulista carente de todo sentido pragmático y poco verosímil
si se piensa que algunos de sus miembros (Denisse Dresser y José Antonio
Crespo entre los más destacados) son avezados analistas políticos.
¿Cómo puede ser (me pregunto en mi fuero interno) que este movimiento
confíe en la idoneidad de su poder convocante para desmantelar y
debilitar el corporativismo de los tres grandes partidos y no vea que en
su convocatoria legitima al sistema que ha hecho posible dicho
corporativismo? Corporativismo que entre otras cosas llevó a Enrique
Peña Nieto al poder.
En contrapartida, ha surgido un
movimiento político contraanulista liderado por un joven académico de la
UNAM —no sé si más o menos reaccionario— pero con una reflexión
política más concienzuda y realista sobre nuestra situación política
vigente e invitando al ejercicio del voto efectivo. En el intercambio de
posturas entre uno y otro movimiento se ha dejado ver la faz
reaccionaria del primer movimiento al remitirnos a unas finalidades
difusas, poco prácticas, sin pertinencia social e inclusive ingenuas, en
las que no queda claro en ningún momento cómo vamos a lesionar al
sistema político mexicano al anular el voto. Su principal argumento
insiste en que el voto nulo sería algo así como un voto político y un
voto de castigo a los grandes partidos, pues, de lograrse un número de
votos nulos que superase la diferencia entre los dos partidos punteros,
se cancelaría entonces la elección (distrital o estatal) adonde se
hubiere registrado un proceso con tales características. Desde luego,
éste no es su principal argumento, pues ellos mismos admiten la poca
probabilidad de que una cosa tal sucediera y entonces aducen a
continuación una serie adicional de razones por las que el voto nulo
sería no obstante un voto útil para el propósito más general de dar una
lección a la glotona partidocracia mexicana.
Cito algunas de tales razones:
– Anular para no avalar a los partidos y “manifestar oposición a un sistema de partidos quebrado”.
–
Hacer presión ante los poderes fácticos a fin de establecer un espacio
de diálogo entre la sociedad civil (representada por ellos) y la clase
gobernante con el propósito de impulsar grandes reformas para el país.
¿Un ejemplo? La retrógrada Reforma a Telecomunicaciones impulsada
durante el gobierno de Calderón, que favorece y legisla la libre
competencia con la que este grupo mantiene comunión ideológica.
– Llevar a reflexión a los grandes partidos. Darles una lección.
– “Crear un contexto de exigencia para sacar a los partidos de su autocomplacencia”.
–
Elevar el número de votos nulos para hacer efectivas las reglas de
operación activas una vez que su número supera la diferencia entre los
partidos puntero.
Es claro que este movimiento tiene metas
no deliberadamente malintencionadas para el país, es claro que sostienen
un programa conservador, cuando no reaccionario, y es claro que están
escasos de pertinencia social además de faltos de un mecanismo eficaz
por el cual se lesionaría sin lugar a duda a nuestro sistema político.
Sobrevaloran la idoneidad de su poder convocante y minusvaloran la
realidad que obliga a privarse de emitir un voto honorable a cambio de
una miserable despensa. Viven en su elitismo, no se enteran de que las
condiciones económicas son condiciones sobredeterminantes. No saben que
detrás de un sicario, de un narco o de un corrupto hay miseria social,
sobreestiman el poder de la sociedad civil —ese órgano de perfectos
rostros inocuos— y sobreanalizan el potencial de las legislaciones
subestimando los procesos históricos. Quieren construir historia de la
nada, en favor de irreales valores democráticos normalmente favorables a
la libre competencia y sin tomar en cuenta verdaderamente las
consecuencias de sus reformas políticas entre la población. Pretenden
hablar por muchos de nosotros pero sin representarnos, los conmueve un
profundo impulso autócrata.
Quizás no hay democracia ni la
ha habido nunca en el país, pero es suicida entregar la última vía
popular de facto, no ya a la partidocracia en su conjunto, sino a la
ultraderecha reaccionaria representada por el PAN, PRD y PRI. El voto
nulo no legitima menos a la partitocracia mexicana de lo que lo hace el
voto efectivamente emitido. No estoy a favor del estado ni de la
democracia capitalista, pero tampoco estoy a favor de un movimiento
antidemocrático sin estrategia. Tal vez conminaría, sin imponer, a un
voto informado y a un voto estratégico o a la simple abstención. Pienso
que si realmente desearan desconocer a las caducas y decadentes
instituciones mexicanas entonces promoverían el abstencionismo e
invitarían a una reflexión política permanente y no a estos gestos
políticos volátiles pero funcionales a las coyunturas políticas creadas
por el mismo sistema que los desilusiona. Nos invitan a reaccionar. No
nos invitan a pensar. No nos invitan a la subversión en un país
hambriento de ella.
Notas
[1]
Cuando hablo de pseudorradicalismo y de reacción me refiero a
pseudorradicalismo y reacción políticos sin el ánimo de agraviar pero sí
con la intención de describir un estado de cosas nada aparente.
[2] Se consultaron la Ley general de Partidos Políticos para la primera sección de esta columna además de este documento: http://www2.ine.mx/docs/IFE- v2/DECEYEC/DECEYEC- MaterialesLectura/docs/03_ VotoNulo.pdf
[3]
En esta columna se explica cómo el voto nulo a pesar estar ideado para
votar en contra de los partidos (o a favor de ninguno de ellos),
paradójicamente los beneficiaría a todos, dadas las distinciones entre votación total emitida, votación válida emitida y votación nacional emitida. Link: http://www.animalpolitico.com/ blogueros-blog-invitado/2015/ 04/15/el-problema-del-voto- nulo/
[4] En la votación nacional emitida habría también que restar los votos de los candidatos no registrados.
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