8/30/2015

El castillo de la pereza



Leonardo García Tsao
La Jornada
Una vez más, los premios de Sundance nos dan motivos para considerarlos con suspicacia. Si el documental ganador de este año, Tierra de cárteles, de Matthew Heineman, no era digno de entusiasmo, tampoco lo es el acreedor al Premio del Jurado, Wolfpack: lobos de Manhattan, que se acaba de estrenar aquí.

Se trata del debut de Crystal Moselle, quien evidencia a cada rato su condición de primeriza. Lástima, porque el tema es fascinante: en el Lower East Side de Manhattan, una familia de siete hijos ha vivido encerrada la mayor parte de su vida en un minúsculo departamento; básicamente, su contacto con el mundo exterior ha sido a través de Hollywood, por lo que los seis varones se dedican a recrear ad verbatim las escenas de las películas que han visto y revisto en video. Así, el documental empieza con los muchachos actuando escenas de Perros de reserva (Quentin Tarantino, 1992), cuya influencia abarca incluso su forma de vestir cotidiana.
Dicho encierro se debe a que el padre, inmigrante peruano llamado Óscar Angulo, no quiere exponer a su familia a los peligros externos. Los muchachos han sido educados por la madre, Susanne, quien da muestras de la pasividad inherente a una mujer que acepta ser golpeada. Óscar es un tiranuelo que, en su rechazo de las convenciones sociales, tampoco trabaja (la familia vive del welfare) y profesa ser adepto al Hare Krishna (todos sus hijos llevan un nombre en sánscrito). Es decir, es una situación similar a la de El castillo de la pureza (Arturo Ripstein, 1972), que fue, según se sabe, basada en un caso real.

Una vez que los hijos crecen aparecen, por supuesto, las fisuras en ese universo controlado de Angulo. Uno de ellos, Mukunda, se escapa del hogar con un disfraz y, aunque es arrestado por las autoridades, esa probadita de libertad ha sido suficiente para que sus hermanos también quieran experimentarla.

Resulta difícil distinguir a un hermano de otro, porque todos tienen las mismas facciones andinas y una cabellera larga (sólo al final, los créditos le asignan nombres a cada uno). Pero lo que debería ser emotivo testimonio de su progreso hacia la liberación y el derrumbe del autoritarismo paterno, no está presente.

Por desgracia, Moselle no sabe cómo construir su relato. Con la temida estructura de muégano, el documental no sigue una cronología clara, ni una progresión dramática y muchas dudas –la mayoría– se quedan en el aire. ¿Qué hace el paterfamilias durante el día? ¿La relación entre los hermanos es siempre tan cordial como aparenta? ¿Qué papel juega la única hija, Visnu, en la dinámica familiar siendo además la más pequeña? La directora parece más interesada en captar momentos líricos, como el primer viaje de los hermanos Angulo a una playa o a un bosque. No podían faltar lo que está de moda: echar mano del abundante pietaje de video casero que no esclarece mucho fuera de que los hermanos son muy hábiles para elaborar sus disfraces con cartón.

El papel de mera observadora que asume Moselle le impide incluso cuestionar las acciones del huevonazo del padre, quien se disculpa tímidamente alegando apelar, por una vez, a la doctrina cristiana del perdón. No es este un documental incisivo como los que hace su paisano, Andrew Jarecki.

Wolfpack: lobos de Manhattan queda, pues, como un frustrante catálogo de oportunidades perdidas. El desarrollo de un solo tema hubiera bastado para dar solidez al asunto: ya que los jóvenes Angulo han aprendido de su sociedad a través del filtro de sus películas favoritas, en su mayoría violentas, hubiera sido interesante observar qué tan distorsionada o no es su percepción de la realidad. A Moselle no se le ocurrió abordarlo.

Wolfpack: Lobos de Manhattan
(The Wolfpack)
D: Crystal Moselle/ F. en C: Crystal Moselle/ M: Danny Bensi, Sander Jurriaans, Aska Matsumiya/ Ed Enat Sido/ Con: Baghavan Angulo, Govinda Angulo, Mukunda Angulo, Jagadisa Angulo, Krsna Angulo/ P: Kotva Films, Verisimilitude. EU, 2015.
Twitter: @walyder

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