9/04/2015

La reforma educativa está muerta



El sexenio de Enrique Peña Nieto ha cumplido ya tres años. Y a la mitad del camino el balance no es halagüeño: inflación, devaluación del peso, caída en la producción, inseguridad creciente, violencia desbordada, dominio de los cárteles de la droga en vastas zonas del país, desempleo imbatible y al alza, descrédito del gobierno, enojo empresarial y una amplia sensación social de malos tiempos.

Objetiva y subjetivamente México está viviendo una época de vacas flacas, situación económica innegable que se ve agravada por un clima de violencia e inseguridad sociales. Esta perversa combinación ha ido generando a lo largo del trienio un sentimiento de frustración presente en todas las clases sociales. Y ese sentimiento generalizado de frustración se ha agudizado con las evidencias de una crisis económica internacional que agrava la situación económica interna.

Quedaron atrás las esperanzas de mejoría generadas con la vuelta del PRI (Partido Revolucionario Institucional) a la Presidencia de la República. Y también generadas por las promesas de pronto bienestar que traerían unas supuestas “reformas estructurales” que, consolidadas legalmente, no se han hecho realidad.

Y los ejemplos saltan a la vista, desbordando el optimista y complaciente discurso oficial. La llamada reforma educativa se ha quedado en el papel. No aterriza y no puede aterrizar. Y no puede hacerlo porque no ha logrado concitar el entusiasmo de los maestros. Y sin el entusiasmo y concurso de los profesores no hay ni habrá éxito posible.

Más aún: no sólo no hay entusiasmo; hay oposición. Y oposición combativa, beligerante, ruidosa, organizada. Y si a lo largo de tres años la reforma educativa no ha logrado ser materializada, así fuera en un pequeño porcentaje, es claro que menos podrá avanzar en la parte del sexenio en la que poco a poco pero indefectiblemente va reduciéndose el poder real del Presidente de la República. ¿Y hace falta mucha inteligencia para entender que cuando merma el poder de una de las partes de un conflicto tiende a acrecentarse el poder de la otra?

¿Y hace falta mucha inteligencia para percatarse que la principal fuerza opositora a la llamada reforma educativa, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), no ha sufrido merma en su fuerza y que se encuentra viva y actuante, pese a la inmensa y prolongada campaña mediática oficial para desprestigiarla, inmovilizarla, disminuirla y derrotarla?

El relevo en la titularidad de la Secretaría de Educación Pública (SEP) no abona en beneficio de los afanes reformadores. Al contrario: los limita. El nuevo secretario, Aurelio Nuño, ha entrado automáticamente a la lista de aspirantes a la candidatura presidencial priista. Y ha de estar más interesado en trabajar políticamente esa posibilidad que en embarcarse en una aventura que tiene todos los visos de terminar en catástrofe.

¿Estará dispuesto Aurelio Nuño a impulsar el cadáver de la reforma por medio de métodos autoritarios, violentos y represivos, sabiendo como sabe que esa vía pondría en peligro mayor sus aspiraciones presidenciales?

Y ya sabe, además, que en ese propósito no contaría con el apoyo de los otros aspirantes presidenciales: Beltrones, Osorio, Videgaray y Meade, por mencionar a los más visibles. Y ya sabe que más bien será al contrario: zancadillas, intrigas palaciegas, negativa de recursos, malos consejos, provocaciones, campañas mediáticas destructivas.

Como se ve, la reforma educativa está muerta, aunque el maquillado cadáver muestre algún hálito de vida artificial. Y si, como dicen, Aurelio Nuño, es un hombre inteligente, muy pronto comprenderá que, como se dice popularmente, lo mandaron a la guerra sin fusil.

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